EL ALMACÉN DE IBARRA, LOS CARDOZO Y DOÑA MARÍA.
Tanto en Posadas como en el interior, era común buscar bares o pequeños restaurantes, donde se comía bien y a un precio moderado.
Estaban también los almacenes, que solicitaban a la Municipalidad autorización para el expendio de bebidas alcohólicas, la gente de paso, almorzaba y bebía con moderación, o sin ella.
Sobre la calle Alvear en Apóstoles, en la ciudad incipiente, antes de la realización de los cordones cuneta y el asfalto, en una esquina coexistían tres de estos tipos de emprendimientos. El Almacén de Ibarra, el Bar de los Cardozo y el comedor de Doña María.
Estaban ubicados uno al lado del otro y eran vecinos de los Escalante que residieron por mucho tiempo en la vivienda lindera. A excepción del almacén, que tenía una fisonomía acorde al negocio, los otros dos restantes eran casas de familias convertidas en comercios.
Hemos visto y escuchado en muchas ocasiones que, en la provincia de Buenos Aires, cuando alguien quería instalar un negocio, por lo general consultaba con los vecinos comerciantes para no dedicarse al mismo rubro. En el caso apostoleño los dueños vivían en el mismo inmueble y en el frente de su casa, instalaban su propia pyme.
El dueño del almacén, era integrante de la Policía, y quienes atendían eran su esposa o sus hijos. Los Cardozo eran una familia y se repartían el trabajo en la cocina y en la atención de las mesas. Doña María se desenvolvía en soledad, pero siempre se las arreglaba con humor y hospitalidad a la atención de la clientela.
Los comedores funcionaban con mayor afluencia en horas del mediodía, personas que trabajaban y vivían solas eran clientes habituales; como los viajantes de comercio que tenían que esperar la apertura en horas de la tarde, para poder levantar los pedidos o entregar las mercaderías.
El cartero Miño, Patón Rojas, Chiquito Guimaray o Guimaraes, como otros personajes del pueblo eran número fijo en el almuerzo o en una junta de tragos durante la noche.
Un mediodía llegó a lo Doña María Chiquito y se encontró con su amigo Patón, sentado junto a la mesa solicitando un fife a caballo.
¿Cuándo anduviste a caballo Patón? -le dijo con su habitual ironía.
– ¡Poco, pero soy buen jinete! -le respondió su amigo
Chiquito se sentó junto a él y pidió un vaso a la dueña.
– ¡Podemos compartir la mesa y la charla Chiquito, pero mi vino no! Le dijo Patón en estilo ceremonioso.
– ¡Doña María para mi ese guiso caldudo que usted sabe preparar y una “Cuinba-é” para aplacar la sed! – ¡respondió el recién llegado.
Tanto los Cardozo como Doña María sabían manejarse con sus comensales habituales, a quienes solían incluso fiarle algunos tragos cuando la moneda escaseaba.
Los tres negocios, lo que menos tenían eran lujo, los comedores ni siquiera carteles identificatorios porque en realidad no necesitaban la gente conocía los lugares y venía directamente.
Eran otros tiempos, inspiraba la confianza y a los dueños de los boliches no los apremiaba la ambición, vivían de eso con modestia, y por eso eran reconocidos por la gente que venía al lugar.
La comida se preparaba en una cocina, que era la cocina de la casa, la bebida se enfriaba en una heladera sencilla, salvo en almacén de Ibarra donde había una heladera con doble puerta.
Conocedores de la cantidad de personas que venían a comer, las compras se hacían para el día, porque no tenían “cámaras frigoríficas” para mantener la cadena de frío.
Los fines de semana ocasionalmente cerraban los domingos para tomarse su merecido descanso, pero no siempre, porque las personas sin familia no tenían espacio o no querían cocinar, a sabiendas que el precio del menú de los comedores, siempre era accesible.
Si alguien pasaba a media tarde por los negocios, encontraba a los dueños sentados en las veredas de ladrillo, charlando amablemente entre ellos o con los que andaban de paso.
A media cuadra se ubicaba El Jempa un almacén mucho más surtido que los tres vecinos, pero esto no era impedimento, para que todos se rebusquen con sus negocios atendidos en forma personal.
Era muy raro que surgiera un conflicto con las personas que consumían alcohol en el lugar, tampoco el bar era canilla libre, la capacidad de la heladera limitaba cualquier exceso, y si existía, amenazaban con llamar a la policía, lo que inmediatamente aplacaba los ánimos. Además, la gente se conocía mucho mejor que ahora.
Este ejemplo de Apóstoles es aplicable a cualquier pueblo del interior, el progreso y la tecnología, modifico o despersonalizo el comercio que antes se hacía en forma personal.
El inexorable paso del tiempo trajo el cordón cuneta primero, luego el asfalto, la ciudad cambió su fisonomía, algunos de los dueños de esos boliches ya no están más, pero permanece el recuerdo de esos tiempos de charla amena, sin urgencias, sin whattsap y saludos distantes.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
10 respuestas
Exelentes recuerdos Kuki, sin quitarle ni agregarle nada, muy buena la narración que hacés de todas esas vivencias, para los que la vivimos es traerle al presente, no menos de sesenta años atrás, estoy agradecido por ello, es admirable lo que escribís….te mando un gran y fuerte abrazo desde el alma y con el corazón….
El Jempa… recuerdos agridulces con mis viejos que iban a bailar y nosotros dormíamos con la cabeza apoyada sobre las mesas de madera forradas con papel de astraza, generalmente mojado por las bebidas. Qué lo parió…
Que recuerdos intactos . Yo conocí Apóstoles con algo de empedrado. El Asfalto llegó junto conmigo….(por decirlo así) . Admiro tu simpleza para contar los hechos. Me encanta. Abrazo!
Esperaba con ansias tu relato semanal querido Amigo, hoy me sorprendió sobremanera no por la forma o estilo sino por los recuerdos que anidan en mi mente de los personajes y ésas maravillosas familias que tanto nos sirvieron en una epoca tan lejana que casi nos olvidamos .Recuerdo también el negocio de Don Pauluk ,ubicado frente a lo que es hoy Casa Dangelo .ahí Tomé mi primer Coca cola en el año 1960 cuando llegó a nuestra querida Ciudad de Apóstoles. Bueno me quedo por acá para no hacerte muy largo el comentario. ABRAZOS Y ÉXITOS EN TU VIDA QUERIDO RAMÓN CLAUDIO. LUPIN.
Leyendo en familia y recordando aquellos tiempos, se vuelve a esos lugares en los que se transitaban esas calles tan familiares. Mas familiar para nosotros el “comedor” de los Cardozo, que forman parte de muestro arbol genealogico y que recordamos con gran añoranza. Son recuerdos que hacen que se forme un nudo en la garganta pero muy gratificantes al leer.
Gracias doc por traer al presente estas historias!!
Bueno hay me quedo al margen, no tuve el tiempo de conocer a los nombrados, soy un poco más nuevo, igualmente cambiando los nombres, son más o menos iguales a los de mi época de estudiante…
Un relato llano, con sabor a nostalgia.
También en esa esquina había un almacén que se llamaba ‘El Canute’ y tenía un cartel con dos lechuzas. Sus dueños era un matrimonio de origen arabe. No se nada más de ellos.
Grande amigo Claudio, los recuerdos de Apostoles, yo conocí el Helado en lo de Alipio, alla a principio de la decada de los 60, Muy buen relato amigo, fuerte abrazo.
Si bien me afinque en Apostoles allá por los 90, gracias a este y otros relatos del ayer, me puedo hacer una imagen del Apóstoles pueblo. Gracias Doc.