UNA TARDE DE ABRIL.

ESTA IMAGEN PUEDE ESTAR SUJETA A DERECHOS DE AUTOR.

UNA TARDE DE ABRIL.

Hay días en que las cosas no salen bien. No sé si son pura casualidad, mala energía, o deben ocurrir. Mi mañana en el banco fue de terror; discutí con el contador porque me reprochó no haber guardado un documento, que luego de revisar estaba en su propio escritorio, vino una señora sumamente enojada afirmando que le faltaba dinero en su cuenta cuando ella no había realizado ninguna extracción, revisamos el monto y le pregunto:

¿Usted no retiró ese dinero?

– ¡Déjeme pensar, a si lo recuerdo ahora, fue un pedido de mi hijo! Se fue sin disculparse.

Un compañero de trabajo tuvo una mala noche en su casa y me eligió a mi para descargar su frustración.

Me retiré agobiado, a la vuelta de la plaza me cruzo con la Raela, que conociéndome me dice:

– ¡Eh y esa cara! Un mal día le contesto.

– ¡Nos juntamos esta tarde en tu casa y charlamos!

Con una sonrisa le respondí que sí.

Era una tarde de abril, propia del otoño, preparándose para la lluvia, con esa carga de nostalgia y hojas caídas de los árboles. Ella vino, hermosa, como siempre, con una polera blanca, un chaleco marrón simil cuero, una pollera escocesa y botas de caño corto. Solo le faltaba la sonrisa arrasadora que siempre la acompañaba.

– ¿Epa, que te pasó?

– ¡Nada grave, estuve con Carola mi amiga, se peleó con el novio y esta “echa pelotas”!

– ¡Si seguimos nos abrazamos y lloramos los dos!

Ella propuso amasar tortas fritas con almidón de maíz y acompañarlo con un mate cocido con yerba quemada.

– ¡Me leíste el pensamiento, no quise meter el bocadillo porque vos sos la que tenes manos para amasar! Cruzamos la primera sonrisa.

Busque unos discos para escuchar en medio de la charla, una frazada para que haga las veces de alfombra y la invité a sentarnos en el suelo para distendernos. Colocamos una bandeja en el medio para las tortas y el mate cocido.

– ¡Tengo calor préstame una de tus camisas! Se quito el chaleco y la polera y dejo entreabierta los botones de arriba, jugando como siempre con su particular estilo de seducción.

Comenzamos la charla con nuestras almas otoñales, viendo si los problemas de los demás eran tan importantes como para desmotivarnos también a nosotros.

– ¡A mí me gusta el otoño y sus silencios! Sostengo.

– ¡Me pasa lo mismo, estos meses, anteriores al frío nos preparan para las cosas positivas que seguramente vendrán incluso, antes que florezcan las flores en primavera! Me dice con ternura.

No habíamos tocado aún los temas conflictivos, mientras Nada nos hacía escuchar una parte de la canción: “Hace Frío Ya”

– ¡Hace frío ya, hace frio ya

Bastaría solamente recibir una caricia

Para darte a ti mi corazón

¡Que es la vida, si no hay cariño!

Fue una invitación a un beso largo rodeado de un clima intenso con corazones palpitantes.

Regresamos a lo aciago de la jornada para poner en la mesa la parte de culpa que nos incumbía; no tenía que discutir con el contador, no ofenderme con la señora; entender que mi compañero de tareas tuvo un mal momento en su casa. Siempre buscamos justificarnos.

La Raela me dice:

– ¡Negro vos tenes tu genio, quizás las reacciones fueron correctas; pero no tu estado de ánimo posterior culpándote de algo que no te atañe!

¿Qué pasó con Carola?

– ¿Esta depresiva porque su novio la dejo y comenzó a salir con una amiga de ella?

¿Andaban mal? pregunto.

– ¡Ella me dice que no, pero yo creo que sí!

– ¡Estaba muy ilusionada y no veía lo que debía ver!

De pronto la tarde abril se tornó bella, cruzamos miradas cómplices y fuimos a calentar la bebida exquisita, mientras la música nos endulzaba los oídos.

Con los cuerpos cada vez más juntos y las caricias presentes, reflexionamos sobre el devenir, los proyectos, los sueños y las ganas de compartirlos.

Su positivismo había transformado en un rato la melancolía en caracoles de colores, frescos, dulces como el almíbar.

¿Qué culpa tiene abril, el otoño, de este día?, mañana todo habrá pasado, y Carola sabrá entender que por algo tuvo que sufrir por amor.

Recordamos momentos felices, viajes llenos de colorido, de anécdotas, ya iremos de nuevo, transitábamos momentos de crecimiento interior, necesidades de apoyarnos y acompañarnos. No éramos ilusos en creer que la vida es color de rosa, muchas veces hay que remar para llegar a la costa, a la tierra firme.

Tratamos de ver el lado bueno de las cosas malas, o entenderlas que había que pasar por ellas.

Mientras tanto Gigliola Cinquetti nos envolvía con

 “A Las Puertas Del Cielo”:

– ¡Buscaba caminos

Quizás equivocados

No supe que a ti me llegaba

Por claros senderos

Ahora presiento

Que tu amor es sincero

 Y en alas del viento

Tú me vas llevar

La tarde de abril se cruzó con el atardecer de ese otoño pleno, quitamos la fuente de la alfombra; y dos cuerpos en uno se encontraron en ese pueblo sin mar.

Ramón Claudio Chávez.

www.ideasdelnorte.com.ar

Compartir

5 respuestas

  1. El amor, bendito sentimiento que se interpone en nuestra vida diaria brindándonos color,refugio y sostén ante nuestros sinsabores. Bendito también el que padece está hermosa forma de locura.

  2. Bueno, me parecía que no se pasarían charlando…
    El otoño no perdona y el tiempo es tan escaso.
    Un toquecito erotico emulando a Mónica Analía. Bien ahí.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *