RELATO. BÁRBARA KOROL.

Y si no te vuelvo a ver… (sobre miedos y pandemias)
Por Bárbara Korol
La siesta en el bosque está deliciosa. Este sol de otoño todavía tiene resabios intensos. Bajo una sombrilla colorida, mi hija entusiasmada hace figuras de arcilla, mientras yo paso el rastrillo por el camino que está cubierto de follaje. El aislamiento por la pandemia no me afecta tanto. Estoy acostumbrada a la soledad. Mi marido va a trabajar solo lo necesario. El servicio técnico es importante si hay que reparar un lavarropas o una heladera durante una crisis sanitaria. Además un par de veces por semana va a hacer las compras y después se dedica a tareas domésticas. En casa siempre hay mucho para hacer: juntar leña para la época de más frío, hacer la puerta para la galería, terminar de revocar las paredes. No puedo evitar sentir temor de que este virus perturbe nuestra dicha cotidiana. Cada día, las noticias declaran el avance de la enfermedad en el país, los casos que aumentan, el número de muertos, los esfuerzos del gobierno por controlar la situación y contener a los sectores más perjudicados. Todos sabemos que la cuarenten se va a prolongar. Esto va a dejar secuelas y vacíos. Pienso en mis amores lejanos… en sus días de encierro, en sus inquietudes, en sus íntimas sensaciones.
Una sombra de tristeza asoma en el verdor de mis ojos…
¿Y si no te vuelvo a ver?
Un leve desasosiego me anuda el alma. Me gustaría abrazarte, reírme con vos o secarte las lágrimas. Quisiera que charlemos, explicarte esas cosas de mí que no llegas a comprender, preguntarte sobre tus desvelos y alegrías; volver a verme reflejada en tu mirada, acariciarte la cara, tomarte las manos, decirte que te quiero como siempre. No sé si lo sabes, pero en mi cosmos infinito, sos la esperanza que late en la luz de una estrella, una pieza fundamental del rompecabezas misterioso de mi vida, parte de mi historia, de mi identidad, de mi esencia arraigada a lo natural y a lo divino. Y si, por esas cosas de la vida o la pandemia, no te vuelvo a ver, quiero que tengas en claro que estas en mi corazón, que te he llevado en mi sonrisa y en el brillo de cada emoción que la distancia no me permitió compartir, que el amor es mágico y milagroso y que resiste todos los avatares y todos los virus, incluso los mortales.
La calidez de la tarde parece contradecir a los enormes y hermosos álamos de hojas amarillas que se distinguen a lo lejos. Las montañas envuelven el valle con su manto de viejos cipreses y coihues, y de otros árboles jóvenes que crecen vigorosos y sublimes. La naturaleza se renueva con cada estación del año y nos regala un paisaje completamente diferente y maravilloso. Los matices verdes y ocres llenan mi mirada de impresiones sepias. Mi hija hace morisquetas y me muestra su obra de arte. Un gesto enamorado se desprende de mi boca simulando un beso y me acerco para mimarla, riendo feliz.

muy buena la nota
Probando