EN CRUDO TRAPITO Y CARLOS BIANCHI.

RAMÓN CLAUDIO CHÁVEZ.

Era un domingo especial, venía Vélez a jugar un partido de campeonato contra Colón en el mismísimo Cementerio de los Elefantes.
El diario El Litoral le echó nafta al fuego, diciendo que Vélez venía entonado, pero Colón lo esperaba con los dientes apretados.
Los mismos jugadores del equipo anfitrión, decían que esos eran los partidos que querían jugar, que el Fortín era bravo, pero en el Barrio Centenario la topada no iba a ser gratis.
Vélez estaba segundo en la tabla, el sabalero un poco más atrás y necesitaba los dos puntos.
Acordamos con mi amigo Fatiga Kroll, ir a la cancha a disfrutar de semejante espectáculo con toda la parafernalia que esto anticipaba.
La cancha iba a estar repleta, por eso decidimos ir más temprano. Fatiga era de Vélez, seguramente el único hincha visitante, aunque venía un pequeño grupo con la delegación
Le pedí que no festejara alguna jugada o gol de su equipo, porque íbamos a cobrar.
El partido empezaba a las 15; a las 13,30 ingresamos y ya casi no había lugar en las tribunas, solamente en una, detrás de uno de los arcos y para allá encaramos.
La previa estaba calentita; se escuchaba: “esta tarde cueste lo que cueste tenemos que ganar”.
Un personaje muy conocido en el cementerio, era “Trapito”. Vendía caramelos en las tribunas a cinco por diez en una bolsa de cinco kilos. Trapito se disfrazaba de payaso, sin pintarse la cara, con una vestimenta roja y negra como la camiseta de Colón. Era un personaje en el estadio y vendía incluso en la tribuna visitante que estaba en el codo.
En aquellos tiempos abundaban las malas palabras en las canchas -hoy también- “Trapito se la come” y el respondía: “aquí hay varios”. Un capo.
Estábamos cómodamente sentados en la tribuna detrás del arco hasta que faltando 10 minutos para empezar el partido, empezamos a escuchar música de tambores, cantos, banderas y la aparición en el lugar de la barra brava de Santa Rosa de Lima.
Cantábamos y saltábamos con Fatiga pero creo que se dieron cuenta que no éramos habitués del lugar reservado exclusivamente para ellos; una imprudencia imperdonable.
La barra creo un clima ensordecedor en el estadio cuando entraron los equipos a la cancha, nosotros acompañando con el:
– “Dale Negro, Dale Negro “a los porteños los vamos a matar”.-
Todo el mundo parado para ver el partido, cruzando los codos cuando empujaban de arriba contra el alambrado.
La cancha llena, la hinchada cantando y saltando un espectáculo impresionante.
El ídolo de Colón era “La Chiva” Dimeola y de Vélez Sarsfield, Carlos Bianchi. Entonado por su público los sabaleros apretaron de entrada, aparte de “La Chiva”, jugaban Zucarelli, “Cococho” Alvarez, la “Yegua” Coscia, el “Pato” Britez y el arquero era “Chocolate” Baley. Los marcadores centrales eran dos tipos corpulentos Zimmermann y el “Colorado” Trosero; pegaban más de lo que jugaban.
A los 5 minutos Luis Gallo le pone una pelota larga a Carlos Bianchi y sale a marcarlo Zimmermann, lo dejó en el camino y tiró un cañonazo que pasó raspando el palo derecho del arquero.
En esa época los partidos no eran televisados, los jugadores se decían de todo, se empujaban cuando el juez no los veía y nunca faltaba un escupitajo.
Zimmermann se da cuenta que Bianchi lo iba a hacer pasear y le dice a Trosero que lo tome, pues era más corpulento. Sobrador el 9 de Vélez le dice, márquenme los dos si son de madera.
No pasaron cinco minutos de la jugada anterior, que el nueve visitante recibe de espaldas, la tira larga y sale a correr con Trosero “como dos parejeros”; cerca del área grande, el marcador central se come un pechazo del delantero y queda desparramado en la grama, como venía le pegó y “Chocolate” Baley la tuvo que buscar desde el fondo del arco como las bananitas “Dolca”.
La barra se calentó y empezó a putear, ¡entre dos no le pueden tomar al pelado! De pronto sentimos con fatiga un líquido caliente en la espalda arrojado de unos vasos de cerveza, pero cerveza no era; nos dimos vuelta y los vagos miraban lejos como si nada pasara.
Siguieron los coros:
-En un bosque de la china uno de Vélez ser perdió
¡Porque no se pierden todos la p… que lo parió!
Fatiga y yo cantábamos también.
A los 35 minutos Vélez mete otro contraataque y Miguel Benito clava el 2 a 0 que cayó como un balde de agua fría.
Lo putearon a “Cococho” Alvarez, “¡estas más lento que el tren Belgrano!” Vélez siguió tocando y los sabaleros no le encontraban la vuelta.
Terminó el primer tiempo, casi no nos podíamos mover para ir en busca de una cerveza verdadera.
“Chiquita”, era la concesionaria que vendía choripanes, su puesto estaba al lado de los baños, mientras Safari cantaba “Movete Chiquita movete” La cola era más larga que la que hacen en los bancos para cobrar la asignación universal, el aroma de los choris eran un combo con el humo de la parrilla y el olor inconfundible de los sanitarios.
Pudimos comprar en la tribuna dos botellas de agua a un vendedor ambulante para saciar la sed de una tarde calurosa.
Pese a que los bombos y el aliento no cesaban, los más sensatos aceptaron que el equipo de la “V” azulada les pasó por encima en el primer tiempo y Colón solamente creó una jugada de peligro. ¡Hay que hacer un gol! -desde el vestuario decían- porque estos se meten atrás y sonamos.
Empezó el segundo tiempo, Trapito seguía vendiendo caramelos y la gente haciendo palmas para levantar al equipo. Colon jugó mejor, la “Yegua” Coscia desbordaba y tiraba centros, al igual que el “Pato” Britez, pero la pelota no entraba.
En un jugada aislada, “La Chiva” Dimeola se sacó el marcador de encima y metió una pelota bombeada al ángulo, inalcanzable para el arquero, vamos carajo gritaban un poquito más y ganamos.
“Yo soy así
Del Negro soy
De la cabeza siempre voy
Donde juegues
Yo voy a estar
Siempre alentando hasta el final”
La alegría se consumió en diez minutos; en una jugada colectiva Vélez metió el tercero y tiró el equipo atrás.
Colón no pudo, ni supo encontrarle la vuelta al partido.
Los de Santa Rosa de Lima guardaron los trapos, llevaron los bombos en silencio hasta Boulevar Zavalla y se quedaron allí meta cerveza y vino hasta que la noche los lleve de vuelta.
Nosotros tomamos Avenida Freyre buscando un bondi, nunca hay uno cerca, transpirados, con las camisas sucias pero contentos por la tarde de futbol.
El sabalero tuvo muchas tardes de gloria pero ese domingo estuvo ausente.
Muy buen relato! Es como si hubiera estado en la cancha, viendo el partido!. Salvo cuando tiraron “cerveza caliente” en sus espaldas…ahí yo ya me había ido a por otro chori.
Excelente relato bien con el aire futbolero. Vas viendo lo que se describe. Se vive.