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FELIPE Y ERNESTO.

 Felipe y Ernesto vivián en un pueblo del interior, se conocían de chiquitos y compartieron muchas experiencias en sus vidas.

 El padre de Felipe trabajaba en el mayor almacén de Ramos Generales del lugar, propiedad del padre de su amigo.

 Estudiaron juntos en la escuela primaria. Ernesto poseía cutis blanco, cabellos castaños y ojos claros, era un niño lindo. Felipe era un chico del montón.

 Ernesto era inteligente, hábil, no era el mejor alumno por desinterés. Felipe era un chico del montón.

 Terminaron la primaria y se anotaron en el secundario, solamente Ernesto concluyó, su amigo abandonó a mitad de camino; a pesar ello, siempre cultivaron la amistad.

 Los viejos de Ernesto tenían muy buena posición económica, y él se fue a Buenos Aires a estudiar Arquitectura.

 El otro permaneció en el pueblo y comenzó a trabajar en un depósito de materiales de construcción.

 El estudiante terminó su carrera universitaria y rápidamente se convirtió en la capital, en un profesional exitoso. Comenzó a trabajar en un estudio importante que se dedicaba a diseñar y construir edificios de gran altura, en contraste a los de diez (10) pisos que se construían en los primeros edificios de departamentos.

 Participó como socio, favorecido por su empatía y ganas de progresar en negocios inmobiliarios de distinta índole.

 Cuando regresaba al pueblo, se hacía tiempo para compartir con su amigo de la infancia, charlas, sobre el pasado transcurrido, como también de los proyectos a futuro.

  Era una amistad sin barreras, ni especulaciones; Felipe admiraba la audacia ganadora de su amigo, y a este, le gustaba la honestidad y fortaleza para superar adversidades que poseía el otro.

 Hablando de proyectos fue Ernesto el que sugirió a su amigo abandonar su trabajo en el corralón y dedicarse a la construcción en forma personal, ya que había aprendido el oficio.

 -¡Sólo necesitas dos media cuchara y te vas para adelante, le dijo!.

 Quién se quedó en el pueblo, le agradeció el consejo, porque se había casado con Marisa, tenía dos hijos pequeños y un tercero en camino.

 Ernesto por su parte seguía desarrollando una intensa vida social y conoció a Sofia con quién contrajo matrimonio y de esa unión nació una niña que estaba próxima a cumplir dos años.

 El arquitecto era asiduo concurrente a reuniones sociales con familia de la alta sociedad porteña, donde era común encontrarse con artistas de televisión, de la farándula y de la política.

 El entendía que todo eso, también era parte de su negocio o proyecto empresarial.

 Felipe conocía la casa paterna de su amigo, fue muchas veces a visitarlo cuando venía al pueblo, pero este le insistía para encontrarse en su casa, a tomar unos mates debajo de una parra y saborear el pan casero que Marisa elaboraba con manos artesanales en el horno de barro. Era común que aceptara la invitación de compartir un sabroso guiso de arroz en la cena.

 Mientras tanto, Ernesto le contaba porque países estuvo, como era la gente de otros lares, como eran las mujeres y también las costumbres.

 -¡En este último viaje estuve en Mónaco, enfrente de la casa del Príncipe Alberto, el famoso Casino, y observando la carrera de Formula 1 de Montecarlo!.

 -¡Te envidio sanamente, yo apenas conozco el Paraguay, y  Camboriu cuando fuimos en una excursión en colectivo!.

-¡Pero no todo es color de rosa, le contesto su amigo.!

 En un tono de sinceridad le dice que:

 -¡Con posterioridad al nacimiento de su segundo hijo, un varón, tuvo una crisis matrimonial con Sofía, por el largo tiempo que permanecía fuera del hogar y no sabía

 bien que iba a hacer!

 -¡Chamigo, yo muchas veces discuto con  Marisa, pero después eso pasa y se soluciona todo!. Ernesto no le contestó.

 El profesional siempre andaba bien vestido, con ropa de marca y un rolex en el brazo, le decía a su amigo-¡si tenía alguna dificultad económica le hiciera saber que sin inconveniente podía contar con él!.

 -¡Me alegra tener un amigo de fierro como vos, que viene y comparte conmigo, siendo un hombre de mundo, mi sencilla vivienda; si necesito te pido pero con una condición;  cuando pueda te devuelvo!

 Ernesto quedo pensando en la nobleza de Felipe y su palabra, acostumbrado a vivir en un mundo de golpes bajos y en muchos casos, turbios.

 Durante un tiempo el arquitecto no regresó al pueblo porque tenía un proyecto muy importante a desarrollar, era imprescindible su presencia en Buenos Aires, por eso se comunicaban por los medios digitales.

 -¡Cuando pueda escaparme voy a desenchufarme y compartir contigo unos mates y charla de la buena!.

 -¡Siempre sos bien recibido en mi casa amigo!.

 Vino un fin de semana de octubre, acordaron encontrarse el domingo por la tarde.

  No faltó el pan casero que a Ernesto tanto le gustaba.

 En la conversación el arquitecto le hace el siguiente comentario a su amigo de siempre:

-¡Si tomás un trabajo por dieciocho (18) meses, tratá de terminarlo en quince(15); ganás dinero porque tenés tiempo para emprender otro!.

-¡Comprate un terreno que no sea muy caro y tratá de construir tres (3) o cuatro (4) departamentos chicos para alquilar a los estudiantes de la Universidad o a las parejas jóvenes; te van a servir para cuando te vuelvas viejo y no poseas la dinámica y fortaleza física de ahora!.

 -¡Como siempre le agradeció con gusto el consejo y lo invito a cenar!.

 -¡Hoy te agradezco, me tengo que levantar temprano, ir a la capital de la provincia para tomar el primer vuelo de la aerolínea de cabotaje, porque mañana a la doce (12), tengo una reunión con unos empresarios en Buenos Aires!.

 Se despidieron con un abrazo fraterno.

 En voz alta Felipe le dice:

 -¡Te quiero y te admiro mucho amigo, me hubiese gustado ser como vos, Feliz como vos!.

 Ernesto camina unos pasos hasta su Audi Azul A 4, se detiene un instante antes de abrir la puerta, queda un rato en silencio, y le responde a Felipe:

 -¡Yo también te quiero y te admiro mucho, pero quién te dijo que yo soy FELIZ!.

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7 thoughts on “FELIPE Y ERNESTO.

  1. Vívido relato muestra de los dramas y vicisitudes de equilibrar un trabajo y una profesión exigente con el vivir las simples cosas de la existencia. Y la amistad genuina que posee viso de eternidad. Sigue en la huella…

  2. Si Doc. En su relato me la dejó picando, pero se la voy a devolver: Hay palabras para las cuales cada uno puede tener una definición diferente, felicidad, es una de ellas. Algunos más osados, incluso niegan su existencia, pero en mi caso, la conocí personalmente: Hace 35 años estaba yo en los pasillos de una clínica con los ojos grandes y cara de asustado cuando una enfermera vino con un bulto y me lo depositó en los brazos diciéndome ” papá aquí tiene su hijo” casi salgo a disparar…pero la felicidad me inmovilizo

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