NO ERA UN PERRO CUALQUIERA.


NO ERA UN PERRO CUALQUIERA.
Todos tenemos, o hemos tenido, alguna mascota alguna vez. En menor o en mayor medida, esa compañía de los animales nos ha “refrescado” la vida.
Muchas personas poseen animales exóticos, o los tradicionales, que se han ido adaptando a vivir en espacios más reducidos.
Sobre ellos se han escrito libros, historias, películas; quién no recordará a “Rintintin”
Durante mi infancia y parte de mi juventud, tuve de mascota a un perro muy especial.
Mi vieja lo apodó con el nombre de “Tigre”, porque era overo y siempre me recalcaba que él tenía la edad que yo tenía.
El Tigre era un perro de los de antes, vivía en el patio, en una ocasión le hicimos una casa de madera y nunca la utilizó.
Al igual que Fernando, era “Un perro callejero por derecho propio”, muy sagaz y “guardián de aquellos”.
Por esas cosas de la convivencia se fue convirtiendo en mi perro; en casa estaba mi vieja, mi hermano mayor que prefería los gatos y mi hermano menor que era un niño.
Nuestra relación fue generando afectos, el buscaba recostarse cerca de donde yo estaba, y a mí me agradaba su compañía.
Se llevaba bien con mi vieja, no era tonto, era ella la que le preparaba la comida. No había “comida para perros” como ahora, pero siempre el resto de nuestros guisos eran para el Tigre.
Dije que era callejero porque siempre durante el día salía a patrullar, no era de buscar roña con los animales de su especie, pero era valiente para defenderse si las circunstancias lo obligaban.
Nosotros vivíamos en la calle General Paz, cerca de la Escuela 236, en la mitad de una vivienda que compartíamos con mi abuela, propiedad de un colono que todos los meses venía a cobrar la renta como “el señor barriga”. Pero mi vieja garpaba.
Estaba compuesta por dos habitaciones y una pequeña cocina. Adelante el comedor y dormitorio de mi vieja y mi hermano menor, en la siguiente mi hermano Toto y yo, con el ropero y las cosas que siempre se guardan en las casas.
Si habrías las puertas podías apreciar el patio, porque todas estaban en la misma dirección.
En el frente un muro bajo, con dos espacios, uno mediano y otro como para ingresar un vehículo que nosotros no teníamos.
Las llaves de acceso eran un elemento decorativo, rara vez la puerta principal estaba llaveada, o sea que a la vivienda podría ingresar cualquiera, aunque no ingresaba nadie porque el Tigre se lo impedía.
Mi perro no era policía, pero parecía, hacía guardia 24 x 24, para cuidar la morada.
Para eso no tuvimos que enseñarle nada, aprendió solo que ese territorio debía ser resguardado al igual que los residentes.
En verano nuestras noches de sueño eran con puertas y ventanas abiertas, un espiral en cada pieza, no había ventiladores.
Una vez mi hermano le pregunto a la vieja:
– ¿Mira si nos entran a robar?
– ¡Que nos van a robar si no tenemos nada!
– ¡No te olvides que está el Tigre!
– ¡No teníamos nada de valor, pero éramos felices!
Por aquel tiempo las calles eran oscuras, un foco de 25w en cada esquina y nadie tenía luz en frente de sus hogares.
Mi madre se encomendaba a los santos y yo lo pedía a mi perro que cuidara de nosotros.
Los que tienen animales en sus casas, comprenden la sagacidad e inteligencia de estos, como entienden perfectamente lo que hablan sus amos y cuando hay o no una situación de peligro.
Con el tiempo comprendí como el se las arreglaba para cuidar la vivienda que ni siquiera tenía portones.
A veces cruzaban tres o cuatro animales de su especie generando alboroto en la calle de tierra¸ él les ladraba del lado de adentro, como diciéndole:
– ¡En la calle háganse los guapos, pero del muro para adentro no jodan!
Esos ladridos duraban un tiempo, mientras los provocadores permanecían en el mismo lugar, el corría de una punta a otra de la casa.
En su tarea del cuidado de la casa se tomaba algunas licencias, ladraba a las personas que cruzaban en bicicleta, en moto o en auto.
Nunca lo hacía por delante, siempre de atrás.
Una noche se armó un quilombo grande porque solía morder las ruedas traseras de las motos y de las bicicletas.
El conductor de la bici venía “duro”, cuando el tigre le mordió la rueda trasera, lo desparramo por el suelo. El tipo se levantó empezó a gritar y el perro a ladrar más fuerte.
Nos levantamos todos y el hombre en su misma borrachera, desenfundo un cuchillo.
– ¿Por qué no atan a ese perro que anda molestando a la gente que cruza por la calle?
– ¡Manga de carachentos!
Ernestina se preocupa al verlo sacado y con el cuchillo en la mano. Mi hermano mayor tomó un palo de ubeña.
– ¡Voy a matar ese perro!
Con sagacidad el guardián en vez de ingresar a la casa se cruzó al otro lado de la calle y le ladraba al hombre; el lo siguió y se termino tropezando en unas lianas que existían en un terreno baldío.
El vaho etílico que lo abrumaba le impidió levantarse rápidamente, mientras mi perro guardando prudente distancia no dejaba de ladrarle.
Con la agilidad que lo caracterizaba le dio un tarascón en el tobillo, lo que lo puso más loco aún.
Mi vieja le mando a mi hermano hasta la casa de Isidro Sotelo, el taxista del pueblo, para que llamara a la Policía.
Por suerte la fuerza de seguridad llego pronto; agarraron la bici y a su maltrecho conductor, y los arrojaron en la carrocería de la camioneta Chevrolet para trasladarlo a la Comisaría.
La guardia 24x 24 se interrumpía cuando aparecía una perra en celo, y el animal se iba con la jauría. Cosa de perros. Regresaba a los tres o cuatro días con heridas en el cuerpo producto de las peleas que ellos mismos ocasionaban.
Nosotros dormíamos igual en el verano con las puertas y ventanas abiertas, pero con “el sueño más liviano” porque el ladrido de la alarma no iba a sonar.
Tigre era durante el día un perro sociable, se juntaba con otros, pero siempre en la calle. Jugaba con nosotros en los circos que armábamos con tacuaras y sabanas[RCC1] [RCC2] [RCC3] que le ensuciábamos a la Ernestina.
Por temporadas nos seguía a todas partes, incluso a las reuniones sociales, era un problema porqué estábamos en la “quermese” de la parroquia y mi mascota junto con nosotros, a veces teníamos que irnos porque a él le daba lo mismo que le dijéramos que se vaya o que se quede.
El primer año que me fui a la Universidad, no pude venir a mi casa durante el año completo, me comunicaba con mi vieja por cartas.
Ella nunca me decía en sus respuestas, si algo andaba mal, siempre:
– ¡Estamos todos bien!
En una ocasión me escribió:
– ¡El Tigre no anda bien, esta sordo!
Pensé en el final y que al contarme me estaba preparando para la mala noticia.
A mi regreso en el mes de diciembre, al llegar a casa, lo veo acostado muy maltrecho.
Estaba ciego y también sordo, se movía por instinto.
Se dio cuenta que yo llegué, saco fuerzas para acercarse y ponerme su mano sobre mi rodilla.
– ¿Como te conoció si no ve ni oye? Agrego mi madre.
Acaricie su cabeza con mis manos, de la alegría trataba de emitir sonidos como si me hablara.
– ¡Lo que son los animales!
Antes de regresar a la Universidad se terminó muriendo.
Pensé:
– ¡Me espero para despedirse de su dueño!
Lo enterré en el fondo de la casa, y comprendí que con él también había pasado parte de mi vida.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
Qué decir Cuqui querido…vos sabés de mí amor por esos animales.
Nudo en la garganta, chamigo.
Una historia fresca que huele a menta y miel, impecable mente relatada.
Si, los perros son absolutamente incondicionales y leales. Creo que a una gran mayoria en nuestra infancia nos marco la presencia de un perro. Yo de niño tuve uno que se llamaba Toba y ahora de viejo tengo otro con el mismo nombre. Quizás en el futuro y en otro lugar, dónde viven los que algunas vez ame, entre ladridos de alegría y abrazos,todos nos volveremos a encontrar .
Querido amigo a mi edad uno se vuelve muy sensible, y con la historia de Tigre se me escapó un lagrimon!! Me siento muy feliz de esperar con ansias cada fin de semana una rica historia. Rica en todos los sentidos por lo menos para mí que ma apasiona la lectura. Eso se lo debo a mi Madre que tuvo la inteligencia de hacerme viajar por por el universo a través de la misma . TE DESEO UNA LARGA JORNADA EN ESTE VIAJE GENIAL LLAMADO VIDA !! LUPIN.
Hola. Ramon. Con este cuento, cómo no recordar a mi primer perro, cómo soy el mayor en la familia, cuando nacio el “Guri” me regalaron una gallina, un gato, por supuesto un perro, lo llamaba ” guagua” se enfermó de rabia, mi papá lo tubo fue sacrificar.
Muy bello relato. Con un valor sentimental enorme. En casa mis padres no querían ” Perros”, así decían, una vez pregunté por qué y los dos me respondieron lo mismo.: Tuvieron muchos años uno y sufrieron con su partida.Recordaban los nombres: Sultán y Señor.
Son los verdaderos amigos de los seres humanos.
Muy lindo homenaje a tu mascota con este relato. Me encantó. Abrazo enorme 🤗
Justamente el viernes tuve que enterrar mi mascota, amiga casi humana,
Nada son lo más.
Tigre…Enzo , Lola… partes de la flia. los incondicionales. Entienden todo siempre!
Justo homenaje a todas las mascotas.BIENNN..
Exelente el homenaje a tu perro, hermosa historia y muy fuerte el final, por eso no voy a explayarme en comentarios, porque voy a terminarl llorando,..gracias por publicar querido kuki, un gigante abrazo desde el alma y con el corazón para vos,…de parte Deere….Juan Villero…bendiciones querido amigo ….
Increíble cuento!Al recordar a mi adorado y siempre recordado RUFI,se me piantaron varias lágrimas!No hay nadie que pueda entender lo qué es,el amor de un perro hacia su dueño. Y viceversa.Dormía a mi lado.Me cuidaba cómo el mejor! Siempre lo extrañaré,a mi amigo incondicional.Mi recuerdo y amor, por siempre y hasta siempre.