DOÑA TOTA LA CURANDERA.


DOÑA TOTA LA CURANDERA.
La vida nos lleva por muchos caminos, debemos atravesarlos con valor cuando son difíciles y con goce cuando son bellos.
En esos caminos, a veces somos actores principales y otras, actores de reparto o simplemente testigos de actos que, nos gusten o no, a algún lugar nos trasladan.
Mi situación era simple; no hubiera podido estudiar si no trabajaba. Recorrí muchos caminos, hasta que la fortuna, el azar, o lo que debe ser me arrojó una soga de esperanza. Conseguí un trabajo de portero en una escuela en el barrio Guadalupe de Santa Fe; se me iluminaron los ojos. El barrio de Guadalupe es uno de los más lindos en la ciudad de Santa Fe.
No era tan sencilla la cosa, el cargo traía consigo la responsabilidad de cuidar la escuela y residir en ella. Además, el lugar era un tanto marginal en comparación con el nivel de vida que llevaban los del barrio residencial. Se llamaba Guadalupe Oeste. Un lugar de gente sencilla, trabajadora, con hogares modestos y también “ladrones”.
Construyeron dos habitaciones en la parte posterior del establecimiento para la residencia del portero que debía cumplir funciones de sereno. El mobiliario estaba compuesto por una cama de una plaza, reciclada de un Hospital, con elásticos vencidos. Una madera cruzaba en el medio de la misma para que, la persona que se acueste, no toque con su cuerpo los barrales de la parte baja. Una mesa, dos sillas, un viejo armario que hacía las veces de ropero y una estufa a cuarzo. No había ni cocina, ni heladera, ni ventilador.
La razón por la que se creó el cargo, tenía su fundamento en los reiterados desmanes que se producían en la escuela, roturas de vidrios, robos de elementos necesarios para la enseñanza, etc. Los responsables de tantos perjuicios eran un grupo de muchachos que vivían en el barrio y se aprovechaban de la soledad del edificio fuera del horario escolar.
En la primera entrevista que mantuve con la directora, de nombre Enriqueta, me anotició que los ingresos de personas ajenas fueron reiterados y, en la última, los ladrones ingresaron a la dirección “hachando la puerta de acceso”, que era de madera.
– ¡Son los Alarcón y unos primos, que están presos por otros robos y viven a unos trescientos metros de la escuela, donde también residían familiares de Carlos Monzón!
– ¡Voy a trabajar de portero, pero no sé si podré enfrentarme a personas con armas decididas a cometer un daño o un robo!
Como dándome a entender que ese era mi problema me respondió:
–¿Usted no sabe la cantidad de personas que andan buscando trabajo?
El único colectivo que llegaba al lugar era el de la línea 10, de color verde; al cuál con el tiempo con cariño lo llamé “el décimo”.
La escuela era conocida en toda la ciudad como “la escuela de los burritos”, no por su número ni por su nombre verdadero.
El apelativo no tenía relación con el nivel intelectual de los alumnos, sino con una situación fortuita ocurrida en el patio. Una yegua dio a luz a un “potrillito” y fue la causa que el imaginario popular la bautizo con dicho nombre.
Uno podría explicar extensamente que estaba trabajando en tal escuela y la gente te decía:
– ¡No sé dónde queda!
¡Pero si les decía “la escuela de los burritos!, inmediatamente te indicaban cuál era y el lugar donde estaba ubicada.
En las noches de soledad y de estudio, trataba de elaborar una estrategia para sortear el problema principal de mi trabajo que era evitar la presencia de los muchachos complicados.
Creí conveniente tratar de identificar a los vecinos más cercanos, tratarlos con empatía y buscar aliados para el normal desarrollo de las actividades escolares.
Un vecino me comentó un día, que familiares de los presos que iban a visitarlos al lugar de detención les contó, que ellos les dijeron:
– ¡Avísenle al portero, que cuando salgamos de acá, vamos a ir de nuevo a la escuela, esté quien esté!
Empecé a visitar al almacenero, Don Ríos. Me hice cliente. También había una cancha de fútbol, me moría por las ganas de ir a jugar pero no lo hacía porque muchos de los que allí jugaban venían a tomar agua a la escuela. A la vuelta vivía una chica muy bella llamada Liliana que andaba noviando con el boxeador Metralleta González.
A dos casas del Almacén de Ríos, vivía Doña Tota, un personaje de aquellos y que me ayudó muchísimo en mi trabajo. Doña Tota era “curandera”, muy respetada en el barrio. Pese a su baja estatura cultivaba una personalidad avasallante. Su casa era modesta y siempre había personas sentadas esperando ser atendidas. Decían que era la única que curaba “la culebrilla” en Santa Fe, y ella se jactaba de eso.
La fui a visitar una tarde y ella amablemente me dice:
–¿Así que usted es el nuevo portero de la escuela?
–¡Si doña, vine a verla porque estoy preocupado por los robos y los daños que hicieron en el edificio escolar!
– ¡Quédese tranquilo, ahora van a terminar!
– ¡Los Alarcón, que están presos, prometieron volver cuando salgan!–dije
– ¡Le conozco bien a esos atorrantes, en vez de buscar un trabajo, andan robando. La madre siempre viene a vencerse! ¡Cuando venga le voy advertir; si me entero que tus hijos andan por la escuela, no me aparezcas por acá!–terminó
Como el patio del fondo era muy oscuro por las noches solicité que colocaran una lámpara que se encendiera desde adentro.
Como tenía que ir a la Facultad a la tarde, le dejaba la llave para encender la luz a Doña Tota.
– ¡Vaya tranquilo, yo me encargo no importa la hora que regrese!
Había chicos que cursaban la primaria con problemas de disciplina que entraban los fines de semana a molestar. Uno de ellos era Tarditti. La curandera lo vio ingresar un domingo por la tarde en mi ausencia, se vino desde su casa y lo expulsó con un sermón.
– ¡Tarditti a la escuela se viene a estudiar no a jorobar, no te quiero ver los fines de semana por acá! – Y éste no apareció más.
Los Alarcón salieron de la cárcel pero por la escuela no aparecieron más. El respeto que le tenían a la doña y el cuidado que puse en controlar la situación, hicieron que no fuera necesario llamar a la Policía por ningún hecho de vandalismo.
Doña Tota no trabajaba con Obra Social, sus honorarios eran a voluntad del paciente. Vivía modestamente, pero siempre desbordaba alegría.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
Los curanderos, personajes de todos los pueblos y muy respetados, a veces el imaginario popular puede más que cien ejércitos.
Muy buena historia. Mientras iba leyendo, me iba convirtiendo en uno de esos testigos mencionados al principio.
Uhh. Las curanderos de los pueblos o parajes, aunque aveces esa profesión también es ejercida por algún “Curandero”
En mi pago, conocí a “Ña Juanita” …
Linda historia, muy bien contada, que a cada uno le hace recordar situaciones y personajes parecidos.
Personajes populares de los pueblos y el deterioro de nuestras clases sociales. Además de las incalculables maniobras que han de hacer aquellos que no podían pagar sus estudios sin conseguir todo tipo de laburo que paguen a los mismos, por el contrario otros roban para no laburar. Todo en un solo relato. Muy bueno
Belleza. Un relato de una época que evoca imágenes por doquier. El paisaje del barrio donde estaba la escuela. La imagen de la curandera; del estereotipo de la la relación entre el boxeador y la piba linda; el barrio de Monzón; los chorizos del lugar; el portero del colegio. Todas imágenes muy bellas que proyectan la vida íntima y privada (con las imágenes de la habitación y sus muebles escasos) con la vida pública y social (con los vínculos entre los residentes del barrio y el establecimiento educativo y su actividad autoridades). El relato es un cuadro con pinceladas finas y gruesas. Soberbio! Me gustó!
Si parece que la figura de la curandera es un personaje recurrente en todos los lugares y épocas. En mi infancia había una ” Doña Una” en el barrio. Sus hijos jugaban conmigo y tenía muchas visitas de ” pacientes”. También como el caso, muy respetada.
Que bello relato. Cargado de veracidad. Gente que tiene el poder de comprender y ayudar, más allá de lo mágico. Me gustó mucho. Abrazo enorme!
Todos conocimos a alguna, Doña Tota, quizás hayan cada vez menos, no sé…. respetada ella, quizás era más efectiva que la justicia jaja..