CORRESPONSAL DE RIESGO.
Me pidieron en el diario que hiciera la cobertura de la sección deportes. No podía negarme porque siempre se portaron de primera conmigo. Me imaginé cubriendo un partido del Federal C. Sin embargo, al Gordo Balestre, se le ocurrió utilizar los boletos de canje, dejados por un patrocinante que los adquirió a bajo costo. Los vuelos eran Córdoba-Cartagena de Indias; ida y vuelta. Hicieron una vaca flaca para los viáticos, diciéndome “¡Andá a cubrir un partido de la Libertadores!”.
En primer lugar, busqué el fixture de los equipos colombianos y ninguno jugaba cerca de la ciudad histórica. Sin embargo, el 26 de mayo, por la Copa Sudamericana, Juniors de Barranquilla enfrentaba a Unión de Santa Fe. El equipo ganador pasaba a la ronda siguiente.
Emprendí el viaje al país cafetero. Al llegar abordé un colectivo, llamados por ellos Bus, a la ciudad de Barranquilla donde se disputaría el encuentro. Me alojé en un Hostel donde compartiría la habitación con un mejicano de Michoacán.
Averigüé lo indispensable sobre el juego; dónde quedaba el estadio, las medidas de seguridad y cómo debía hacer para ingresar como corresponsal de riesgo.
Había llevado un chaleco similar al que usa Sixto Fariña para ingresar a la cancha. Plastifiqué una credencial trucha con un sello que me acreditaba para la cobertura periodística.
El partido se iniciaría a las 19,30 horas colombianas. Una hora antes encaré, en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez, para la zona de prensa. Me detiene un tipo con chaleco verde de seguridad.
– ¡Periodista internacional!- dije, mostrándole la credencial
-¿Se registro?- preguntó
– ¡Si señor, me autorizó el club!- dije
Había llevado, como herramienta de trabajo, un morral de lienzo donde tenía una carpeta y un micrófono conectado a una batería que no andaba. Me lancé hacía la parte baja del estadio, detrás de la ubicación de los bancos de suplentes de los equipos.
La gente estaba convencida que el equipo local se quedaba con el triunfo; es más, lo daban por hecho. El ambiente de euforia despejaba cualquier pronóstico.
Como de costumbre, los jugadores del equipo visitante, entran a la cancha, a realizar las tareas precompetitivas, antes para evitar bancarse los gritos hostiles y el ambiente adverso que viene de las tribunas.
Los jugadores de Juniors vinieron después arengando a su hinchada. Uno, de ellos, trajo solo la perchera, sin la remera. El arquero era el capitán. También formaba parte del equipo la estrella; Miguel Borja, centrodelantero que parece lo quiere traer River.
Unión hizo todos los movimientos previos con pelota en cambio los de Barranquilla basaran el trabajo en la parte física. Empezó el partido y a los dos minutos “los tatengues” ganaban por un gol, marcado de cabeza y en contra; El público, en las tribunas, no podía creer y comenzaron los insultos.
– ¡Que está haciendo ese gallo!- gritaban algunos.
-¿El portero dónde estaba?- repetían otros.
Se lanzó al ataque con la firme idea del empate y los santafesinos empezaron a demorar; se tiraban, alargaban los saques laterales e incluso el chico “alcanza pelotas” tenía una sola para devolver.
– ¡Están muertos! ¡Éstos vinieron a hacer tiempo! – gritaba el público
Miré el reloj. Eran las 20 horas y hacía 34° grado de temperatura que ascendía a 38° de sensación térmica y la humedad insoportable. Parafraseando al Bambino Veira, al estadio metropolitano le faltaba “frescura”.
El árbitro, paraguayo él, cobró penal a favor de Juniors ¡Una locura! ¡La gente enloqueció! Patea Borja, la estrella ganadora de 4 palos verdes por año.
– ¡Le va a romper el arco!- grita uno.
– ¡Hagan tiempo, ahora! – dice otro.
El arquero de Unión ataja el penal y empezaron las puteadas. El pequeño grupo de hinchas visitantes se hace oír ante tanta gente.
– ¡Ese es Bulin, eso es Bulin! – dicen.
-¿El 6 se llama Bullying?- pregunto
– ¡No, al 6 le dicen Moreno, para no decirle Negro! – contesta uno de los periodistas que estaba cerca.
El consumo de cerveza iba en aumento entre el púbico. Algunos parecía que tenían libreta porque el vendedor les dejaba dos latas y luego venía a cobrarles.
La defensa de Juniors no paraba a nadie. Los de Unión aprovecharon y le metieron más goles. En el entretiempo, la gente quería hacer los cinco cambios permitidos, juntos.
– ¡No se puede esperar más, sácalo a esas vainas! – gritaban al director técnico
-¿Cómo vamos a perder así con estos boludos?-
– ¡No vengo más a la cancha!-
La situación empeoró y se comieron cuatros pepas. De las críticas no se salvaron los jugadores, ni el técnico. La resignación se apropió de la hinchada local; algunos se retiraron antes de que culminara el encuentro.
Cuando salí del coqueto estadio, abordé un taxi porque el embotellamiento iba a demorar mi regreso al alojamiento. Tuve que trasponer el estacionamiento de vehículos que estaba colmado, ellos le llaman “parqueadero”, y me demoré en conseguir un auto amarillo. Observé nuevamente el reloj, las 23:00 horas y aún no había cenado. Los negocios gastronómicos de los alrededores estaban cerrados. Hablando con el sereno, se ofrece para conseguirme un delibery de hamburguesa y se lo agradezco.
Debo destacar que la experiencia ha sido muy buena. Si me destinan nuevamente a Barranquilla, pediré ir a entrevistar a Shakira; suele venir a su tierra. Para preguntarle si es cierto que le dio a Antonio De la Rúa 15 palos verdes cuando se “pico” con “Piqué”; o sea más plata de lo que le dio Susana Giménez a Cenicero Roviralta. Aunque esa moneda para la intérprete de “Ojos así”, termina siendo un cambio.
Paco Camorra.
www.ideasdelnorte.com.ar
5 respuestas
Buen. Es difícil comentar este relato. Creo que me perdí desde el principio. Tal vez es mi subjetividad respecto de los Tatengues….nada que se trate de ellos me resulta agradable….jaja!
Pero bue. Te lo perdono. Está divertido el relato. Entre el calor, la cerveza y el lugar se lleva adelante. Y si pensamos en el hoy de Shakira mejor recordar aquellos tiempos.
Me gustó aunque tuve que leerlo 2 veces. Un abrazo!
Otro colorido relato futbolero; había resultado corajudo Claudio! Mira que meterse de visitante con los colombianos!
Felicitaciones! Y suerte con Shakira!
En este simpático relato con ritmo cinematográfico, haflora su vena futbolera. Alguna vez le sugerí que escribiera la historia de los equipos de su pago natal. Bueno le cuento que en la vecina localidad de Liebig la historia de Sol Naciente la están por llevar al libro. Cuidado Doc. Yacare que se duerme …
Bien el periodista registrado. A Shakira hay que darle un cenicero para que se lo tire a Gerard Piqué.
Un viaje de placer sin desperdicio y un pretexto. Bien ahí.