EL PÁJARO LEGUIZAMÓN.

ESTADIO DE FÚTBOL.
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EL PÁJARO LEGUIZAMÓN.

 Hay decisiones que tomamos en momentos determinados de la vida por distintas razones; a veces luego de las crisis u otras, para encontrarle la vuelta a situaciones que deben solucionarse.

El Pájaro Leguizamón era tucumano de Tafí Viejo, jugaba muy bien al fútbol, era delantero, veloz, de allí su apodo, tenía apenas 19 años. Se fue a probar a Atlético y a San Martín, no tuvo suerte; creía que por sus condiciones el fútbol podría cambiar su vida. Sus amigos “el Chori”, “Mortadela”, “Cuña”, “Cococho”,” Golondrina “y “Lagartija”, lo embalaban para que se fuera a probar a un club grande.

– ¡Tenes que ir a Buenos Aires, allá hay más posibilidades! -le dijo “Mortadela” con voz ronca.

 Leguizamón tenía familiares en Laferrere, en el pleno conurbano bonaerense, vivían hace tiempo allí y tenían lugar para alojarlo. Él se planteaba la situación del desarraigo, y la forma de poder cumplir con su sueño. Si viajaba no era un provinciano que iba a buscar cambiar de fortuna en los años sesenta; sabía que debía trabajar y que la situación social no era la mejor.

 Hablo con su familia de escasos recursos económicos, donde faltaba el dinero, pero sobraba amor; ese amor franco, sincero, de las cosas pequeñas que terminan siendo grandes. Lo entendieron y apoyaron su decisión.

 Adquirió un pasaje en ómnibus en La Veloz del Norte y emprendió el viaje. Sus primos lo esperaban en Panamericana y 197 para dirigirse a su nuevo destino, lo recibieron con alegría, el pariente que viene del norte, con su tonada, sus hábitos y sus ilusiones.

 Los primeros días del tucumano en Buenos Aires fueron de aprendizaje, conocer los lugares, la gente, la forma de la convivencia. Al tercer día, el chango mayor de sus primos, Ricardo Luna, le invito una picada de fiambres con cerveza y le habló con crudeza.

– ¡Yo sé que vos viniste por un sueño que no es fácil, en la provincia hay que aprender a sobrevivir, en todos los órdenes!

– ¡Vos sos un pibe sano acá te vas a cruzar con todo, el día y la noche; hay gente muy buena y también de la otra!

– ¡La provincia no es la misma a la que vinieron nuestros viejos, había más camaradería, más trabajo, más códigos!

– ¡Si te vas a bailar, cuídate, “corre merca”, “alcohol” y “violencia” ¡

– ¡Te puede empujar un flaco para que vos reacciones, se prudente, mejor bórrate, porque actúan en banda! ¡Cualquiera te puede hincar o darte con un fierro!

 El Pájaro le agradeció a su primo y durante la noche intento poner las cosas en la balanza. No vino a Buenos Aires para ser un perdedor, en esas condiciones en su pago estaría mejor. No quería perder la rebeldía o esa presunta parálisis como generación que anula las resistencias, esos contraejemplos que te convierten en nadie “lo jodía y mucho”.

 Tampoco era tan ingenuo en desconocer la realidad y la buena fe de su primo que quería cuidarlo. El tiempo jugaba en su favor y también en contra; sabía que tenía 19 años, era muy joven, pero para el fútbol de élite podría ser grande, en razón de no haber pasado por los procesos formativos de los chicos estrellas.

Consciente de que el poco dinero que trajo de la provincia del norte se le iba terminar en un abrir y cerrar de ojos, les pidió a los Luna algo de paciencia, mientras el trataba de lograr su objetivo.

Averiguó en los equipos de la B Metropolitana, se ofreció para las pruebas, y en todos lados les respondieron que estaban trabajando con los chicos de las inferiores o compraban alguien que rinda y no sea muy caro. Fue la primera desilusión.

 Mientras jugaba en los campeonatos de barrio, un pibe que observó sus condiciones deportivas le aconsejo:

– ¡Tenes que acerté conocer, un equipo de la Primera C te va servir!

 Estaba cerrando el libro de pases y encaró para Deportivo Laferrere, donde no quedó porque el plantel ya estaba completo. Se fue a El Porvenir, que tenía un solo 9 de área, al técnico le intereso, pero no le aseguró absolutamente nada. Regreso al día siguiente, lo ficharon aclarándole, que debía ganarse el puesto y comerse el banco de suplentes.

 Empezó con los entrenamientos, y los Luna le decían “Ronaldo”. Regresaba muerto por las tardes, aunque satisfecho por soportar las exigencias de equipo. Una mañana lo llaman desde una oficina del club para firmar su primer contrato, estaba emocionado hasta que le dijeron cuanto iba a ganar.

 Los que recién empiezan cobran el equivalente a un salario mínimo vital y móvil, el club se hace cargo del traslado y la comida cuando jugamos de visitante, y a los tres meses te podés afiliar a Futbolistas Argentinos Agremiados para usar los beneficios, como la obra social.

 Observo que casi todos los jugadores que militaban en la 4ta.categoría del fútbol de AFA, tenían que trabajar en otra cosa para sobrevivir. Se bajoneo un poco, pero con optimismo reflexiono que quizás el nombre de su club lo llevaría más arriba.

 Se conchabó en una sodería llamada “El altiplano” que estaba a 6 cuadras de la casa de sus parientes, para repartir el producto durante las mañanas en una vieja camioneta Dodge. El pago era porcentual a las ventas que eran regulares, porque muchos de los vecinos de la zona, compraban soda en sifones de plástico por aquella vieja costumbre de rebajar el vino con el producto.

 El Porvenir jugaba los días sábados, excepcionalmente los domingos, el Pájaro entendió que allí nada era gratis, tanto en el vestuario como en la cancha. Promediando el torneo el club se encontraba de la mitad de la tabla para abajo, los hinchas se lo hicieron saber con los cánticos:

– ¡Esta tarde cueste lo que cueste tenemos que ganar!

– ¡Pongan huevos la puta que los parió!

 El técnico le empezó a dar minutos en el segundo tiempo. En una de las primeras pelotas que va a cabecear en el área se “come un codazo” que le hace sangrar la nariz, se la bancó y termina convirtiendo luego el gol que significó el triunfo.

 La popu vió en Leguizamón un proyecto interesante, era joven, medía 1,85 y no arrugaba ante la marca. Termino siendo titular y el equipo se salvó de los últimos lugares. Al año siguiente pidió mejorar su salario, pero no fue lo que esperaba y le respondieron con una ironía:

– ¡Estas jugando en El Porvenir, no en Boca o en River!

– ¡Si podemos venderte lo hacemos y vas a ganar más, pero no llegó ninguna oferta por vos!

 Un compañero del equipo, “Sanguijuela Mastronardi” le conocía a Bochini y quedó en presentárselo. Una tarde noche se encontraron en un bar de Avellaneda y el “Bocha” le bajo línea.

– ¡Pibe esto es muy cruel, hoy subís mañana bajas! ¡Cuídate y guarda la guita que puedas, aunque sea poca!

 Nuestro personaje siguió con la sodería, ese dinero se los daba a sus parientes, que le dieron cobijo y siempre los respaldaron, de lo otro del club, que era escaso guardaba lo que podía.

 Mantenía la comunicación con su familia de Tafí Viejo, les contaba que en cualquier momento iba a jugar en un club más grande y todo cambiaría para bien.

 Los sábados después de los partidos concurría a los bailes con sus amigos y parientes de su generación. “Cumbia villera” a full, merca y descontrol; recordó las recomendaciones de Ricardo y regresaba temprano.

 Se conoció con Marlene, una morocha que trabajaba en un almacén en las inmediaciones de la Estación Laferrere de la línea Belgrano Sur, pegaron onda y comenzaron a salir. La chica era santiagueña, y por esas cosas que tiene la vida, se conocieron en el Gran Buenos Aires. Al año y medio de conocerse, se fueron a vivir juntos.

 Un amigo le consiguió en oferta un departamento sencillo de dos ambientes en Villa Luro, con el dinero ahorrado y algo que quedó debiendo, lo terminó comprando. Fue un paso adelante en su vida y en el de su compañera de viaje, pudo salir de Laferrere, aunque con el agradecimiento enorme a los Luna que lo bancaron siempre.

 El Pájaro cumplió 23 años seguía jugando en el Porvenir, se afianzó en el puesto y la hinchada lo alentaba con la frase:

– ¡Tucu, Tucu, vos sos del porve blanco y negro!

 Mientras hacían planes con Marlene se iban en bondi al club y a la estación Laferrere. El joven jugó su ficha, gano a medias jugando al fútbol, no podía decir que estaba salvado, pero tenía toda la vida por delante.

 Al despertarse todos los días en ese lugar que eligió, para al fin de cuentas hacer lo mismo, entendió también que no solamente salió de viaje. Simplemente sacó el freno.

Paco Camorra.

www.ideasdelnorte.com.ar

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9 respuestas

  1. Que buen relato. Destaca la vida de esfuerzos y sacrificios de los sueños de un jugador de fútbol, cómo seguramente hay muchos más. Me gustó mucho. Juego de palabras, metáforas, sentimientos, engarzados para contar una historia de vida simple, pero llena de sentimientos. Me encantó. Abrazo enorme!

  2. Me encantó la historia, una historia llenas de sinsabores, sacrificios y esperanzas, pero que al final triunfa el amor. Me hizo acordar muchas de nuestras vivencias y que gracias al Altísimo Nos salió perfecto .Todo como dije antes ,nos salvó EL AMOR !! ABRAZOS QUERIDO HERMANO RAMÓN CLAUDIO, LO MEJOR PARA TI. LUPIN.

  3. Una atrayente historia pintando las pequeñas vivencias de tantos jóvenes amantes del fútbol, buscando trascender en esa gran ciudad, llena de oportunidades y también de riesgos.

  4. Excelente relato!
    Cuántos “pájaros” hubieron, hay y habrán en el país. La mayoría de los jugadores de “élite” que son del interior, pasaron por lo mismo. Caso del Negro Ibarra y el Burrito Ortega, por nombrar algunos.

  5. Un nueva historia que referencia la lucha de un provinciano en Buenos Aires. En este caso, la historia de Pájaro Leguizamón y de su compañera de ruta santiagueña. Me hubiera gustado un giro romántico (más sobre la santiagueña) que acompañe la mirada hacia atrás y que no quede en la nostalgia del pibe que la lucha en el conurbano y que se tiene que cuidar de las trampas en la noche, la droga, la cancha, y demás los conflictos de contexto.

  6. Interesante historia en la que rindes homenaje a tantos chicos del interior que viajaron a la gran ciudad a triunfar en el fútbol. Algunos llegaron… otros volvieron tal cual se fueron. Muy bueno doctor!

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