POR ELLA LE DOY TIEMPO AL TIEMPO.
Silvina Granetti y Alejandro Ronconi son entrerrianos, ella es de Paraná y el de Basabilvaso. Ambos estudiaban Abogacía en la Faculta de Derecho de la ciudad de Santa Fe; en los claustros se conocieron y cursaron algunas materias en común.
Ella es sumamente bella, morena, de ojos claros, esbelta y seductora. Él tenía su facha, morocho, de cabellos enrulados y una buena contextura física.
En la facultad se fueron amigando en la cursada de las materias de Mosset Iturraspe, los días martes y miércoles de cada semana; él llegaba un rato antes mientras que ella lo hacía al comienzo de la clase. Su presencia no pasaba desapercibida en el grupo de estudiantes. Ambos solían quedarse a charlar un rato al final de la clase, con una dosis de empatía que fomentaban. Era común que Silvina buscara un lugar para sentarse en las cercanías del chico de Basabilbaso.
Alejandro era muy participativo en clases, le preguntaba al profesor sobre la temática que desarrollaba, tenía sentido del humor y era un tanto bardero con su grupo de amigos. Silvina sabía que su aspecto físico llamaba la atención, pero actuaba con naturalidad en el curso y en las charlas propias de los estudiantes universitarios.
Era hija de un acaudalado empresario entrerriano dueño de una empresa cerealera y Alejandro de un empleado del ferrocarril de Basa, como llaman lo entrerrianos a Basabilbaso, que era en su tiempo fue el corazón ferroviario de la provincia. La hija del empresario viajaba muchísimo, conocía Londres, Paris, Madrid y Roma; Alejandro solamente Concordia.
La piba de Paraná en ocasiones no asistía a clase los días martes con motivo de sus viajes, Alejandro le prestaba los apuntes para seguir el ritmo de estudios. Él estudiaba por necesidad y convicción, mientras que a ella le agradaba la carrera, pero estudiaba por pedido de su padre que siempre le recalcaba:
– ¡Vamos a necesitar una abogada en la empresa!
En las chalas compartidas en la intimidad, Silvina le comenta a su amigo que hacía dos meses rompió el vínculo con su novio luego de una relación “tóxica”:
– ¡El flaco me quería controlar la vida! -agrego.
– ¡No me lo banque más y le dije hasta acá llego mi amor!
– ¡Ahora estoy tratando de ordenar mi mente, por eso me encanta charlar contigo!
Alejandro se enamoró de Silvina y no estaba seguro de los sentimientos de ella, quizás estaba elaborando el duelo de la ruptura y se acercó a él para atravesar el puente. La ilusión la mantenía intacta y necesitaba conocer la verdad; se cuestionaba no por él sino por ella, la distinta condición social que ostentaban.
Al final de una clase un miércoles, ella le dijo que no tenía urgencia en regresar a Paraná y decidieron caminar por el Boulevard Gálvez en dirección al puente colgante. En el trayecto sus cuerpos se rozaron en varias ocasiones, mientras hablaban de la vida, de los proyectos y también de las esperanzas. El pibe en un acto de audacia le invito a tomar algo en la histórica Heladería Necochea, lo de audacia viene a colación de que no estaba seguro si el dinero que poseía le alcanzaría para pagar lo que consumirían.
– ¡Te invito yo se adelantó ella! -y Alejandro respiro aliviado.
En el café se cruzaron miradas cómplices, mientras debatían sobre el futuro y sobre el amor, ella agrega:
– ¡Vas a triunfar Alejandro, porque estás luchando por un sueño!
Le agradeció la frase y mirándole a los ojos le dice que estaba en sus pensamientos durante mucho tiempo del día.
– ¡A mi está pasando lo mismo, pero quiero dejar atrás la historia reciente!
La tarde se volvió noche y la charla muy dulce, hasta que ella afirmó:
– ¡Me tengo que ir!
Alejandro la toma de la mano y cruzaron la calle para abordar
el colectivo, que llegó al ratito. En la despedida se dieron un beso en los labios y desde el ómnibus la chica le regaló una sonrisa. Alejandro salió corriendo para pedirle que bajara del transporte: tenía ganas de abrazarla con fuerza y acariciar su rostro bello. Fue imposible el vehículo aceleró su marcha y ella no lo observó.
Se reencontraron con un abrazo en la explanada de la Facultad, y durante tres semanas vivieron momentos de amor a pleno, tuvieron química, y charlaban de cualquier cosa, mientras el amor los envolvía. La ansiedad de encontrarse con ella lo mataba a Alejandro; Silvina le recalcaba no dejes de preparar la materia que tenés que rendir, disfrutemos de esto tan bello, pero no descuidemos el objetivo.
En la última semana el joven noto un dejo de nostalgia en ella, eso le llamo la atención:
¿Qué te pasa linda? -preguntó.
– ¡Te tengo que contar que mi viejo fijo el domicilio de la empresa en Buenos Aires, y vamos a tener que trasladarnos toda la familia!
¿No nos vamos a poder ver me querés decir? -infiere Alejandro preocupado.
– ¡Vemos como lo manejamos! -respondió Silvina con dulzura.
Silvina Granetti se ausento de las clases y de la facultad; el amor se puso en pausa, Alejandro esperanzado entendió que, de tantos viajes, esa pasión intensa se puso #en modo avión#, pero seguía apostando.
“Por ella le doy tiempo al tiempo”.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
7 respuestas
Para una historia de amor, usted deja un final abierto, incierto – cómo es la vida- y la difícil tarea del desenlace queda en manos del lector, un final ” a la carta”. Son jóvenes, tienen mucho tiempo biológico, Alejandro DEBE, apostar a la esperanza.
Podría apostar que lo de Silvina solamente fue un refugio temporal… Niña malcriada de la la alta sociedad…
Mal que me pese Alejandro debe haber sufrido
Linda historia Amigo. Queda claro que no hubo mucha química entre ambos. Me atrevo imaginar que el se quedó sin hacer nada y ella se fue sin hacer nada. Dejar que el tiempo haga, es una buena manera de dejar pasar sin trascender. O tal vez se murió de amor, cómo la niña de Guatemala esperando a José Martí. O quizás, a Silvina la mataron como el primer cuento de Bioy Casares…en fin…lo bueno del relato es que queda todo en la imaginación del lector.
Un placer leerte . Abrazo.
Pequeña historia bien contada. Me gustó.
Que misterio, se habran reencontardo, después de la pausa?
EL AMOR ,COMO LA VIDA ES UN MISTERIO .YO COMO ROMANTICO INCURABLE Y CURTIDO POR LOS SINSABORES DE LA EXISTENCIA ,APOSTARÍA QUE TUVO UN HERMOSO FINAL. BUENO CADA UNO TIENE DERECHO A PONER EL FINAL QUE MÁS LE GUSTA. QUERIDO AMIGO RAMÓN CLAUDIO, ESPERO TENER LA SUERTE DE PODER SEGUIR TUS HERMOSOS VERSOS POR MUCHOS AÑOS. ABRAZOS Y BENDICIONES.
Una historia de “las de antes”. Migré ya hubiera contratado a Solita y a Satur como protagonistas y Doña Rosa no dormiría la siesta prendida a Canal 7, con su pañuelo en la mano, maldiciendo al padre de Silvina, quien seguramente sería el villano.