ERAN OCHO LOS OROZCO.

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ERAN OCHO LOS OROZCO.

La letra del rock de León Gieco, “Ojo con los Orozco” está escrita en su totalidad con una sola vocal, la “O”.

– ¡Nosotros no somos como los Orozco

Yo los conozco, son ocho los monos

Pocho, Toto, Cholo, Tom

Moncho, Rodolfo, Otto, Pololo

Yo pongo los votos solo por Rodolfo

¡Los otros son locos, yo los conozco, no los soporto!

 El autor prefiere a Rodolfo que es músico por encima de los demás, a los que le atribuye un sinnúmero de vicios. En la historia que pretendemos desarrollar, podrían ser los Orozco, pero no son, aunque “son ocho los monos”

 La Universidad Pública tercerizó el servicio del comedor universitarios durante los meses de enero, febrero y marzo, para hacer refacciones en el edificio principal. El concesionario resulto ser un señor llamado Miguel Cañete.

Una mañana se acercaron al club República del Oeste, sitio donde funcionaría transitoriamente el comedor, Tono, Polo, Lolo y Toncho a solicitar trabajo. Cañete los acepto y les indico las tareas que debían desarrollar para colaborar con el funcionamiento del servicio al mediodía y a la noche.

La Universidad ofrecía gratuitamente el servicio del comedor y la obra social, a todos los alumnos que aprobaran dos materias de la carrera por año, un número aproximado de 400 estudiantes asistían diariamente al lugar. Miguel Cañete supervisaba todo incluso la cantidad de personas que lo usufructuaban porque la Universidad le abonaba según la cantidad de bandejas servidas.

 Los muchachos se encontraron con una tarea difícil, que requería tiempos cortos en algunas etapas, como limpiar los pisos y cambiar los papeles que se ubicaban sobre las mesas para ofrecer el servicio. Durante la mañana debían acarrear los alimentos desde la planta baja hasta el primer piso del club; donde funcionaba el comedor. Entregar estos a los cocineros o acondicionarlos en determinados lugares para su posterior distribución. Había que subir en grandes proporciones, carnes, verduras, frutas, aceite y todo lo necesario para la elaboración de los alimentos que estaban a cargo de un grupo de cocineros de ambos sexos.

 El comedor se habilitaba a las 11,30 hasta las 13,30 por la mañana y a las 19,30 hasta las 21,30 por la noche. La comida se servía en bandejas metálicas y los mozos eran estudiantes universitarios de los movimientos estudiantiles, que percibían sus haberes por medio de la Universidad.

Tono, Polo, Lolo y Toncho trabajaban en horario corrido desde las 07,30 horas hasta cerca de las 23, cuando terminaba el primer turno había que preparar el segundo: Fueron los mismos mozos los que les preguntaron cuántas horas trabajaban y se asombraron con la respuesta. Fue por ello, que le plantearon al concesionario la necesidad de contratar cuatro personas más para cubrir el segundo turno.

 Por medio de conocidos se agregaron Toco, Rolo, Soto y Coco, totalizando como los Orozco un número de ocho. Se reorganizo el trabajo y cada equipo realizaba su tarea durante seis horas diariamente.

La calidad del servicio era monitoreada por los mozos y por los mismos estudiantes, que hacían caras de desagrado cuando la comida no era de su agrado o era insuficiente. El contratista exigía a sus empleados no cometer errores y ser diligentes en su función.

 Uno de los chicos que trabajaba en el turno tarde, Rolo, dejo el servicio por razones personales y quedaron cuatro a la mañana

 y tres a la tarde.

Cañete sostuvo que con tres por turno era suficiente y le informo a los del turno mañana que uno debía dejar de trabajar. Al mejor estilo de la película “Tute Cabrero”, les indilgo la responsabilidad a los empleados para que decidan quién debía irse.

 Los cuatro necesitaban laborar y se encontraron ante una encrucijada compleja de decidir quién de ellos se quedaba sin trabajo. Charlando entre si resolvieron ser solidarios y se comprometieron ante el empleador que ninguno iba a dejar de trabajar, pero vendrían todos los días tres y uno se tomaba franco. El concesionario pagaría diariamente a tres, los empleados ganarían menos, pero trabajarían todos.

 Se hicieron amigos en el trabajo, dos de ellos iban a iniciar estudios universitarios, otro se iría con un familiar a trabajar en una carpintería; y el restante seguiría en un camión de distribución de alimentos.

 La concesión terminó, el trabajo transitorio también y la vida los llevó por caminos distintos con la satisfacción de crear un vínculo entre ellos sin perjudicar a nadie.

En ocasiones se juntaban a tomar unos lisos y charlar de sus vidas. Las obligaciones y el tiempo los alejo, pero quedaron con ese recuerdo grato, que solo la amistad sincera sabe brindar.

Ramón Claudio Chávez.

www.ideasdelnorte.com.ar

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4 respuestas

  1. A veces el impacto de una nueva situación – sobre todo, si esta es desafortunada- no permite elaborar alternativas compensadores. Pero cuando se postergan mezquindades, y se propicia un diálogo constructivo es posible arribar a concordancias que si bien signifiquen resignar o ceder en algo, son más equitativas con el todo. Algo que quizás podríamos extrapolar a modelos más amplios: como un pais

  2. Un relato de situaciones que se daban y se siguen dando. Que ponen en situaciones difíciles a amigos que se niegan a dañarse entre si
    Hace unos días se juntaron aquí, en el bar de Blvd y San Gerónimo mozos/as del comedor. Algunos quedaron como personal no docente/docente de la UNL. Otros siguieron caminos alejados de la ciudad.
    Con muchos recuerdos de aquellos tiempos. Yo tuve beca, recuerdo que el director: Retamar, me firmaba la autorización para los tickets semanales. . Hermosos recuerdos en tu relato de hoy. Me gustó mucho.

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