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ENTRE NIETOS Y ABUELOS.
La relación entre nietos y abuelos ha ido mutando con el correr de los años. La figura de los abuelos era para los nietos una marca ineludible de autoridad, las relaciones eran afectuosas pero la costumbre exigía el respeto hacia los mayores.
Esto ha ido cambiando con el transcurso del tiempo, las nuevas costumbres y relaciones familiares. Uno de los factores que alteró esta ecuación es que la mujer dejo de ser ama de casa para salir a trabajar. Antes solo lo hacía el hombre.
Los niños participan en la realidad cotidiana de un modo diferente al que lo hacían de antaño; la educación escolar, la tecnología, el relacionamiento con los otros niños; le brinda mayor libertad en el tránsito de la niñez a la adolescencia.
El cambio también refleja un rejuvenecimiento de los abuelos, en lo que suele llamarse, una segunda oportunidad para demostrar su cariño y amor, sin las ataduras, ni strés, de la época en que criaban a sus hijos. Hay frases extremas que sostienen “los nietos hacen lo que quieren con los abuelos”, “ellos muchas veces defienden posiciones de los pequeños de situaciones que no les permitían a sus hijos”.
En ese tire y afloje los nietos para agregarle pimienta a los nuevos estilos suelen decir:
– ¡Yo me quiero ir a vivir con vos abuela!
Este ida y vuelta permite que los niños sean escuchados de otro modo, cuando tienen un inconveniente en el colegio les preguntan:
¿Qué te paso?
¿Por qué paso eso?
Cualquier memorioso recordará que traer una mala nota o una advertencia en el cuaderno de notificaciones, tenía en el hogar un doble castigo. Eso ha cambiado.
Están los casos extremos de los padres o los abuelos, que van a la escuela a recriminarle al maestro porque le sanciono a su hijo a o su nieto.
En los primeros años de la escolaridad, los abuelos acompañan a sus nietos a la escuela y también concurren a retirarlos porque sus padres no disponen de tiempo para hacerlo.
En una quinta del Alto Paraná vivían Juana y Nicolás, con sus hijos Lorena. Eduardo y Alejandro, todavía no había nacido el cuarto, Federico. Ambos trabajaban en forma independiente en oficinas y estaban ausentes del hogar durante la mayor parte del día.
Por la mañana, una señora cuidaba de los pequeños y los acompañaba a la escuela primaria ubicada en cercanías de la finca. También vivía en el lugar, a unos 100 metros de la vivienda el abuelo Ladislao, que se ofrecía para cuidar a los chicos durante la tarde hasta que se esconda el sol y aparezca la luna.
Ladislao es un nombre de origen húngaro, significa: “el que gobierna con gloria”, por ese motivo sus amigos lo llamaban “El Conde”. El abuelo era una persona mayor, es decir abuelo de los de antes, “no estaba para subirse a la hamaca”, atar una liana y simular a “Tarzán lanzándose en busca de Jane”, “ni armar una casita en la copa de un árbol”.
Lorena, Eduardo y Alejandro, traviesos los tres, le seguían la corriente, pero descreían mucho de las historias que Ladislao inventaba para entretenerlos.
El Conde se hacía el tonto, pero conservaba el estilo ceremonioso. Una tarde trajo la propuesta de organizar un concurso para los tres, que debían desempeñarse en forma individual, luego se reuniría el jurado -que era el solo- y decidiría quién fue el triunfador. Los hermanos se pusieron a deliberar y acordaron que cada uno debía ganar uno de los concursos.
En el primer juego debían pintar un jarrón ubicado en el centro de la mesa del living y traérselo una vez concluido. Lorena que era la mayor le recordó “el trato” que habían hecho, tanto Eduardo como Alejandro, hicieron con cierta desprolijidad el dibujo; y el jurado designo ganador a la niña.
La segunda prueba era de velocidad en la bicicleta, Eduardo, el segundo en edad, se tenía confianza y recordaba el acuerdo. Lorena actuó con displicencia, pero Alejandro le metió pedal y llegó primero. La tercera también era con la bici, pero en este caso debían demostrar al jurado su creatividad. Lorena manejaba con una mano, y con la otra, agitaba algo parecido a un pañuelo, Eduardo hacía zig-zac y sacaba los pies del pedal, por su parte, Alejandro soltó el volante y pedaleaba despacio mirando hacia el costado. El abuelo que desconocía el acuerdo de los chicos, eligió ganador al más pequeño, Alejandro, porque entendió que manejar con el cuerpo era más creativo que lo que hizo su hermano. La tarde no terminó tranquila, porque el ganador de la competencia fue considerado como “un traidor”.
En otra tarde el abuelo les dijo a los pequeños que era muy aficionado al arte, le gustaba la lectura y coleccionaba cuadros de autores famosos. Para darle importancia a sus nietos agregó que advirtió un gran potencial en ellos en la pintura y que estaba dispuesto a pagarle diez ($10) pesos por cada cuadro pintado por ellos en una hoja de papel.
Ante la existencia de una remuneración, los hermanos pusieron manos a obra y comenzaron la actividad artística.
Luego de media hora le llevaron al abuelo que estaba sentado en una reposera ubicada en el patio, los dibujos que habían terminado.
– ¡Muy bien los tres, aquí tienen su plata!
Me gustaría comprar más cuadros para mi colección; yo estoy aquí esperando la obra de los artistas y voy a pagar el costo de su trabajo. Se fueron nuevamente los tres a la sala de la casa, pintaban cosas diferentes para El Conde se las compre, y así ocurría.
Fue pasando la tarde, Ladislao contento por entretener a sus nietos, y estos felices de ganarse unos pesos dibujando. Todo venía bien, hasta que Alejandro pensó que podía ganar más dinero pintando “más rápido” y llevo su dibujo antes que sus hermanos. El nono advirtió la jugada y esa se la dejo pasar.
El pequeño repitió la jugada y trajo un dibujo a medio terminar; el abuelo espero que llegaron los otros dos y le dijo:
– ¡Uno de los artistas se está haciendo el vivo, trae cualquier mamarracho y pretende venderme como si yo no conociera lo que son las obras de arte!
– ¡Por ese motivo no voy a comprar estos últimos tres y doy por terminado el taller de arte!
Eduardo y Lorena le cruzaron a Alejandro una mirada inquisidora, mientras este se hacía el desentendido como “el perro que tumbó el plato”.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
6 respuestas
El abuelazgo, una institución de antaño, que , con otro estilo, hoy también rejuvenece con la llegada de un nuevo nieto. La vida sigue, y el doc pinta muy bien al abuelo de todos los tiempos.
La sabiduría que da el tiempo, algo invaluable que debería trasladarse a todos los ámbitos.
Exelente historia la de hoy Claudio.
Yo no creo que un abuelo “de los de antes”, vaya a recriminar a una maestra por alguna nota o sanción a su nieto/a. Por el contrario, estoy seguro que recriminaría a su hijo/a por ir a encarar a la maestra.
Efectivamente el rol de los abuelos hoy en día es más preponderante, antes su momento estaba confinado al domingo de las juntadas familiares, hoy están incorporados a la cotidianidad de muchas parejas que deben recurrir a ellos por razones laborales y de tiempo. Entonces más allá del exquisito regalo de los afectos y las complicidades, los abuelos muchas veces deben hacerce cargo de logística, financiamiento y demandas de ternuras provocados por la ausencias de los padres. Ni hablar de la figura materna o paterna que deben asumir en las separaciones. Así como los economistas reconocen que nunca se pudo medir el aporte productivo y real de las amas de casa hoy tampoco se puede medir el innegable aporte de los abuelos, pero bueno siempre el premio fue el mejor: el amor
Una ternura total!!! Hermoso relato!!!
Los abuelos son sus segundos padres, siempre presentes cuando sus hijos lo necesitan, por razones de trabajos es uno de los principales motivos , siempre y cuando vivan cerca y se los pueda trasladar, también están algunos ausentes por distintos motivos que los depara la vida. También tienen la responsabilidad de proveer pensión de alimentos a sus nietos , así sea necesario. Hay mucho que decir de los abuelos .