UNA NIÑA LLAMADA ISABELLE.

ISABELLE.

UNA NIÑA LLAMADA ISABELLE.

Una decena de adolescentes franceses viajaron a Roma un fin de semana para disfrutar de la capital italiana. Todos estaban concluyendo los estudios intermedios para ingresar a la Universidad. Se movilizaban con libertad, como queriendo aparentar una edad mayor a la que en verdad tenían. Las chicas y chicos eran independientes, pero algunos poseían vínculos afectivos entre ellos.

Rumbo al Colosseo Romano abordaron el metro en la estación Bologna y descendieron en el lugar donde se halla el emblemático edificio, o las ruinas de éste. Intercambiaban frases en francés y otros en italiano los que poseían conocimiento del idioma.

La mañana era fresca en cuanto a temperatura al igual que la frescura que irradiaban los jóvenes. Isabelle, Antoine, Roger, Ivonne, Michel, Desirée Violette, Vincent, Francais y Pauline; no se ponían de acuerdo en la forma de encarar el recorrido del monumento histórico. Isabelle sugirió ir al Café-Bar ubicado en la planta alta de la salida del metro y estuvieron de acuerdo.

El incesante movimiento de turistas no pudo opacar el bullicio de los chicos franceses; algunos con mayor afinidad se sentaron juntos, lo mismo que las parejitas que encandilaban al amor. Pidieron café, pizza, medialunas y también cerveza; mientras comentaban en su idioma la diversidad de personas que circulaban por el lugar.

Isabelle era una de las más jóvenes, de contextura física pequeña; parecía una niña con su melena rizada, pero su mirada penetrante demostraba que carácter no le faltaba.

La falta de ataduras a horarios originó un nuevo pedido al mozo que los atendía, mientras continuaban la charla y las caricias de las parejitas del grupo. Isabelle estaba sola, junto a Ivonne, desinteresada de algo que fuese más que empatía con los chicos del grupo.

Llegó el momento de pagar la cuenta y se originó la primera discusión:

– “¡Cada uno se paga lo suyo. Algunos tomaron tres cervezas y yo solo consumí café. ¡A la americana!”-

– “¡Hacemos una cuenta sola y las dividimos entre todos!”, replicó otro.

Isabelle que solo degustó café preguntó:

¿Chicos dónde estamos?

– “¡En Roma, voto a favor que paguemos “a la romana”! ¡Dividimos por 10 y está!”.

La seriedad de la opinión se impuso y así se pagó la cuenta.

– “¡Como el tour se realiza caminando, la extensión de los lugares históricos nos demandará como tres horas y media de recorrido!”-Comentó Michel.

– ¿Vamos todos juntos o separados? Interrogó Pauline.

– “¡Yo no quiero recorrer todo, parece más de lo mismo”! Respondió otro.

-“¿Cuánto cuesta ponernos de acuerdo?” Tiró al aire fastidiada Isabelle.

Ante la falta de opiniones concordantes, fue nuevamente la niña de mirada penetrante y melena rizada, quién aporto una solución razonable.

– “¡Hagan lo que quieran, vayan juntos o separados, a las 16 nos encontramos todos en el café; los que no lleguen los esperamos en el hotel” ¡

Todos de acuerdo, todos sonrientes, partieron a realizar el recorrido por las ruinas del Coliseo, escuchando atentamente la información de los guías que no habían nacido en Italia, pero estudiaron la historia para ganarse el sustento que les permitiera permanecer en el país italiano.

Luego de apreciar el imponente paseo histórico, regresaron al café para emprender el camino al hotel y organizar la salida nocturna. A las 16 horas, ocho de los chicos estaban en el lugar.

– “¡Vamos”! Sugirió Desirée

Tomaron el metro en dirección al Hotel para higienizarse, preparase para la cena y la salida nocturna. Le recomendaron no ir a lugares desconocidos y en lo posible, mantenerse agrupados. Existen muchos robos o arrebatos en e

sta ciudad bella, donde personas viven en la indigencia y duermen en las calles.

La parejita que faltaba llegó a las 18 y se tranquilizaron todos, nuevamente la camaradería y el bullicio se apropió de los jóvenes franceses que disfrutaban de la libertad.

Cenaron todos juntos y se prepararon para ir a la Discoteca.” Piper Club Rome” fue la elegida; resolvieron ir en metro y regresar juntos en taxi por razones de seguridad. La noche estaba espléndida como la disco. Contorsionaron sus cuerpos al ritmo de la música sin parar con el encanto propio de su edad.

Estaban todos en la pista, las parejas juntas y los demás solos como es de estilo actualmente. En un momento se le acerca un chico de tez morena y le propone a Isabelle bailar. Se entendían perfectamente porque el joven era senegalés y en su país hablan en francés.

El joven africano de aproximadamente 28 años, hacia 10 que vivía en Italia luego de emigrar por las condiciones de pobreza, pasó un período de carencia, pero pudo estabilizarse y tenía un buen trabajo. Con sinceridad le expresó a la joven francesa, que se sintió atraído por su rostro aniñado; a lo que Isabelle respondió con una sonrisa.

Ensamblada la diversión nocturna se juntaron todos para emprender el regreso; Isabelle se despidió de su amigo, intercambiaron contactos y buscaron taxis seguros para regresar. Todos contentos llegaron a destino sin ningún contratiempo.

Se despidieron para dirigirse a sus habitaciones con la promesa de organizar el día siguiente en el desayuno.

Muchas veces los mayores suelen criticar a los jóvenes de esta generación por su falta de responsabilidad, aunque como suele decir nuestro amigo “Lupín”:

– “¡No somos quiénes para criticar a alguien”!

Los chicos supieron manejar la libertad que el mundo moderno ofrece para pasear; el grupo balanceó sus intereses, la niña de melena rizada, supo cuando era necesario aportar su liderazgo.

Ramón Claudio Chávez.

www.ideasdelnorte.com.ar

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3 respuestas

  1. También coincido con Damián, este tipo de experiencias genera algo de incertidumbre paterna, pero contribuye al proceso de maduración. Parece un tanto lejos la próxima rama: pero tienen que comenzar a volar …

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