AMORES GASOLEROS EN EL PARQUE PARAGUAYO.

FOTO ILUSTRATIVA-PUEDE POSEER DERECHO DE AUTOR-EN TIEMPOS DE LA NARRATIVA NO ESTABA CONSTUÍDO EL PUENTE.

AMORES GASOLEROS EN EL PARQUE PARAGUAYO.

 Todos los pueblos y ciudades han cambiado su fisonomía en el transcurso del tiempo. Los hábitos y costumbres de los habitantes también.

Posadas no ha sido la excepción; estos cambios en ocasiones culturales, no impedían que la gente pudiera relacionarse. Los lugares de reunión de las distintas franjas etarias mudaban de sitio, pero no perdían calidez.

Cuando no existían los medios tecnológicos de la actualidad las relaciones humanas se hacían al estilo:

– ¡Corre, ve y dile!

Los tiempos eran diferentes, no existía ese bombardeo de información que hoy recibimos por los medios y por las redes. Por ejemplo, el baile del día sábado, requería de una logística que llevaba en ocasiones toda la semana. No era esa de:

– ¡Qué onda hoy y arrancamos!

La ciudad vivió mucho tiempo a espaldas del río, desde La Rotonda hacia la vieja Garita se observaban muchos espacios verdes que hoy ya no existen. Luego la urbanización se trasladó hacia el oeste con lo que hoy es el gran conglomerado de Villa Cabello e Itaembé Guazú.

Antes que se construyera La Costanera, los edificios, restaurantes y lugares de diversión que embellecen la costa del río, el Parque Paraguayo era un punto de reunión para los jóvenes durante la noche.

El crecimiento demográfico y la migración del interior de la provincia comenzaban a moldear una sociedad distinta. Los clubes de barrio dejaron de ser el punto obligado de todas las reuniones sociales porque no eran como antaño, cuando todos se conocían.

Los boliches bailables se pusieron de moda, pero el acceso no era barato, además, era de estilo usar buena ropa y saber bailar; sin esas condiciones…

– ¡Eras un perdedor de la noche!

Las reuniones en el Parque Paraguayo permitían suplir aquellas carencias, con las charlas amenas, música de alguna radio y miradas indiscretas entre chicas y chicos.

Desde el Parque salían los colectivos urbanos, por lo tanto, podías regresar a tu domicilio en bondi, luego de una agradable reunión de amigos. Los automóviles eran patrimonio de pocos por lo que el lugar siempre tenía espacios disponibles.

Los jóvenes de esa época se sentaban en el muro construido desde Ivanowski hasta el anfiteatro Manuel Antonio Ramírez y divagaban sobre sus proyectos, cuestiones laborales, estudios y también amores.

Por entonces no estaba arraigada la costumbre de “tomar mate” en la vía pública, se buscaba una botella de cerveza o gaseosa de litro en un almacén de la zona que prestaba los envases con el compromiso de la devolución.

-¡Bastaba la palabra!

A espaldas del murallón se apreciaban las casas de madera que bordeaban el río, donde vivían personas que trabajaban en albañilería, plomería, electricidad y tareas informales. No tenían conocimiento de la Cota 83(Debido a la construcción de la Represa Binacional Yacyceta).Ya que los terminaría alojando en lugares distintos de la ciudad.

Más allá el Puerto, Villa Blosset y El Chaquito; lugares emblemáticos que seguramente sirvieron de inspiración a Ramón Ayala para escribir su tema:

– ¡Pilincho Piernera!

La zona del parque era tranquila, las farolas otorgaban un rasgo de romanticismo que eran aprovechados por las parejas para intimar. La zona ubicada detrás del Palacio de la Legislatura, sin las reformas actuales, poseía hamacas y asientos que los buscadores de amores gasoleros disfrutaban.

Todo este “revival “actuaba con gusto en los jóvenes que apenas superaban los 20 años de vida. El tiempo cura las heridas y el amor no se mide o cuantifica por el lujo, aunque no se renunciaba a la estética, agresiva o glamorosa pintadas con pantalones del arco iris y overoles.

Lidia se producía antes de salir, un peinado diferente, se maquillaba los ojos con rímel negro y se calzaba las plataformas. No iba a la caza de nadie, pero tampoco renunciaba a ello, la noche esperaba con luna o sin ella.

Estos jóvenes desentendidos en cierta medida de la política no perdían por ello sus sueños. Ricardo, que trabajaba vendiendo zapatos en un negocio del centro, también estaba con sus jeans ajustados y zapatos con plataforma. Se ilusionaba con encontrarse con una Lidia que tuviera sus mismos deseos.

Las reuniones eran informales, en ocasiones entre chicos que no se conocían, se integraban hombres y mujeres con la idea de pasarla bien en ese momento de relax. Durante los días de semana las doce de la noche era un buen horario para marcharse, el día siguiente era de trabajo, estudio o tareas mancomunadas en la misma familia.

Los fines de semana se trasnochaba más, los que no iban al baile visitaban los carritos hamburgueseros que tibiamente comenzaron a instalarse. O el patio cervecero en la esquina de Roque González y Sargento Cabral.

Allí se hicieron nuevos amigos con un aura de inocencia, y comenzaron noviazgos que fueron por el camino que el amor lo traslada, algunos con paradas en ciertas estaciones y otras con recorrido completo.

El Festival de la Música del Litoral modificaba la escenografía porque siempre la concurrencia era multitudinaria, pero era una semana para que la ronda retornara a su punto habitual.

Esas cosas del amor como definen algunas canciones, en el Parque Paraguayo eran gasoleras, pero amor al fin con todos los condimentos que la palabra y el sentimiento trae consigo.

BRINDEMOS POR ESA FELICIDAD.

Ramón Claudio Chávez.

www.ideasdelnorte.com.ar

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4 respuestas

  1. Que buena descripción de época Claudio!
    Plazas como esas había, y hay, en todos los pueblos, ahora lamentablemente son un punto al que es complicado llegar, se transformaron de a poco en puntos de venta de drogas quitándole el romanticismo al lugar y tornandolos casi peligrosos.
    Como habitualmente se dice, todo tiempo pasado fue mejor.

  2. Sin lugar a dudas el avance arrollador de la urbanización va cambiando los escenarios, pero pese a todo con otro fondo, con otros códigos, igual los jóvenes – pese a toda la tecnologia- sienten, todavía,la necesidad de la dicha del encuentro, darse una palmada, un abrazo, un beso, una caricia. La vida todavía está hecha de presencia, esa que permite tocarse, la piel o el corazón.

  3. Después, el los 80 y pico, aparecieron en el “parque paraguayo”, personajes nefastos como “jeringa” y “mavala” que con su accionar, asustaban a las personas que querían pasar un momento agradable en el lugar.
    Lamentablemente, no todo fue romanticismo ahí.

  4. Buena descripción de una epoco ,para nosotros,de oro .No tuve la suerte de frecuentar ésos bellos lugares.Pero lógicamente que acá tuvimos los nuestros y muy buenos,para nosotros que la vivimos con todo nuestro amor.Lo mejor para ti querido Amigo Ramón Claudio.

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