CASA DEL MATE-EX PARADA DE COLECTIVOS DE APÓSTOLES-FOTO DE ADRIANA VITULLO.
UN TAXISTA LLAMADO ISIDRO.
Las historias de los Taxis y sus choferes es riquísima, de ella salieron ofertas literarias, guiones de películas, telenovelas con mucho rating, envueltas en esas apasionantes historias de vida.
Hemos presenciados films de los taxis “amarillos” de Nueva York, los taxis “cocodrilo” de Méjico, los “negros y amarillos “de Buenos Aires, y de infinidad de lugares donde estos se encuentran.
Nuestra provincia también tiene su historia con los taxis y sus circunstancias, llenas de colorido, acompañando el progreso de los pueblos que luego fueron convirtiéndose en ciudades.
Los taxis han acompañado el progreso de las ciudades y pueblos, con distintos matices, pero destacando siempre ese valor que aporta progreso y acerca a la gente a sus realizaciones.
En la década del sesenta en las ciudades con poca población, o pueblos pequeños, se constituyeron en medios indispensable de transporte donde no existía otro servicio que pudiese trasladar a las personas de un lugar a otro.
El taxista de los pueblos realizaba un sencillo trámite en la municipalidad para habilitar su vehículo y ponerse a trabajar. No era necesario una inscripción previa, esperar por la licencia en base a la población existente y las condiciones del medio de transporte que se iba a utilizar.
El taxista utilizaba su vehículo y comenzaba un trabajo que luego fue considerado como “Servicio Público”, conociendo personalmente a sus pasajeros, con quienes mantenía un trato frecuente.
En el interior de la provincia el taxi era el medio de transporte obligado ante la ausencia de líneas urbanas de ómnibus. En la zona sur era el contacto ineludible con la estación de trenes, que por lo general estaba ubicada a cierta distancia del ejido urbano.
No sabemos por qué razón el tren que iba a Buenos Aires partía de noche, quizás para disimular en la penumbra las lágrimas de los seres queridos que iban a despedir a sus familiares, novios o novias. Algo de eso reflejamos en el artículo de la página denominada: “El tren que llegaba tarde”.
Apóstoles tenía como una docena de taxistas que se agrupaban en la vieja “Parada de Colectivos” en la Plaza Sarmiento, donde actualmente funciona “La Casa del Mate”.
Por entonces, los viajes “se arreglaban” de palabra, se discutía el precio y el destino, hacia las zonas rurales, la chacras o vivienda ubicadas a cierta distancia del lugar.
Isidro Sotelo era uno de ellos, el más antiguo en la profesión de taxista. En honor a su trayectoria fue distinguido con el premio “Andresito”. Durante la gestión del Intendente Edgardo Vera, la Nueva Terminal de Ómnibus fue bautizada con su nombre.
Isidro era un taxista de tiempo completo, en cualquier horario se lo observaba circular por la cuesta del cementerio, con destino al Regimiento de Infantería de Monte 30 (RIM 30) o a la Estación de Trenes. Desde la parada hacia la colonia o una vivienda en las afueras del pueblo.
Era chofer y mecánico de sus taxis, solucionaba los inconvenientes en los motores de los vehículos en un improvisado taller que tenía en su domicilio. Por lo general se movilizaba en autos de regular porte, porque no solamente las personas abordaban el taxi, sino también sus enseres, provistas de los almacenes o valijas de los viajes.
Supo tener un vehículo Ruby, modelo 1927, esos que arrancaban el motor de combustión con manivela, que armó y desarmó varias veces. Una verdadera joya pintoresca que se paseaba por el pueblo floreciente.
La familia del taxista Sotelo estaba constituida, por su esposa Ana Furmann y tres hijos, Lidia, Fernando y Alberto (“Nene”). Pasaba los “noches en vela” esperando la llegada del tren que venía de Buenos Aires. Doña Ana lo acompañaba en parte de la noche jugando al solitario con los naipes, mientras Isidro esperaba dormitando sobre una silla el llamado telefónico, con la intermediación de los empleados de Entel, que le informaba de cuánto podría ser la demora para el arribo o en que estación se encontraba la formación del ferrocarril.
El tren siempre llegaba tarde, Isidro podía acostarse un rato, pero al igual que los familiares que esperaban a sus seres queridos, se ilusionaban que el convoy iba a llegar a horario.
En la Estación Apóstoles los taxistas cargaban sus autos con tres o cuatro pasajeros, las valijas en los baúles o en el portaequipaje si tenían. Era común que Isidro le preguntara a los recién “arribados” por sus parientes, con nombre y apellido, porque como señalamos, por entonces todos se conocían.
Algunos “pasajeros” de la estación al pueblo observaban que Isidro, solía manejar con los ojos semicerrados. Al hacerle notar dicha situación, recibían como respuesta:
– ¡La ruta de la estación al pueblo la conozco tanto que no necesito mirar el camino, se cuándo hay que frenar o doblar! – Acompañada por una carcajada.
El servicio de los taxis era utilizado por la gente en caso de necesidad, los choferes llamaban “corrida” a un viaje. Las distancias eran el argumento necesario para su uso. Los habitantes de esos pequeños pueblos caminaban para hacer las compras en los almacenes de Ramos Generales. Dos o tres kilómetros no eran una distancia importante para no caminar.
Isidro tenía muchas “horas de vuelo” como taxista, supo también ser piloto de avión en sus años juveniles. Nunca dejó de ser taxista. Cuando su familia quería que no le renovaran su licencia de conducir, él siempre conseguía que uno de sus amigos de la Municipalidad le diese una mano para la renovación.
Hoy en día el servicio de Taxis es un Servicio Público, en Isidro Sotelo sintetizamos un homenaje a todos los taxistas que con su esfuerzo contribuyeron a acercar en tiempos no muy lejanos, a las personas hacia destinos distantes. Mientras la aldea se convertía en pueblo y después en ciudades.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
9 respuestas
Que buen homenaje!
Excelente persona y muy servicial. Muchos viajes hizo sin cobrar, pero los hizo. Hoy tiene una excelente descendencia
El tren siempre llegaba de noche, muy tarde para nosotros que eramos chicos. En el playon de la estacíón Apóstoles estaba D Isidro, esperando sus pasajeros. De ahi a la casa de mis abuelos. Lanuse y 9 de Julio. En que momento pasaron casi 60 años
En una breve reseña, un homenaje a toda una profesión, que continúa vigente. Evidentemente, el autor conoció al arquetipico personaje de su historia. Cuántas sagas conocerían éstos sufridos obreros del volante. Tragedias y comedias de sus clientes, como para escribir libros…
Crónica pintoresca de un taxista de pueblo, que en si mismo es el reflejo de los pormenores de un servicio público muy importante. Cuántas anécdotas sabrosas habrán quedado en el tintero…
Hermoso relato de tan noble profesión
Don Isidro Sotelo…personaje querido en el pueblo. Me parece verlo estacionado al costado de la vieja usina eléctrica con su Rambler “boca de pescado”, si mal no recuerdo, de color rojo.
Personas que marcaron épocas inolvidables. Recuerdo cuando llegué a Apóstoles el chico Neder. Creo que le decían Neco. Era plomazo aplaudiendo las manos y gritando Taxi señores.!!!
Con el tiempo la mamá se hizo amiga de la mía.
Muy lindo homenaje para que no nos olvidemos de esos seres, que con lluvia y barro, siempre nos ayudaban a llegar a casa, sanos y Salvo.
Me encantó!
Excelente descripción de don Isidro. Muy buena persona. Había pocos taxis en esa época. Lo conocí haciendo servicios en la estación de trenes. Creo que tenía un Rambler.