ILUSTRACIÓN DIARIO EL LITORAL.
EL MARTILLO DE LA LLORONA.
Las leyendas urbanas suelen tener ese cóctel sabroso y prohibido que las sociedades toman. Ocurre en casi todas las ciudades, pueblos, o poblados donde el imaginario popular adopta una situación particular de un personaje, que casi siempre se escapa de una cuestión regular.
En la década del 70, en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, como una sugestión colectiva de miedo y apariciones fugaces, generó un revuelo tan grande que hasta la prensa comenzó a difundir diariamente los dichos que sostenían encontrarse con un ser sumamente conflictivo que infundía temor en las calles.
Este “asustador urbano” era conocido con el seudónimo de “La Llorona”, circulaba por las calles con un martillo atado a una soga-o tal vez una cadena-en una bicicleta, y como celada se sentía el llanto de un bebé.
Por entonces, las autoridades policiales controlaban la seguridad desde las comisarías, no tenían los medios de movilidad para hacer recorridas por las calles o los barrios. Era la gente la que se acercaba a denunciar los hechos delictivos para que los “guardianes del orden” procedieran en consecuencia.
De “La Llorona” se decían muchas cosas, que atacaba en lugares despoblados, que era sumamente peligroso, que prefería a sus víctimas niños o jóvenes y nadie sabía a ciencia cierta donde vivía.
En esos tiempos apareció en la ciudad un nuevo periódico, que solicitó al público que buscara el nombre y curiosamente se llamó “Nuevo Diario”, sin saber en definitiva si fue escogido por la gente o por los directivos del nuevo medio de comunicación.
Con el fin de competir con “El Litoral” el histórico diario de la ciudad, que sacaba a circulación dos tiradas diarias, mañana y tarde, el Nuevo Diario pretendió darles un corte más sensacionalista a las noticias. El caso de “La Llorona” fue un tema que siempre era parte de las entregas.
Mientras esto pasaba, la gente comenzó a organizarse para salir en busca del “peligroso criminal”; con palos, con piedras, garrotes y armas. El temor era tal que la sociedad estaba totalmente convulsionada.
En el año 1973 Rodolfo Carlos De los Santos fue detenido por la policía imputándosele “practicas incendiarias”, es enviado al Hospital Psiquiátrico, donde se fuga en febrero de 1974. Las cosas en su familia desmejoran, sobre todo con su mujer a quién golpeaba con frecuencia.
En el mes de octubre de ese mismo año fue detenido en un baldío de la zona sur de la ciudad. Se encontró un vaso comunicante entre ése “monstruo que asustaba a ancianos y niño, y el hombre desalineado y a la intemperie. Se abre una causa por “agresión, lesiones y tentativa de violación”.
Como el hombre era inimputable estuvo detenido cuatro años en la Alcaidía de la Jefatura de Policía de Santa Fe, en “La Piojera”, un recinto deplorable, donde comían un guiso repugnante en medio de la suciedad. A ese lugar fue porque no era compatible con los otros presos, por la leyenda que lo rodeaba.
No sabemos si De los Santos era realmente “La Llorona”, pero así se lo mostraba, para terminar con la leyenda del personaje enemistado con la sociedad que lo temía.
El periodista José Luis Pagés del diario El Litoral, fue a buscar a De Los Santos al penal de Las Flores donde fue confinado luego de La Piojera. El, como muchos, no tenía certeza que el interno fuese verdaderamente “La
Llorona”, aunque él mismo decía que se le había cargado esa historia, como el no pudo defenderse lo aceptaba:
– ¡Acá, lo digo con todo el corazón, soy “La llorona”, pero allá, en el cielo, no lo soy, porque Dios no lo va a permitir, porque me he confesado y he dicho todo lo que he hecho! –
La psiquiatra que lo atendía en el penal lo define como una persona con una posibilidad de reflexión muy limitada. Pueril, inmaduro, infantil en sus planteos y altamente influenciable.
Iba a ser externado a un hogar de ancianos y él estaba contento con ello. Decía:
– ¡Si no me aceptan, regreso acá, donde estoy bien!
A los 73 años Rodolfo De los Santos murió en el Hospital Cullen, luego de ser derivado de la Cárcel de Las Flores, donde fue readmitido al no soportar el asilo de ancianos.
Con el transcurso de los años, la historia de “La Llorona” formaba parte del acervo popular, los vendedores ambulantes ofrecían en los carnavales de la Avenida Freire unos martillos de plástico como el “Martillo de La Llorona”.
Al final la versión oficial hizo efecto, renació la calma en la población y La llorona se marchó cuando advirtió que ya nadie creía en ella.
Difícilmente desaparezca la leyenda, hechos como el que nos ocupa, nunca son debidamente aclarados en su totalidad y cualquiera posee el derecho de sospechar que no son sólo los gatos que saltan sobre los techos o aúllan en forma lastimera durante las noches.
Los locos como De los Santos se hacen cargo de historias que cometieron, o no, y suelen morir en la cárcel después de vivir la mitad de su vida en el encierro.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
7 respuestas
Casos como esos debe haber de montones, donde encuentran un perejil a quien endilgar los males.
La leyenda que tenía yo de la llorona era otra .
Era una madre que no se porque razón había ahogado a sus hijos en un arroyo y desde entonces vagaba llorando asustando a los que pasarán por la zona .
Está es de México.
La leyenda de un ser extraviado y sufriente, casi sobrenatural, sobrevuela a distintas culturas, como “la Banshee” en Inglaterra, que con su llanto anuncia una desgracia que va a ocurrir.
Hechos y sucesos que se van terminando hasta esto nos va comiendo la tecnología…hasta los personajes van terminando y ya no aparecen otros…era lindo porque formaban parte de nuestra sociedad por más pequeña que fuese…
Una leyenda urbana como tantas que desde la pluma de nuestro escritor preferido toman otro sentido en un entretenido relato q hace volar la imaginación.gracias
Relato que me llevo a los recuerdos. En ese entonces estaba en mis primeros años de universidad, vivía sobre calle Candido Pujato, cerquita de la facultad de derecho y a unas 4 cuadras de Química. Para ir a mi facu pasaba por el costado de derecho, decían en ese entonces, que ese camino era más seguro, por allí la llorona no pasaba. Generó miedo en la población Santafesina. Muchos afirmaban habérsela cruzado. Estando en México conté esta historia, no tan detallada y clara como la relatas hoy, ellos también tienen una llorona, leyenda urbana, pero además existen mujeres, llamadas lloronas, a quienes se le paga para que lloren en los cementerios. Hasta les han hecho una canción que suena muy linda.
En fin….cómo todos los domingos es un placer leer tus relatos. Disparan temas que hacen pensar, la leyenda existe, como la tratan la policia, los medios es un tema especial.
Muy bueno !!
El imaginario popular siempre fue tierra fértil para los mitos y leyendas de un lugar, es como si la suma de todos los miedos encontrará un cause en el que se replica y magnífica con el boca a boca. Todos tienen una dosis de misterio, de terror y por qué no de absurdo.Sin dudas un tema para las ciencias sociales.
Muy buen relato, que nos posiciona en tiempo y espacio en un Santa Fe seguramente llena de anécdotas como estás. Dónde el miedo hacia temblar a grandes y chicos. Felicitaciones Claudio