Playa de Copacabana- Río de Janeiro.
MULATAS DE FUEGO.
Habrá sido en aquel primer viaje que hicimos con La Raela a Río de Janeiro, ese de las veintidós horas arriba del colectivo con los “paseros” de Foz de Iguazú que vivimos tantas experiencias inolvidables. Ese vértigo de la mezcla del mar con la música, el sol intenso y las noches de magia que deslumbraban a cualquiera.
El descubrimiento de Copacabana, Ipanema y Leblón, el sol intenso a orillas del mar, las mujeres y hombres bronceados, los vendedores ambulantes ofreciendo pescado, helados y refrigerantes para aplacar el calor.
En “Cidade Maravilhosa” habíamos hecho una descripción de aquellas emociones con margen para abundar en otras que reflejaban esa experiencia tan linda. Nos arreglamos con nuestro presupuesto flaco y esas ocho noches para estar en la mayor cantidad de lugares posibles y conocer como vivía esa ciudad multifacética.
Ese viaje lo hicimos cuando el gobernador de Río era Leonel Brizola, el político que fue compañero de fórmula de Lula Da Silva en unos de sus intentos por alcanzar la presidencia del Brasil. Todavía no estaba iluminada la playa como hoy, no era recomendable desplazarse por el lugar al oscurecer para evitar arrebatos o momentos desagradables.
Tratamos de aprovechar al máximo los momentos placenteros que invitaban a conocer la ciudad a orillas del mar y de los morros. Durante el día la playa es el lugar indicado, sin abusar del sol como nos ocurrió el primer día por nuestra propia inexperiencia. La Raela con su “colaless” verde o la diminuta bikini negra que resaltaba sus curvas en la arena y las olas que iban y venían incansablemente.
Entre “caipiriña” y “cervezas” le ganábamos a la tarde en medio del bullicio permanente que la gente brindaba en esas verdaderas vacaciones. La Raela se quería quedar a vivir mientras su bronceado marino le otorgaba mayor belleza a la que naturalmente ya poseía.
El emblemático Bar “Garota de Ipanema” con música de “bossa nova” invitaba a los momentos románticos que siempre nos dispensábamos, con las manos agarradas, besos fugaces y apasionados, miradas cómplices, eran un complemento claro de nuestra pasión.
Al tercer día le comento a La Raela el deseo de ir a presenciar el espectáculo de “Oba-Oba”, mujeres y hombres de color deleitándonos con el baile. Ella me pregunto:
¿ Las “mulatas” son lindas como las de la playa?
. ¡Sí… y quizás más…!, le respondo.
. ¡Entonces perdí!
Le acaricié el rostro, le di un beso en la mejilla y agregué:
– ¡Vos siempre sos Diosa! –
Por entonces el turismo en cierta medida era un tanto informal, no estaban como ahora las “traficcs” buscando gente en los hoteles para trasladarlos a los lugares de esparcimiento. Arrancamos en bondi urbano temprano para llegar a tiempo. Fuimos tan temprano que cuando llegamos el lugar aún no había abierto sus puertas.
El ticket no era barato, incluía un trago. Entramos y el mozo nos interrogo si íbamos a cenar, con delicadeza le dijimos que no. El hombre nos trajo los tragos y el show aún no había comenzado.
La Raela, lindísima como siempre, con una pollera multicolor, una camisa blanca con nudo en la cintura, sandalia de tiras angostas y una flor en su cabello; se destacaba en el público de parejas y marineros del mundo atraídos por la belleza de “esas mujeres de fuego”. La maestra de ceremonia en cuatro idiomas, invitaba al público a deleitarse con el show, mientras preguntaba de donde eran los visitantes.
El escenario se llenó de bailarinas y bailarines de color, cuerpos esculturales y ese don para la danza que los distinguía plenamente.
Un marinero de Europa del este, estaba sentado con una morena junto a nuestra mesa. Iba por la tercera botella de una bebida espirituosa y empezó a brindar con nosotros y nuestras copas vacías. Está demás que aclare que no me miraba a mí sino a La Raela.
– ¡Sonamos, te vas en un barco de ultramar! –
– ¡Vos tenés la culpa por tener novia tan linda! -Me aclara.
¡Si está así en la tercera botella, no sé cómo estará en la quinta! –
El show recorría todas las regiones del Brasil al ritmo de la danza de los hombres y mujeres de color que daban brillo a la velada. Los cuerpos lindísimos de las mujeres sobresalían en un despliegue de música brasileña de la mejor. Los aplausos no tardaron en llegar valorando la puesta en escena de tan lindo espectáculo.
Como es de estilo en estos eventos internacionales, antes de finalizar las bailarinas y bailarines invitan al escenario al público para bailar. Con algo de vergüenza, de la mano de una morocha bellísima, me arriesgo al papelón ante tanta destreza técnica y gracia para la danza de mi circunstancial partenaire, La Raela dibujaba belleza danzando con un moreno.
La fiesta terminó a la una del nuevo día; para regresar a Copacabana buscamos un taxi, fuera de nuestro presupuesto la tarifa. Esperamos el “bondi 103” que cruzaba bastante espaciado. A las dos arrancamos del lugar con un pasaje diverso, un borracho que hablaba a los gritos, una parejita con caricias elevadas en zonas prohibidas, seis o siete personas que nos miraban como “sapo de otro pozo”. Nos sentamos abrazados dirigiendo la mirada hacia afuera para evitar interactuar.
La noche no había terminado, llegamos cansados pero felices; el resto era todo nuestro mientras las olas del mar ponían la música, me vino a la mente la canción “De punta a punta” de José Luis Rodríguez. Nos dormimos al amanecer.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
8 respuestas
Hermoso relato … me retrotrae a las lejanas vacaciones cuando éramos muy jóvenes y se ve que casi todos hacíamos, más o menos, lo mismo !!!
Brasil….siempre es BRASIL, tierra de encantos, lujurias y “” esos permitidos””que en casa NO HAY.Un relato muy panoramico que estando La Raela ,se potencia. Con estos CALORES de ahora tan agobiantes, el escenario de Ipanema…Invita.
Muy lindo relato y como dijo el señor de las ovejas, con la presencia de la Raela, es aún mejor.
Así es Doc. Brasil es un escenario en el que todo es superlativo: su topografía,sus contrastes, sus bellezas. Quizás es justamente este entorno ” exagerado ” el que expande el espíritu de sus habitantes, un aura tan contagioso, del que ni siquiera el visitante puede escapar.
En la pluma del doc La Raela siempre pone a prueba a su partenaire. Ojalá no se desbarranque y nos deje sin 👇 frescas historias.
Son momentos que quedan en la memoria y el corazón, seguro a más de uno nos hizo recordar algo similar , gracias por trasladarme a ese momento por unos segundos.
Muy lindo y divertido relato. Recordé ese tiempo en el que íbamos a Brasil en Cole, lo que llamas” bondi”, con acento más bien porteño…jaja!
La última vez que estuve allí fue hace 21 años. Me pareció un lugar hermoso. Todavía estaba mi familia completa. Pero la descripción de este relato me hace pensar, que no lo ví tan colorido como tu descripción maravillosa! Tendría que volver …me encantó!!!
Que buena historia Claudio! Me parece conocer Brasil sin haber ido!