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LA RAELA POR EL CABO BRANCO.
No nos veíamos todos los días, sí durante los fines de semana, cuando lo hacíamos siempre teníamos algo para compartir, para contarnos. Ambos teníamos debilidad por los viajes, por aquello de “salir de la rutina” y explorar juntos paisajes y lugares.
La Ráela estaba encantada con el Brasil, sobre todo con el mar del Brasil, de Río, de Bahía y todo ese colorido que comprende a la gente con el entorno.
¡Negro, vayamos a un lugar distinto y bello! Me arrojó como idea.
¡Con vos todos los lugares son bellos! Le contesté.
¡ No empieces que todavía no salimos! Me dijo guiñándome un ojo.
Apareció la opción de Joao Pessoa, un destino turístico no muy frecuentado por los argentinos, pero sí por una importante población brasileña.
Se dice regularmente que es recomendable parar en los comedores donde se detienen “los camioneros”, si ellos lo hacen la comida debe ser buena.
¡ Si los brasileños van, la playa debe ser linda! Me tiró con una sonrisa cómplice.
La logística requería trasladarnos hasta Foz de Iguazú, desde allí viaje en avión con escala en San Pablo. Donde alojarnos, actividades y cuestiones de seguridad que nunca hay que desatender en los viajes.
La ciudad era muy populosa, aunque en la zona de playa se encontraba hotelería. No importaba el tiempo del viaje, solo la ilusión de los momentos de placer.
Llegamos a Joao Pessoa al anochecer, una combi compartida con otras personas nos dejó en el hotel. Sin ser lujoso era lindo, tenía una piscina en la zona del hall. Sentíamos el ruido inconfundible de las olas del mar en ese ida y vuelta característico. El cansancio del viaje nos indujo al descanso, en medio de besos fugaces en la noche brasileña.
Joao Pessoa es la capital del estado de Paraíba. Conocida como “la ciudad donde el sol nace primero”, por encontrarse en el punto más oriental de América. El Cabo Branco ubicado sobre un acantilado, es precisamente el punto más oriental del continente.
Al día siguiente nos esperaba el sol de la playa de arena blanca, el agua del mar en una temperatura óptima, invitándonos a disfrutar plenamente. La Ráela aprovechó ese sol de la mañana para que su piel tomara un color bello como ella misma.
La “Praia de Cabo Branco”, “Praia de Tambaú” y “Praia do Bessa”, eran las más recomendadas, nosotros preferimos la de Tambaú por el ambiente y la ubicación cercana al alojamiento. Nos fuimos antes del mediodía para evitar el sol intenso y regresamos a la tarde.
La noche nos ubicó en una “fonda linda” cerca del mar, los tragos de caipiriña y ricos camarones, fueron el condimento adecuado para el comienzo de una noche cálida. Regresamos abrazados hacia el hotel. El mar siempre cansa, pero la noche cómplice con la música de Leandro y Leonardo, invitaba al amor entrelazado con esa “mujer de fuego”.
Con el correr de los días nos enteramos que Joao Pessoa es la “la ciudad más verde del Brasil”, hay mucha vegetación, pero viniendo de ellos hay que prestar atención; siempre dicen que son “los mejores del mundo”.
Nos fuimos hasta el mismísimo Cabo Branco, el acantilado junto al mar:
“¡Qué cerca de Europa Negro!”, esbozó Ráela.
“¡Tan cerca que casi se ve la costa amor!”, contesto.
Como siempre ocurría la presencia de mi novia era motivo de admiración, en el hotel, en la playa, en los paseos y restaurantes, mientras sonaba la música de samba, bosa nova, forró. El bronceado perfecto, hacía juego con su rostro y cabellos al viento. No tenía nada que envidiarles a las mujeres brasileñas con sus largas y bronceadas extremidades, sus curvas femeninas y rostros exóticos.
En las noches siguientes nos acercábamos a la pequeña pileta del hotel con una cerveza cada uno, las mirados sugerentes, los besos y abrazos, nos abstraían de los otros pasajeros, mientras la medianoche de luna iba componiendo el toque erótico que nos esperaba en nuestra habitación.
Mientras vamos abrazados, escucho que me dice:
“¡Tu cuerpo me hace perder la razón!”; la tomo de la cintura y con besos encendemos el deseo…nuestros cuerpos se rozan y se desean mutuamente.
No queríamos regresar. Los días de lujuria eran el pecado más dulce que existía.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar
6 respuestas
Volvió la Raela!, ya la estaba extrañando! Algún día la tiene que presentar…
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida” dice la canción de Chavela Vargas y en su caso, este regreso es con la envidiable Raela. Me sentí transportado a las cálidas aguas de Cabo Branco y por qué no – con su permiso- a las promesas que habían en los besos de Raela. Muy bueno Doc.
Muy bueno! Al principio una piensa que es una descripción geográfica de un lugar fantástico, pero luego entiende que es un mensaje de admiración hacia una compañera, novia, amiga, amante. Periódicamente está la Raela en tus relatos. Aparece cómplice, activa, provocadora. Espectacular descripción de dos personas unidas por un gran sentimiento. Me encantó!
Y..y…y…con la Raela, que otra cosa se puede esperar.El Dr sabe “” contar las costillas” de sus lectores apasionados.Muy lindo relato….La Raela es siempre tan joven, bonita y linda??
Fuera del espacio- tiempo, La Raela. Arquetipo de mujer en cuerpo-alma. Soñar es lo que nos queda. No es así, Doc?. Nunca envejecera’ Ella porque en la fértil imaginación del doc, está a salvo.-
Muy “viborezno” el comentario del profe diciendo que la Raela nunca va a envejecer, pero en cambio el negro sí…mmm.