PLAZA GARIBALDI.

Foto ilustrativa.Derechos diario El Universal-

PLAZA GARIBALDI.

El gallego Méndez nació en Andalucía, precisamente en Huelva donde vivió su niñez y también la juventud. De espíritu aventurero, con 22 años se marchó a Varsovia por una rubia que conoció en el Mediterráneo.

El amor duró un tiempo, luego se “enfrío” como suele decirse y cada uno tomó su camino. Trabajando en una empresa multinacional y enseñando español en un instituto, el gallego permaneció en la capital de Polonia.

Una noche de verano en la zona de los bares se encontró con dos españolas que estaban conociendo el país, una ronda de tragos fue suficiente para confraternizar. Intercambiaron direcciones de correo y teléfonos para mantenerse conectados después.

Con una de ellas, Amaia Uranga, volvió a verse en una visita a Madrid. Amaia era catalana y le encantaba viajar.
Méndez tenía intenciones de ir a México de paseo y quizás permanecer en el país azteca, la invitó a la aventura y ella se anotó.

Ambos por su lado estudiaron algo de la historia de México y cuáles eran los lugares turísticos para conocer. Amaia tenía unos ahorros y el gallego cambió unos euros para solventar el viaje. El avión de Iberia los estaba esperando.

Permanecieron dos días en el Distrito Federal y emprendieron viaje al mar hacia Cancún, esa ciudad turística fue creada inicialmente como centro de convenciones.

Días de mar y noches de tequila fueron la agradable compañía americana para los dos españoles; ocho noches fueron un suspiro a la vera de esa mar turquesa.

La “catalana” y el “gallego” regresaron al DF para instalarse en un Hotel 3 estrellas del Barrio Roma. El monumento al Ángel, el Parque de Chapultepec, la Pirámide del Sol, la Basílica de Guadalupe, unos “zigzagueos” por Reforma (la avenida) como en la canción de Arjona y la famosa Plaza Garibaldi, constituyeron su derrotero en los días siguientes.

La famosa plaza debe su nombre al Teniente Coronel Peppino Garibaldi y es dueña de una rica e interesante historia. Los españoles se asombraron cómo los mejicanos mantienen costumbres de varias décadas anteriores.

La plaza es el hogar de “la música de mariachi”. Tanto de día como de noche, se puede observar “bandas de mariachis” tocando o solicitando conciertos a los visitantes.
Es común que personas contraten a esos músicos para agasajar durante el día a seres queridos que cumplen años, les pagan para que canten a semejanzas de las estrellas del denominado cine Charro.

Amaia fue homenajeada en la plaza por un grupo de músicos de los mariachis mejicanos, ataviados con la indumentaria respectiva, incluido el “famoso sombrero de copa alta y ala ancha”. “El son de la Negra “era interpretado con guitarra, vihuela y guitarrón.

Mientras transcurrían las horas de bohemia en los bares de la “Zona Rosa”, la charla amena reconstruía los gratos momentos de la plaza. Vieron a muchos jóvenes en el lugar pese a que sus preferencias musicales fueran diversas.

No era muy diferente la cultura mejicana de la española, México fue colonizado por España, se cruzaban en muchos caminos. El “gallego” comprendió esa sintonía y el país de visita en cierta medida también lo recordaba a Huelva.

Amaia recibió un llamado de Barcelona de su padre, reclamándole por su regreso para ayudarlo en la empresa familiar, tuvo que anticipar su partida. Méndez quiso recorrer algo más y permaneció algo de tiempo.

Abordó un tren a Querétaro para disfrutar de la arquitectura colonial en medio del interior del país. Al regresar se trasladó a Puebla, retornando al día siguiente.

Utilizando el metro de la ciudad paseaba por Santa Úrsula y la tradicional Plaza del Zócalo. Con todo el tiempo del mundo disfrutaba de un café en un bar cercano, mientras los “chaparritos” se dirigían a sus obligaciones laborales.

Regresó a la Plaza Garibaldi una noche, el clima era el mismo de su anterior visita al igual que la música. Los mariachis a pleno. Un poco de nostalgia y recuerdos del pasado. La música es siempre la música.

Cuando se encontraran nuevamente en la Península Ibérica con Amaia Uranga, le comentaría que la Plaza estaba linda, pero no estaban Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez, ni Pedro Infante.

Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar

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7 respuestas

  1. Cuando mis veinte añorados años, se escuchaba mucho en AM ( es lo que había), la música mariachi, como las primeras cumbias legítimas, no degeneradas. Remedabamos a Negrete cantando sus canciones emblemáticas. “Que digan que estoy dormido y que me traigan aquí, México lindo y querido, si muero lejos de ti “…
    Despertaste recuerdos, Doc.

  2. Coincido completamente con Abel, y debo agregar que México es un país de costumbres muy arraigadas, creo que no “compran” como aquí todo lo de fuera

  3. Refrendo lo de Damián, México tiene una identidad cultural muy marcada. En cuanto al gallego, habría que recordarle que segunda vuelta nunca es lo mismo, con Amaia o sin ella…

  4. Es muy interesante la Plaza Garibaldi y sus *Mariachis* . Yo estuve ahí en el año 2016 y disfrute de su música y también vi como venían a contratarlos para fiestas familiares. Una belleza

  5. Uy!! Este relato me lleva a una tarde/noche en la plaza Garibaldi con mi hermana. Había un hombre, no muy joven cantando, maravillosamente!
    Conocíamos a Jorge Negrete y Pedro Infante, por las películas y la admiración que tenían por ellos, nuestros padres. Una mujer nos dijo que el hombre que cantaba lo llamaban Antonio Pedro, pero que era Pedro Infante. Por supuesto no le creímos, pero disfrutamos de sus canciones.
    De regreso le contamos a mi madre lo ocurrido. Ella nos dijo: si era Pedro Infante. Tu papá siempre decia que no había muerto en ese accidente.
    Mi hermana, muy incrédula, le dijo: es muy parecido, pero no es el mamá!!
    Hace un tiempo, ví un vídeo que Antonio Pedro era efectivamente Pedro Infante.
    Se lo reenvié a mi hermana, y ella muy sorprendida, me dijo: te das cuenta que en la Plaza Garibaldi conocimos a Pedro Infante? Voy a pedirle perdón a mami….nunca pensé que sería verdad…pero que hermoso cantaba ese viejo!!
    Tus relatos tienen la particularidad de transportarme a cosas vividas. A ese México, tan cercano a nosotros. Guadalupe, Hochimilco, Tijuana.
    Gracias! Un abrazo

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