Fotografía ilustrativa-Crédito MisionesNatural.com
LA RAELA EN EL BALNEARIO DE AZARA.
Cuando todavía no habíamos viajado al mar con la Raela, nos encantaba cualquier tarde en un arroyo de la zona o en el mismo Chimiray. Ambos disfrutábamos del agua en el verano y la grata compañía.
No sabemos bien por qué, pero la playada del Chimiray en el límite con Curuzú y el balneario lindante dejaron de tener el mantenimiento y la limpieza de otros tiempos. La gente dejó de asistir.
Los socios del Club Social de Apóstoles concurrían al Club Chimiray y los que no, a un nuevo balneario en el mismo arroyo en la localidad de Azara.
La Municipalidad de Azara se encargaba del mantenimiento de las instalaciones percibiendo un pequeño ingreso en concepto de entrada por parte de los visitantes.
Los fines de semana siempre con mucha gente, aprovechando el cauce del arroyo para nadar y el extenso camping que rodeaba el lugar.
Yo me había comprado mi primer auto, un Ami 8 verde limón, con más recorrido que colectivo de media distancia, pero con ruedas “patonas” para tirar “facha”.
Faltaba una semana para Navidad y se armó el viaje al balneario. Un sábado al mediodía con calor sofocante partimos a disfrutar el “agua fresca” del arroyo.
Esperamos un rato para ingresar al agua, la Raela con su “infartante” figura y yo con lo que podía…, que no era mucho. Las miradas incisivas de los muchachos que estaban jugando al fútbol en la cancha del balneario, hacía que esa chica se destacara por encima de las demás.
Al salir del agua encaramos hacia la cantina para comprar “sándwiches de mortadela” y unas refrescantes cervezas en botella.
La música de un pasacasete de una familia instalada, invitaba a la danza que Raela sin ningún tipo de prejuicio ejecutó en medio de aplausos de reconocimiento. Yo miraba como actor de reparto.
Como suele pasar, un grupo de vagos un tanto alcoholizados, empezaron a insinuarle a mi novia palabras “fuera de lugar”, ante el reproche del ambiente familiar existente.
Para evitar inconvenientes mayores le pedí a la Raela que dejara de bailar y el ambiente se calmó.
Regresamos al agua para nadar otro rato y luego al salir calentamos agua para tomar mate.
Sabíamos que se podía acampar en el balneario, aunque no había luz eléctrica. Consultamos con el cantinero y nos indicó que podíamos hacerlo. Esa gente que está tomando se va al atardecer, cuando venga la camioneta de la Policía.
Regresamos a buscar al pueblo nuestra carpa, la radio pasacasete, un farol pequeño, algo de alimentos y bebidas en una nevera.
Al regresar todos se estaban marchando, la policía expulsó a los revoltosos bajo amenaza de pasar la noche en la comisaría.
La luna llena nos hizo compañía, era tan clara la noche que fue innecesario encender el farol; el ruido del agua golpeando en las piedras eran música a nuestras caricias amorosas.
Ella y yo acordamos regresar en caso de algún riesgo que por suerte desapareció. El cantinero se marchó y nuestra complicidad del encuentro nos abrazó por completo.
La música romántica en el pasacasete era el enlace de dos cuerpos que parecían uno en el runrún de la noche y también de las estrellas.
Queríamos detener el tiempo en ese momento intenso, hablábamos de a rato, cuando nuestros labios se separaban un momento. Lo “otro” …, pasión y fuego.
Hubo tiempo para más, nuestros cuerpos desnudos se deslizaban en la claridad nocturna, así regresamos al agua bella del arroyo en la noche de luna intensa.
Apagamos la música y encendimos nuestra propia hoguera intensa…, plena…, llena de caracoles.
Ni la Raela ni yo queríamos que la noche termine…-
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5 respuestas
Una más de la Raela! Ya la extrañaba! Que épocas aquellas del balneario sin luz. Y los maestros como siempre a la orden del día
Cuando aparece Raela…, ya todo no es igual.El Autor sabe que Ella es puro Ranking y exito.Al menos en Mi siempre tengo una predispisicion por estos relatos tan bien logrados.Lo demas corre por nuestra imaginacion.Felicitaciones Doctor Chavez.
Hago exactamente mías todas y cada una de las palabras del señor Ovejero. Para qué más?
Que te pasa ALAIN , éso ya parece una novela!! Noo mentira Ramón Claudio, me encantó y me trajo hermosos recuerdos del mismo lugar.Nosotros veníamos de Santo Tomé a pasar los fines de semana en su veces solos, otras con amigos.Gracias por cautivarnos con tus bellas prisas .
Un relato que enciende la imaginación y trae recuerdos y añoranzas personales de tiempos en donde el campo era orégano. –