EL HOMBRE DE LAS PALOMAS.

EL HOMBRE DE LAS PALOMAS.

Avanzaba la tarde en la playa del nordeste brasileño, entre chapuzones charlas y tragos, no pasó desapercibida la presencia de ese hombre sentado en un viejo sillón de caño y plástico descosido junto a una vieja bicicleta con mucho uso.

Como si poco le importara su aspecto no condecía con los visitantes de la playa en esa tarde plena de calor. Era un hombre “en situación de calle”.

El vagabundo mataba el tiempo tomando mate y dando de comer a las palomas, que en gran número lo rodeaban. Una de ellas sin ningún tipo de temor se apoyada en sus piernas mientras él con afecto la acariciaba.

La imagen inusual de esa persona a orillas del mar llamaba la atención de los presentes. El hombre se mantenía callado con poco interés de entablar alguna comunicación con los demás visitantes de la playa.

Una persona se acercó a charlar con él. Le respondió que se llamaba Erivaldo y era de Porto Alegre, Río Grande del Sur. La conversación se extendió por unos minutos donde el hombre dio muestras de no ser un analfabeto.
Al retirarse el interlocutor intentó dejarle unos Reales para que adquiriese alimentos, atento a su apariencia física. Erivaldo los rechazó y ante la insistencia del turista le preguntó:
– “¿A usted le sobra?”.

Un tanto descolocado le contestó:

– “¡Sí!”.

Erivaldo aceptó el dinero como un gesto de buena voluntad, pero parecía no necesitar. Explicó que hace como tres (3) años se fue de Porto Alegre a recorrer hacia el norte toda la costa del Brasil; que tenía dos (2) hijos y una pequeña empresa lo suficientemente rentable para su supervivencia.

Necesitaba cambiar de aire, demoró un (1) año y cuatro (4) meses para arribar a Joao Pessoa. Hacía dos (2) meses que estaba en Fortaleza y no sabía cuánto tiempo más se quedaría; estaba gustoso allí y se marcharía cuando la vida decidiese.

Se dice que “la zona de confort” es una zona imaginaria donde nos encontramos cómodos, donde todo resulta familiar y no hay imprevistos. Suele ser muy difícil salirse de ese esquema.

La pregunta es lógica:
– “¿Por qué Erivaldo sale de la “zona de confort”, para vivir como si fuese un mendigo en situación de calle?”.

En la charla habló de sus hijos, no lo hizo de su compañera, concubina o esposa; quiso o debió marcharse del hogar.

Si tenía un respaldo económico, por qué soltó “amarras” para recorrer la costa de su país como si fuese un indigente.

Las personas jóvenes son más propensas a cambiar su vida, su trabajo, su hogar. No es  el caso de personas como  Erivaldo, que ya tenía como sesenta (60) años.

Las personas en situación de calle tienen altas probabilidades de tener problemas de salud, incluyendo la salud mental y eso parecía no preocuparle.

¿Habría detrás una historia de abandono familiar, destrato o privación afectiva? No parecía estar “enojado con la vida”.

Por hábitos el ser humano es un animal de costumbres organiza su vida en base a rutinas y le cuesta mucho cambiar. Él dejó su empresa y decidió vivir sin horarios que lo condicionen.
– “¡Hace dos meses que estoy aquí y no sé cuánto me voy a quedar!”.

Vive fuera del sistema, no lo atormentan las obligaciones impositivas, tampoco las familiares, aunque mantiene comunicación con sus hijos.

Salir de la “zona de confort” permite aprender a gestionar los imprevistos, diciendo adiós a la rutina y a los días de inconformismo.

Ese miedo al cambio nos paraliza, creemos que lo que hicimos con esfuerzo no merece ser abandonado.

Cuando Erivaldo llega a la playa,” las aves acuden a recibirlo”. Un momento de paz para ellas también.

Seguramente para él, las palomas simbolizan el espíritu de libertad que eligió para vivir.

www.ideasdelnorte.com.ar

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5 respuestas

  1. Creo que todos llevamos “un Erivaldo en el corazón “, atado a la rutina por comodidad, miedo o compromisos ineludibles con la vida. Pero un espíritu libre llama la atención y lo primero que creemos al ver a un vagabundo, es que se trata de un pobre abandonado a la orilla de la vida. Y no siempre es así. Buena letra, doc.

  2. Coincido con el profe. Exacto, no siempre es así. A veces, como este señor, hay gente que decide ser libre de verdad. Aunque convengamos que quienes toman ese tipo de decisiones, seguramente no se sentían plenos en su vida anterior.

  3. Muchas veces, nuestra zona de confort es una ficción con la que creemos minimizar la incertidumbre, y esta, siempre existe porque es parte de la vida. Atrapados en la carverna de Platón vislumbramos otros esquemas de vida, pero no nos animamos a salir, quizás porque también la educacion y los mandatos sociales ” nos formatearon” de una manera standar. Erivaldo vacío su mochila y solo se quedó con una sola obligación: la de vivir como uno quiere

  4. Creo que pensar solo en Erivaldo es un poco egoísta, ya que según leí en la historia el tenía familia y creo q en esas decisiones no se puede pensar solo en uno.

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