Puerto Márquez. La Paz. Entre Ríos.-
LA RABONA CON EL FLACO DIBERNARDO.
A las 6,45 horas de una mañana de septiembre, nos encontramos con el Flaco Dibernardo en el acceso del Colegio Nacional de La Paz, Entre Ríos.
Cursábamos el 4to.año del secundario. Fuimos los primeros en arribar. Luego del saludo, el Flaco tira la “piedra”:
– “¡Está bueno para hacerse la rata!”.
– “¿Te parece?,” ¡está bueno, pero si nos descubren…, se cambia por cinco (5) amonestaciones!”.
Nos alejamos de la puerta de entrada para no delatarnos y comenzamos a preparar la logística para evitar la sanción disciplinaria.
Quedamos de acuerdo que Puerto Márquez era un buen destino para no ser localizados, evitar las calles céntricas, la Plaza y el Café Cenci.
El Flaco traía los útiles en un sobre, sin libros y yo en gomas de cubierta, atadas en cruz, con una extensión fija que subía y bajaba en mi espalda. Al mejor estilo del actor Carlos Scaziotta y su famosa “perra de trapo”, que identificaba con la frase “salta Violeta”.
Nos alejamos del centro rumbo a nuestro destino con celeridad para evitar sospechas en las horas de clase.
Puerto Márquez era un lugar agreste de esparcimiento, los pescadores “mataban el tiempo” tratando de obtener bogas o “mariscando” mojarras para freírlas en el sartén ennegrecido por el fuego.
– “¡Para no despertar sospechas decimos que “somos pescadores sin liñada”, ni “mojarrero”, alguien nos prestará…!”; tiró el Flaco agrandado.
Nos atropellaba la risa pensando en nuestros compañeros de curso que estaban en clase de matemática o literatura, mientras el sonido del agua del río nos llenaba la mañana.
En el Colegio Nacional siempre había clase; salvo ese día para nosotros, con la gambeta que le metimos, era puro esparcimiento.
Puerto Márquez nos cobijó hasta la media mañana, los pescadores del río se fueron. Los “jejenes y su picadura irritante nos pusieron contra las cuerdas.
Pasadas las diez (10) decidimos cambiar el lugar de la “rata”.
– “¡Vamos a casa a escuchar música!”, argumentó el Flaco.
– “¿Qué le decimos a tu gente por regresar temprano?”, pregunté.
– “¡Faltaron dos (2) profesores, ellos no van a averiguar ¡”, fue la respuesta.
Evitamos la calle Echague, la más entrerriana de todas, rumbeamos por el balneario, la zona del Hospital y nos instalamos en la casa de Dibernardo.
Todos los “long play” de “Los Beatles” estaban en el tocadiscos, la música era en ese momento nuestra compañía. La banda de Liverpool a pleno.
Nos seguíamos acordando de nuestros amigos que estaban en clase; mientras saboreábamos una “copa de jerez”.
La alegría fue interrumpida por el golpeteo de manos en la entrada de la casa. Miramos por la puerta de vidrio apenas entreabierta y se nos aparece la figura de “Tino”, el Portero del Colegio Nacional.
“Tino” era el encargado de llevar las notificaciones de las amonestaciones a la casa de los alumnos “que se hacían la rabona”. Por expreso encargo de la directora del establecimiento, “la señorita Trull”.
– “¡Perdimos!”, expresamos al unísono.
Con angustia teníamos que enfrentar la condena y las obvias “felicitaciones “qué recibiríamos.
Nos olvidamos de la música…, el Flaco salió al patio a meter no sé qué excusa y atender al portero. Mientras caminaba hacia el portón de acceso, veo que gira el rostro con una sonrisa.
No era “Tino” el visitante, era un vendedor con cierto parecido a nuestro victimario. La alegría nos embargó nuevamente.
Llegó el mediodía, festejamos, nos saludamos y me marché.
– “¡La rabona fue un éxito ¡”. –
Después de muchos años me reencontré con los compañeros de curso del Colegio Nacional, al no ver a todos…, pregunté por el Flaco Dibernardo.
– “¡Se fue de viaje…, se nos adelantó!”. Me respondieron con nostalgia.
Esa misma nostalgia… me embargó.
Me acordé de “la rata en Puerto Márquez”. La tristeza de los amigos ausentes…, arrastra la pena.
“EL FLACO SE FUE…!”.
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4 respuestas
Una simple anécdota despierta la nostalgia de aquellos tiempos en que el campo era de orégano. Todo fue…y fue bueno. La aventura de la vida aún continúa. Gracias doc por avivar nuestros propios recuerdos…
Mierda!!! El final fue un golpe bajo y casi al instante me entró una basurita en los ojos 😢
Ah! Que final tramposo Claudio! Me hiciste acordar de mi amigo Coco Acosta! El flaco era el alma de la risa en el curso! La p¥£@ madre! Se nos fue al poco de terminar la secundaria. Se le ocurrió tener una novia en Virasoro y allá en una disputa lo ajusticiaron sin más preámbulo. Volvió un domingo temprano en la carrocería de una camioneta de la policía de corrientes como si fuera una res robada, empapado en su sangre… Coco Acosta! Que en paz descanse seguro está haciendo de las suyas allá arriba.
Cómo siempre un relato que atrapa hasta el final. Está vez el final deja una reflexión, los recuerdos no desaparecen. Me gustó lo del susto con el portero y lo mejor: que nunca los descubrieron. Unos genios, podían ir cualquier día a Puerto Márquez y a escuchar a los Beatles, pero nada se compara con la adrenalina de una rateada.
Felicitaciones y gracias por hacerme empezar bien la del domingo!