LA RAELA Y LOS VINOS AÑEJOS.

Imagen ilustrativa. Puede tener derechos de autor.

 LA RAELA Y LOS VINOS AÑEJOS.

A mediados de la semana de un invierno crudo, “La Raela” y yo comenzamos a organizar nuestro encuentro del fin de semana.

– “¡El jueves me gustaría hacer un poco de atletismo en la pista del Aeroclub!”. Le digo.

.” ¡Dale Negro el jueves, pero el viernes y sábado sos “todo mío”!”. Me contestó.

Acostumbrados a los climas subtropicales nuestros inviernos suelen ser templados, aunque con lluvias.
 En este caso, el pronóstico anunciaba temperaturas por debajo de los diez (10) grados y fuertes heladas.

– “¡Con vos no tengo frío mi amor…, que hiele nomás!”. La oí decir.

Como siempre los momentos de amor pleno generaban en nosotros un inmenso placer, con la miraba “cómplice” de lo que queríamos sentir.

El viernes temprano por la tarde fui al almacén del barrio a buscar provisiones para el fin de semana.

– “¡Don Juan, necesito harina de maíz, de trigo, aceite, yerba, gaseosas y vino añejo!”. Le pedí.
– “¡Tengo todo, el vino añejo es tres cuartos, bueno, intermedio! ¡Acá la gente siempre lleva vino común!”. Me contesta el almacenero.

A las seis (6) de la tarde entrada la noche y el frío intenso, la busco a mi novia en la casa de sus padres. Nos despedimos de ellos y dimos una vuelta por la plaza del pueblo. Con premura nos dirigimos a casa.

“La Raela”, linda como siempre; con un pullover de cuello alto de mucho colorido, unos jeans ajustados a su cuerpo esbelto, botas marrones de caño corto y una campera de cuero negra.

Antes de descender del auto “guiñando un ojo” me dice:
– “¡No veía la hora de encontrarnos!”.
Un fuerte y profundo abrazo nos encuentra inmediatamente.

Ingresamos, encendimos la estufa, la música romántica de fondo invitaba a una noche de amor intenso.

Organizamos la cena y estuvimos de acuerdo en disfrutar un mate cocido con tortas fritas de harina de maíz. “La Raela” se encargó de ello.

Me invadieron los recuerdos de la infancia; el jarro de medio litro de cocido humeante se llenó de trozos de torta frita, saboreados como debe ser con una cuchara sopera. Entre risas, “Raela” disfrutó la cena con más discreción.

En la sobremesa destapamos un vino para brindar por algo; por el amor, la vida y los besos que nos debíamos.

Había cubierto el lecho con dos frazadas, nuestra cálida presencia entendía que con una era suficiente…, hasta podría ser demasiado.

“La Raela” me tomó de las manos y me invitó a bailar “Vino Griego”, la canción de José Vélez. Las palabras estuvieron demás.
La temperatura exterior confirmaba el informe del servicio meteorológico; en la casa el calor de nuestros cuerpos decía lo contrario. Después del baile, siguieron los besos intensos, las caricias interminables, la complicidad y el deseo hicieron el resto.

El sábado arrancamos tarde. Preparé café, traje a la cama, hablamos de cosas sin importancia; luego organizamos el almuerzo.

Un guiso de arroz en la olla negra, con cebolla dorada, carne pequeña, papa, sin tomate, con ese sabor inconfundible de comida casera para chuparse los dedos.

A la tarde la invité a dar unas vueltas por el pueblo, mientras mateábamos con bizcochos de la panadería. Había muy poca gente en las calles por el frío. “La Raela” acercó su cuerpo al mío y me sugirió regresar para ver una peli.

El invierno estaba presente en la noche del sábado; fui a buscar pizza a “La Múnich” y regresé a la casa a seguir disfrutando de tan hermosa compañía.

Los vinos añejos del almacén de Don Juan esperaban por nosotros y nosotros por ellos. Como solíamos hacer, nos sentábamos sobre la alfombra a escuchar música, a mirarnos con pasión.

Ella se quitó la ropa de a poco…, sentí sus “pezones firmes” en mi espalda, ¡me abrazó y comenzó a besarme con esa sensualidad avasalladora! ¡Imposible resistirse a ello!

Los vidrios de las ventanas se empañaron por el calor irradiado por nuestros cuerpos; “frases de amor”, “de deseo” y “lujuria” nos trasladaron a momentos mágicos que suelen ser imposibles de olvidar.

Al amanecer admiré su cuerpo desnudo, bello, con sus curvas perfectas…, ¡de una mujer hermosa que sabe amar intensamente…!

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4 respuestas

  1. Bueno, bueno, bueno… Que tenemos hoy!!!? Por favor! Que escribió él doc! Leí “pezones” 🤯🤯 la cosa se va picando!
    Felicitaciones Claudio!
    Yo todavía no me animo a escribir así.

  2. Domingo temprano. Llueve en mi ciudad. Algo de tristeza se quiere apoderar de mi, pero leo este relato y pienso, “que simple es el recuerdo” Lleno de picardías de dos jóvenes inmersos en sus sentimientos. Y se borra mi tristeza tratando de imaginar tortas fritas de polenta y guiso de arroz sin tomates y una muchacha hermosa que sutilmente guía a su amado….lo demás no necesita imaginación, delicadamente explícito.
    Muy bello! 💞.

  3. Que bueno Doc! Recordar los deliciosos momentos que nos regaló la vida, también es honrarla. Solo basta la complicidad de la memoria con las emociones, para que el deleite se repita.

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