Fotografía del Archivo General de la Nación.

HOJITA VERDE SIN PIDO Y SIN ARRANQUE.

Los niños de riguroso guardapolvo blanco almidonado llegan presurosos a la escuela. No tienen que llegar tarde, el sonido de la campana anuncia el comienzo de la actividad diaria.

Se forman en fila en el patio del establecimiento para iniciar la jornada con la ceremonia de izamiento de la Bandera Nacional. Mientras sube en el mástil se escucha en voz alta las estrofas de la canción “Aurora”.

Cada grado a su aula para que el maestro desarrolle las materias del día, la tarea del hogar terminada y los temas de estudio también. Para ser niños parecieran muchas responsabilidades.

Los procesos educativos en las escuelas primarias en la década del sesenta (60) tenían esa impronta. Los maestros estaban para enseñar y los alumnos para aprender.

Los docentes llamaban a los alumnos por su apellido, el pizarrón y la tiza eran su complemento indispensable para la enseñanza de aquello que muchas veces era desconocido para el estudiante.

La clase transcurría con armonía, la audiencia atenta a lo que exponía el educador; los momentos de distensión eran generados por éste con alguna referencia a los temas desarrollados o al comentario de porqué tal o cual alumno no estaba atendiendo.

Todos los chicos prestaban atención a la exposición, luego de ello debían exponer los conocimientos en las próximas clases. Algunos se distraían desviando la vista hacia los ventanales del aula.

El recreo era esperado con ansiedad, los diez (10) minutos en el patio estaban destinados a las charlas y juegos.

“La rayuela”, juego de patio o salón con una serie de casillas en el suelo que se debía saltar con una sola pierna sin caerse.
“La bolita”, con pequeñas bolitas de vidrio o cerámica. Éste era un juego preferentemente de varones.

“El huevo podrido”, colocados en círculos los chicos, uno de ellos corre por fuera dejando un “bollo de papel” detrás de cualquiera de los participantes.

“El gallito ciego”, un jugador con los ojos vendados debe intentar atrapar a los demás.
“El juego de la soga o cuerda”, los participantes deben saltar mientras la soga gira sostenida por dos alumnos. (Coordinación y destreza).

Los educadores observaban a sus alumnos en esos diez (10) minutos de libertad. No querían que los niños regresaran a clase exaltados, traspirados o con el guardapolvo sucio.

Una campana señalaba la finalización del recreo; los niños quietos en un lugar, otra campana indicaba el regreso a las aulas.
“A la pelota”, se jugaba con una de plástico; una de cuero exigiría mayor esfuerzo físico y riesgo de ensuciar el uniforme los días de rocío de la mañana.

En un tiempo se puso de moda un juego inventado por los chicos:
“Hojita verde sin pido y sin arranque”.
Uno de ellos tenía en el bolsillo del guardapolvo una hojita verde de una flor, una planta, o un árbol. La sacaba y miraba a cualquiera y le tiraba la frase. El indicado debía responder exhibiendo su propia hoja verde. Si no la tenía, perdió.

El juego parecía tonto; las sanciones casi no existían, pero requería de atención y podía jugarse clandestinamente en el aula cuando el maestro no los veía. Por entonces no había cámaras de seguridad.

Eran tiempos en que los alumnos iban solos a la escuela, no existía transporte escolar; los padres no buscaban a sus hijos del establecimiento, ni concurrían a éste para quejarse de los maestros o cuestionar las sanciones por algún acto de indisciplina.

Los niños de la primaria con el tiempo, entendieron la importancia de esa enseñanza; los juegos le otorgaron esparcimiento y camaradería:
– “¡Aunque no lo sabían…, eran felices en un mundo por descubrir…!”.

Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar

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5 thoughts on “HOJITA VERDE SIN PIDO Y SIN ARRANQUE.

  1. En su regreso al pasado estudiantil, el autor nos hace recordar también que, generalmente, no habían porteros, es decir, el orden y la limpieza de la escuela, corría por cuenta de los alumnos y sus docentes. Era una oportunidad para aprender también a ser limpio y ordenado. Nadie quedó traumado por eso.

  2. Un relato para nosotros, “los viejos”.
    La pucha que fue una linda época esa…
    Yo usé pantalones largos recién a los 13 años cuando inicié la secundaria. Hasta en invierno iba a la escuela con pantalones cortos. Moradas las piernitas jajaja 😂

  3. Si, hermosos recuerdos a los que vuelvo cada vez con más frecuencia. Siendo adulto tuve la oportunidad de recorrer mi escuela primaria, sus aulas y su patio ya no me resultaron tan grandes pero estaban pobladas de buenos momentos.

  4. Un relato con nostalgia. Tiempos en los que se enseñaba con pedagogías diferentes. No sé si eran mejores o peores, solo eran diferentes. Con lo que teníamos a mano. Una soga, un elástico, una pelota barata, balitas o una simple hojita en el bolsillo. Mi recuerdo guarda el preso y el policía, corríamos y muchas veces nos dábamos unos buenos porrazos, muñecas recalcadas
    era lo más común, hinchazón y llanto y las maestras frotandonos. Hoy es algo distinto el patio en los recreos. Pero sigue teniendo las risas y los sueños de esos niños y niñas, que son los futuros hombres y mujeres en un mundo cada vez más difícil de comprender.
    Muy buen relato de este domingo Resurrección. Me encantó!

  5. Exelente recuerdo Claudio! Te olvidaste de policías y ladrones! Dónde dejábamos los bolsillos de los guardapolvos en manos de algún contrincante!

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