CIDADE MARAVILHOSA.

CIDADE MARAVILHOSA.
Hubo un tiempo que la manera de hacer turismo en verano cambio en Misiones.
Empezaron a ir a las playas del sur del Brasil, primero a Capao do Canoa, a Torres y luego a Camboriú.
Los viajes se hacían en autos, en excursiones o en ómnibus de larga distancia.
Muchas familias partían con anticipación para pasar las fiestas de fin de año, incluso lo jóvenes lo hacían por su cuenta.
Eran los tiempos del uno a uno, iban y decían:-¡ dame dos!.
Los brasileños que son muy buenos anfitriones, aprovecharon esa época y se construyeron muchos edificios para albergar a “la industria sin chimenea”.
Mi novia, La Raela, en una tarde de lluvia me dice:
-¡Negro, si todos se van al Brasil, ¿por qué no podemos ir nosotros? –
-¡Deberíamos organizarnos y calcular, quizás podemos, pero con el Ami8 Verde Limón no se si llegamos!
-¡Pero yo no quiero ir en una excursión para encontrarme con toda la gente del pueblo allá!.
-¡Si te parece vamos hasta Foz de Iguazú y nos tomamos un bondi hasta la playa!.
Me abrazo y me lleno de besos:
-¡Qué capo que sos mi amor, Gordo divino!.
Le sugerí llevar un solo bolso y una mochila para poner las cosas de valor; allá vamos a estar todo el tiempo con ropa casual.
Llegamos temprano a la Rodoviaria de Foz de Iguazú y me acerco a la ventanilla para comprar dos pasajes ida y vuelta a Camboriú.
-¡No tenemos pasajes a Camboriú ahora, se agotaron!.
¿Para cuando los tienen?- le interrogo.
-¡Para dentro de un mes!- me dice.
Nos miramos con la flaca y se nos vino el alma al suelo.
-¿Hacía que playa tiene?
-¡A Río de Janeiro a las 19 horas!.
-¡Vamos!- me dice la Raela!.
-¿Cuánto sale el pasaje y cuantas horas demora el viaje?
Me contesta en portuñol y no le entiendo, 22, ¡me escribe en un papel!
-¡Es un día de viaje de ida y un día de vuelta!.
La flaca me dice: -¡vamos igual!- y compramos los boletos.
Eran las 11 de mañana y hacía un calor impresionante, buscamos guarecernos en la sombra de unos árboles.
El colectivo era uno intermedio, donde el chofer se encuentra en un compartimento distinto del resto del pasaje, un cerramiento y una puerta de vidrio lo aíslan.
Los pasajeros eran casi en su totalidad brasileños y trabajaban en el “contrabando hormiga”, venían a buscar bebidas alcohólicas, cigarrillos de marca y mercadería importada que se conseguía a menor costo en la frontera.
Cada persona con dos bolsos enormes lleno de bagallos
Nos pidieron a La Raela y a mi si podíamos llevar un bolso, cortésmente dijimos, que no.
Antes de llegar Cascabel un pasajero se levanta de su asiento y comienza a pedir “dineiro para o motorista”, como no entendíamos le dijimos nuevamente que no y ya nos miraron con caras de pocos amigos.
En el primer control policial, asciende un uniformado y recorre el pasillo del colectivo, ¿Tudo bom? luego de palpar los bolsos ; “tudo bom contestan al unísono”. Saluda y desciende luego de tomar el dinero recolectado que le entrega el motorista.
La Raela me mira sorprendida y le digo:
-¡La próxima vez vamos a tener que aportar, porque si no no nos va ir bien acá!.
Durante la noche se hizo difícil conciliar el sueño y el transporte se detuvo en un restaurant-tipo espeto corrido para la cena. Cada seis horas de viaje el colectivo cambiaba de chofer, pero siempre era uno solo el que venía.
El chofer tomaba las curvas a alta velocidad y frenaba bruscamente por los precipicios, la Raela se descompuso, pero los brasileños acostumbrados a ese tiempo de viaje eran pura “risa”.
El viaje se hizo interminable y en dos ocasiones más pidieron “dinero para o motorista”, aportamos también, se subía el policía, hacía como que controlaba y bajaba con el dinero. Nuestro cambio de actitud genero miradas más complacientes y no tan agresivas como al principio.
Finalmente arribamos a una multitudinaria Rodoviaria en Río de Janeiro a las 17 horas del día siguiente, y abordamos un taxi hacia la playa de Copacabana para alojarnos y disfrutar del mar.
Ninguno de los dos habíamos ido nunca a Río así que nos deslumbró la belleza de la ciudad.
Nos pareció razonable el precio del Hotel Luxor y alquilamos una habitación que no tenía vista al mar.
Al día siguiente, luego de escuchar las recomendaciones del conserje en cuanto a la seguridad en la playa, arrancamos temprano para disfrutar las vacaciones.
La Raela lucía su escultural cuerpo con un bikini colaless de color verde observando lo imponente del paisaje.
Como dos pajueranos nos metimos al mar hasta la rodilla y nos mojamos la cara; vino la primer ola y nos desparramó por el agua mientras manoteábamos y tratábamos de nadar sin poder hacer pie ni avanzar a ningún lado.
Tragamos agua y los dos pensamos que nos moríamos. Por suerte, finalmente la correntada te devuelve a la costa y recobramos la calma a media.
La parte superior de la malla de la flaca se fue con el agua y ella quedó con las” lolas al viento”, se cubría con sus manos. Al fin las ubiqué y todo volvió a la normalidad en medio de las miradas lascivas de los hombres que estaban en el lugar.
Una señora tucumana, nos dice luego del incidente, -a nosotros nos pasó lo mismo la primera vez que vinimos al mar. -¡Podría avisarnos doña!.
-¡No sabía que era la primera vez que venían!.
Pese a que alquilamos una sombrilla y dos silletas quedamos muchas horas bajo el sol y la piel de mi novia tomo un color rojizo intenso.
El clima era festivo, ya se escuchaba la música del carnaval, la alegría nos contagiaba y le acompañábamos con unas ricas caipiriñas.
Al regresar, a la flaca le ardía todo el cuerpo, le dolía incluso cuando le tocaba. Fui a comprar crema hidratante y le dije:
-¡Mañana ni se te ocurra quedarte en el sol solo con la malla, colócate una remera y vamos a regresar tipo 10 y vamos por la tarde!.
Pasaron los días de cuidado y regresamos a disfrutar el mar, estuvimos en Ipanema y el legendario bar de Vinicius de Morais, también en Leblón.
Nos hicimos un tiempito para conocer el Corcovado y el famoso Cristo Redentor, con una noche a puro ritmo con las mulatas en Oba-Oba.
-¡Gordo, me quiero quedar a vivir aquí, lo que deben ser los carnavales!¿ algún día venimos?
Una tarde estábamos en la playa y se acerca una vendedora de pareos de rasgos eslavos, le ofreció sus productos a la flaca y le dijo:- a vos cualquier color te queda bien.-
Era una croata que vivió 10 años en Buenos Aires con un novio, en el verano se iba a vender café a Mar del Plata, hasta que un día un flaco le dice;
-¡Vos tenés que irte a vivir a Río! Y se vino.
Tendría unos 45 años y nos dijo:
-¡Anduve por muchas partes, tuve varias parejas, tengo un hijo que se quedo en Buenos Aires, pero como Río no hay!.
-¡Viste gordo lo que dice ella, como Río no hay!.
Pasamos de la mejor manera los ocho días, muchas caricias, muchos besos, por las noches camarao y caipiriña, amor del bueno, en un ambiente donde parece que la gente no se hace problema.
Por las tardes pasaban por la avenida Atlántida los grupos de samba de los barrios, nos enganchábamos con toda la gente siguiendo el ritmo de carnaval. La Flaca era buena para el baile, tenía gracia, a mi me costaba un poco, un poco bastante.
Le dije a la Raela:- aquí en Brasil en Carnaval se para todo, en Río en el Sambódromo, en Bahía la gente en las calles bailando con lo que ellos llaman, “los tríos eléctricos”, música en camiones con grandes parlantes y cantantes famosos cantando.!.
En Recife hay una comparsa que tiene 2.000.000 de personas, cualquiera se integra, se llama “Os Galos da Madrugada”y dicen que es la más grande del mundo; bueno acá todo es lo más grande del mundo!.
Vivimos días de amor intenso, pleno, con mucha complicidad.
El regreso fue igual de extenso que la ida, pero entendimos que fue hermoso lo vivido.
En el cole La Raela me dice:- Negro, léeme algo de Neruda:
Encontré:
-¡De la vida no quiero mucho.
Quiero saber que intenté
todo lo que quise,
tuve todo lo que pude
AME LO QUE VALIA LA PENA
¡Y perdí apenas lo que nunca fue mío!
Se durmió con los brazos entrelazados en mi hombro.
Ideas del Norte com.ar


Tal vez lo pensé en otro relatos …pero qué afortunada es la Raela! Muy bueno Claudio, siempre nos transportas con tu relatos!
Échale la culpa a Río! Así dicen Todos. A medida que leo tus relatos, siempre, mi imaginacion se vuela. Pero no pude imaginar que sería amor del bueno, después de semejante viaje y hecha un camarón….buenísimo!!!
Los buenos lugares y momentos, son mejores compartidos, en su caso con la Raela, un personaje? Una obsesión? Amores pasados que se reconstruyen desde el recuerdo.? O alguien real, vaya uno a saber estimado Doc. Quizás un día se encuentre con ella en una esquina de Posadas o de Apóstoles. En ese caso espero comparta su impresión
Con mucha crema …en la piel. Por las quemaduras digo. Muy entretenido tu cuento,Claudio y con el remate nerudiano. Me hiciste recordar un viaje a Guaruja’ en colectivo por Crucero del Norte.
Bueno; como aquí también hay “peajes”; y yo pensando que era solo una virtud argentina…
Hermosa historia me encantó ese cierre con Neruda.