EL COSITO DE LA PIZZA.

Imagen ilustrativa.
EL COSITO DE LA PIZZA.
En 1967, un médico “rural” de Alma Noble, René Favaloro, realizaba un invento que cambió para siempre la cardiología mundial.
Había notado que cuando una arteria coronaria se bloqueaba, el corazón pedía un camino alternativo, un desvío, una ruta salvadora y decidió construirla.
Así surgió el “bypass coronario” o “bypass Favaloro”, un puente de vida, una ruta nueva trazada con venas propias del paciente.
No fue un hallazgo accidental, menos una inspiración de sobremesa. Fue ciencia pura, meticulosa, rigurosa, poética en su precisión. Una idea que solo aparece cuando se la persigue con pasión, estudio y coraje.
El “bypass coronario” fue un gran adelanto científico que ha permitido salvar a millones de vidas en el mundo.
En esa Buenos Aires que olía a café molido y a diario doblado bajo el brazo, existía un rumor que siempre volvía:
– “¡El ingenio argentino nunca descansa!”.
Unos años más tarde, en 1974, Claudio Troglia, un ex empleado bancario, inventó lo que él denominó el “Separador de Pizza” “SEPI”.
Luego de observar como el queso de la pizza quedaba adherido a la tapa de cartón, similar a las que se usaban para los ravioles.
Con un pensamiento simple, casi doméstico fue buscando una solución.
Troglia dibujó, recortó, probó y volvió a probar hasta dar
con aquél pequeño trípode de plástico. Un objeto mínimo, humilde, casi invisible pero imprescindible.
De un valor insignificante hasta que falta…, y entonces la tapa se pega y el caos reina.
Este “laburo” artesanal le indujo a patentarlo, en un engorroso trámite ante el Registro de Patentes cuando no había sistematización en la información. Debió revisar casi manualmente para saber si el “SEPI” no fue inscripto por otra persona.
Buscó al matricero de la revista Billiken para que arme el trípode de plástico que pesaba un gramo y se sintió realizado.
Como era de esperar la gente le puso su propio nombre al invento de Claudio Troglia; para todos era nada más y nada menos que el “cosito de la pizza”.
Vino después el proceso de distribución por todas las pizzerías de Buenos Aires, algo que el inventor lo hacía personalmente acompañado de su esposa.
Debía convencer, además, que el producto era más económico que los 20 escarbadientes que se colocaban para impedir que el queso o los agregados de la pizza se peguen en la tapa de la caja.
El dueño de la patente del “cosito de la pizza” no vivió en el Caribe, siguió trabajando con su hijo en un “Resto Bar” ubicado en la calle Vuelta de Obligado.
Al ser un producto de fácil elaboración e imitación, no pudo defender los derechos de autor; abandonó la lucha por ello y solo le quedó la satisfacción que las pizzas vienen en cajas de cartón con un trípode que él inventó hace más de 50 años.
En modo alguno pretendemos con este relato, comparar la inmensa obra del Doctor Favaloro con el invento de Troglia.
Ellos nunca compartieron una mesa…, y menos un laboratorio… pero estaban unidos por el mismo impulso:
– “¡Hacer mejor lo que otros daban por hecho!”.
Coexisten dos sabidurías:
– “¡Uno…, sostuvo la pizza con un pedacito de plástico!”.
– “¡El Dr. Favaloro sostuvo la vida con una nueva carretera para el corazón!”.
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar

Muy buen relato, muy preciso en datos y por sobre todo, nos dejan ejemplos y enseñanzas.Desde lo mas simple a lo mas complejo , debe tener el algoritmo de la Logica y de la inteligencia. Muy buen tema Claudio.
Que grande Claudio! No sabía que “el cosito de la pizza” era invento argentino!
No dominamos el mundo porque no sabemos elegir gobierno! La pu#@& ma€×€