DOS CAMINOS. UN DESTINO.

A los 31, Lucía ya no esperaba milagros. Su vida estaba hecha de pequeñas rutinas; el mate de la mañana, el café de la tarde y la música suave que adornaba la noche antes de dormir. Se había acostumbrado a ese orden tranquilo, casi sin sobresaltos. Se conoció con Andrés mucho tiempo atrás, cuando los días eran más largos y el futuro menos incierto, pero solo intercambiaron unas palabras y gestos de ocasión.

Sus vidas transcurrían por caminos paralelos. El tiempo, caprichoso alquimista de encuentros, decidió que el destino tenía preparada una jugada maestra. Fue un viernes por la mañana, el aire aún fresco y el sol empezando a calentar las calles de la ciudad. En una librería de barrio con olor a papel viejo y madera encerada que se cruzó Lucía, radiante con el pelo castaño que caía en cascada y Andrés con una mirada inquieta, sobresaltado con su presencia.

El hojeaba un libro, como quién busca la respuesta entre líneas; al levantar la vista sus ojos se encontraron con Lucía. No fue sorpresa ni casualidad, fue algo más profundo, como si una hebra invisible los hubiera estado tensando hacia ese momento desde siempre.

Hablaron con cautela de lo trivial, el café de la esquina, de una película, hasta que, sin darse cuenta…, ya estaban desnudando otras capas. Afuera el sol tomaba fuerza, pero para ellos el tiempo había dejado de existir. Descubrieron que ambos habían nacido el mismo año en el mismo sanatorio. Que sus abuelos habían sido vecinos, que Doña Blanca había sido también su profesora en distintos colegios; el destino los estaba encontrando.

El la invito a tomar un café al día siguiente y ella quedó encantada. Se encontraron con cariño, como si necesitaban refugiarse en el uno en el otro; algo como recuperar el tiempo perdido…, ¿dónde estábamos para disfrutarlo…? se preguntaron.

Las semanas siguientes, en una coreografía no ensayada, caminaron bajo los árboles abrazados o tomados de la mano, entre risas que se escapaban sin permiso o en silencios que no pesaban. Había algo inevitable en todo aquello; pieza que después de años encajaron. Para Andrés, Lucía era como la canción de Serrat; para ella, el camino esperado sin saber.

El amor los encontró de golpe. No sabían si eran dos caminos diferentes y un destino o ella no especulaba con eso; lo palpable era la realidad de su amor, la forma en que Andrés la hacía verse comprendida, en la calidez de sus abrazos. Esos eran los regalos preciosos que ambos atesoraban.

Existía una necesidad mutua de estar juntos…, ahí el mundo se detiene un instante y solo existen ella y él.

Tal vez eran almas gemelas como suele decir la gente, tal vez el destino los había reunido en ese intrincado ballet de coincidencias; o tal vez simplemente, habían encontrado en el otro el reflejo de sus propios anhelos.

Eran momentos para mirar hacia adelante…, para soñar…o para encontrar en las cosas simples lo que las personas muchas veces no aprecian.

Y, sin embargo, la vida rara vez obedece a la lógica de las almas gemelas. Una noche, Andrés le sonrió con una calma que parecía prometer eternidad. Lucía lo miró como quién contempla un paisaje sin saber cuánto duraría esa magia, por eso la dejó recorrerla por dentro sin medirlo ni contenerlo.

Hay encuentros que llegan para quedarse…, profundos, nítidos y otros que solo pasan para recordar lo que es posible. Lucía ya no esperaba milagros; su historia con Andrés no era solo el destino…, era lo que debía ser…, juntos…,o no…


Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar

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4 thoughts on “DOS CAMINOS.UN DESTINO.

  1. Creo y cada vez más convencido que nada es para siempre, que la rutina termina por ganarnos y cuando hemos hecho todo nos damos cuenta de que estamos como al principio buscando un refugio y no importa si acompañados o en soledad. Nada es por siempre.

  2. Una historia que nos trae el autor y que nos lleva al cuestionamiento conocido: casualidad o causalidad?. 👇 saga es de comienzos, así que no seamos pesimistas…

  3. Fatalidad, o el caos donde el azar juega discrecionalmente con nuestras vidas. En eso estriba el encanto de nuestra existencia. Nada es lineal y las sorpresas nos aguardan a la vuelta de la esquina.

  4. No sé si nada es para siempre, como dice Damián. Creo que cada uno tiene su “persona indicada” en alguna parte y muchas veces es difícil hallarla.
    A veces creemos que la encontramos y sin embargo nos equivocamos, por eso las separaciones y esa creencia de que nada es para siempre.
    Coincido con Abel…no seamos pesimistas.

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