Imagen ilustrativa.

      EL BOLICHE DE NICASIO.

Estaba atardeciendo en el pago, el cielo se tiñó de anaranjado suave. Las calles de tierra estaban húmedas por la llovizna de la mañana. Los perros se estiraban bajo los árboles esperando la noche.

Por ese camino, entre surcos de arado y cercas de alambre trenzado caminaban el Alejo y el Jacinto. Dos paisanos de andar cansino y mirada profunda, amigos desde que el tiempo era más corto y los sueños más largos. Iban al boliche del pueblo como cada viernes porque el viernes como dice el cuento de Landriscina,
“ Hay pago en el obraje”.

Iban a despuntar el vicio y a comprar “la provista para el rancho”. Un poco de arroz, fideo, harina, aceite, yerba, azúcar, sal y algo más. Alejo trajo la lista anotada en un viejo papel arrugado.

El boliche estaba en la esquina de la plaza, bajo un alero de chapa ondulada, adentro el aire olía a querosén, a cuero viejo y anís. Don Nicasio, el dueño, fumaba un cigarro de “chala” tras el mostrador, una radio desafinada entonaba un chamamé de Ernesto Montiel.

– “¿Qué les trae por aquí…, si no es la sed?”, dijo el dueño del boliche.

– “¡Las provistas y un trago liviano, que el frío se mete hasta el alma!”. Respondieron.

Como para no irse enseguida…, pedían la mercadería de a poco, mientras se saludaban con el Toribio, Anselmo y el “Tobiano”, (le llamaban así porque tenía elrostromanchado).
Una copa de caña…, luego otra… y después una más, mientras Jacinto contaba que una vez vio un ciervo blanco en el monte, el Alejo juraba que era verdad, porque en su juventud hasta los zorros hablaban.

Ante el relato, Nicasio enternecido puso la botella sobre el mostrador como si fuera un altar en medio de la algarabía de los paisanos.

Entre risas y recuerdos, entre copa y copa, el tiempo se fue diluyendo como el azúcar en el mate cocido. Mientras tanto, las bolsas de arroz y harina apiladas junto a la puerta, parecían esperar una orden que nunca llegaba.

De pronto Alejo se paró tambaleante, recogieron las bolsas para emprender la vuelta. Allá en la casa… “la Bernarda” los esperaba con una paciencia sin límite.

Se despidieron de las pocas personas que quedaban en el boliche y se alumbraban con linternas en ese camino zigzagueante del retorno, llevando consigo solo la mitad de lo que habían comprado…

Salió la luna para acompañarlos. ¡Hemos bebido por la amistad!, a ella hay que alimentarla decían entre risas, sin darse cuenta que olvidaron algunos alimentos.

La “gurisada” se fue a dormir en el rancho luego de saborear un guiso de porotos recalentado por la Bernarda…, así era en el campo.

¡Lo que se olvida en el camino…, no es lo más importante…! Importante es el sendero que se recorre en compañía…
 

RamónClaudioChávez.
www.ideasdelnorte.com.ar

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4 thoughts on “EL BOLICHE DE NICASIO.

  1. Me quedo con el epilogo ” sendero que se recorre en compañía”. La importancia para la vida de ser parte de otros y estos parte de uno. Contar con un hombro o una mano en las malas y también con quién reír en las buenas. Todo hasta que las velas se apaguen…

  2. Contaron que habia un peon rural que cuando veia el pasto aplastado revisaba el lugar especulando que habia dormido alguien con unas copas de mas. Pensaba que podia haber perdido dinero u otras cosas. Siempre hubo rebuscadores

  3. Pequeña historia que describe un cuadro vivencial completo en donde reina la escases de recursos, la búsqueda de aligerar con el olvido que genera el alcohol, pero sobrevolando todo, el valor perenne de la amistad sincera.

  4. Que buena historia Claudio! Claro que sí un amigo en las malas ayuda a soportar las carencias. Es el puntal del hombre, la mujer nunca va a entender eso.

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