Screenshot

Imagen ilustrativa.

PRIMAVERA, MI NOVIA, LA RAELA.

Durante agosto tuve unas charlas telefónicas con La Raela, me dijo que no podría venir al pueblo hasta octubre; clases y parciales la retenían en Resistencia.

Uno de sus hermanos me confió, sin su autorización, que llegaría el veinte (20) de septiembre en el colectivo de las dos (2) de la tarde. Fui a esperarla.

La primavera llegaba con su aire tibio y perfumado. Cuando la vi descender, con el sol dorando su pelo y esa sonrisa que me desarma, todo el bullicio alrededor se desvaneció. El viaje desde la facultad hasta mi abrazo fue un instante eterno. Le entregué las “flores robadas en los jardines de Quilmes” y me dijo:

– “¡Feliz primavera!”. Sus ojos tenían más luz que la estación entera.

Esa pasión que ella sabía transmitir…, me tomó de las manos y sin palabras me invitó a celebrar. La plaza lindante fue testigo, el aire olía a jazmines y promesas, caminamos abrazados olvidando la hora y el tiempo en esa tarde nuestra.

Los pasajeros se marcharon todos, quedamos solos un instante despojados de horarios mientras las flores de los lapachos iluminaban el suelo.

– “¡Negro, quería darte una sorpresa, por eso no te avisé!”.

– “¡Cuando te vi esperándome se me abrió el cielo!”. Agregó.

Entre caricias y susurros, entendí que la primavera no estaba afuera, sino en nosotros, en la manera en que nos apoyábamos, en la forma en que su voz me envolvía, incitando a la pasión que nos unía como un fuego íntimo y secreto.

Nos quedamos una hora que pareció eterna, la llevé a su casa para que estuviera con su familia, acordamos reencontrarnos en la noche sin promesas ni ataduras.

A las veinte (20) fui por ella. Me esperaba hermosa como siempre…, con un vestido corto suelto que resaltaba su figura y trenzas en el pelo como una colegiala. Era imposible no admirar tanta belleza. Saludé a su familia y nos fuimos tomados de la mano.

Nos esperaba esa noche tan nuestra como tantas otras, con el deseo inmenso de lo que vendría; besos, caricias, tanta ternura, como dice la canción.

En casa había alimentos, bebidas, música, sabíamos que era buena compañía, pero lo esencial…, éramos los dos.

Comenzamos con una pequeña charla improvisada del tiempo pasado, el trabajo en el banco, las clases en la facultad, las dificultades y los logros que buscábamos con fervor. La música de fondo nos advertía que primero estaba el amor y hacia él fuimos.

El patio olía a azahares, nos sentamos un rato, pero la conversación apenas duró unos sorbos de vino. Sus rodillas rozaban las mías, cada vez que reía su mano buscaba mi pierna como sin querer. La besé. Fue un beso largo, que empezó suave y terminó urgente, como si ambos supiéramos que la noche nos pertenecía. Ella respondió con el mismo fervor; sus labios, su respiración, la manera que se aferraba a mi camisa me encendían de adentro hacia afuera.

En una mezcla de ternura y lujuria que me estremeció, “me invitó a festejar la primavera”. Fuimos a nuestro lecho de amor…, la penumbra se convirtió en cómplice, un sesgo de luz de la calle ingresaba por las cortinas dibujando franjas sobre su piel. La Raela me miraba fija, con una expresión que era una orden y una entrega a la vez.
Ella avanzó…, sus dedos recorrían mi espalda…, lentos…, como si marcaran un mapa secreto. Cada roce era fuego…, cada suspiro suyo era una invitación a ir más lejos. Nos movíamos como si el mundo hubiera desaparecido…, como si la primavera estuviera latiendo en nuestros cuerpos.

No había apuro. La pasión se desplegaba despacio…, como una flor abriéndose al sol. Ella me llevaba y yo me dejaba llevar hasta que no supimos más donde empezaba uno y terminaba el otro.

En algún momento de la madrugada, escuchamos a lo lejos música de guitarras sonando al viento. No hizo falta que sonara la alarma del reloj porque nos pasamos amándonos y el sol apareció de repente.

Su piel rozaba mi piel, abrazados, con el cuerpo aun ardiendo y la certeza de que la primavera no estaba en los árboles ni en las flores…, estaba en nosotros

Ramón Claudio Chávez.
www.ideasdelnorte.com.ar

Compartir

5 thoughts on “PRIMAVERA, MI NOVIA, LA RAELA.

  1. Cuando aparece la Srta.Raela ya de por si es toda luz y con Ella el esplendor de belleza y lujuria.El Autor Dr.Chavez, como siempre se luce en esta placentera descripcion tan juvenil y adaptada a la fecha primaveral.Pero yo sigo siendo fanatico de RAELA.

  2. Desde una mirada otoñal el autor describe un reencuentro con La Raela, personaje que ya ostenta material para una antología. Deduzco por la insistencia, que La Raela ahora es parte de esas primaveras que la memoria atesora para que nunca se vayan. Todos de alguna manera tenemos nuestra Raela, solo que la del Doc. ahora es famosa!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *