FLORES ROBADAS EN LOS JARDINES DE APÓSTOLES.

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Imagen de la Red.


FLORES ROBADAS EN LOS JARDINES

          DE APÓSTOLES.

La urbanización y el crecimiento de las ciudades trae consigo cambios que modifican totalmente los viejos paisajes.

La pavimentación de la avenida 9 de Julio y el nuevo diseño arquitectónico de la plaza San Martín en Apóstoles, constituyeron una exhibición de esos cambios.

La vieja plaza retuvo los árboles añosos, pero los nuevos canteros en desnivel requerían la presencia de plantas que contribuyan a su embellecimiento.

La sociedad reclamaba en silencio por una ciudad más colorida. Se pedían también flores que mostrasen su belleza sobre todo en los meses de la primavera.

Las avenidas 9 de Julio y Sarmiento se llenaron de asfalto, pero los anchos bulevares estaban vacíos; necesitaban árboles y flores para llenar de encanto los paseos públicos.

No bastaba con ser la Capital Nacional de la Yerba Mate. Muchos vecinos, decían que había que vestirse también de flores como una dama que se prepara para ir a una fiesta.

Así empezó la campaña; se plantaron árboles, malvones, petunias, alegrías del hogar, azaleas, etc. Una ciudad limpia y florida habla bien de quienes la habitan.

El acompañamiento y cuidado de las plantas y flores fue dispar en la población, un sector se involucró y otro estimó que la municipalidad debía ocuparse exclusivamente de su mantenimiento.

Una mañana, corrió el rumor por el pueblo que habían llevado presa a una vecina por arrancar una planta de un paseo público.

– “¡Pero si las plantas robadas crecen mejor!”. Dijo ella, con una convicción que venía de los tiempos de las abuelas.

– “¡No es ningún delito arrancar una “muda” para el jardín!”. Recalcó.

El episodio se hizo cuento antes de caer la tarde, en el almacén de ramos generales, en la Parada de Colectivos, en los pasillos del Banco Nación, en el Correo. Todos hablaban de la mujer de las flores robadas en los jardines del pueblo. Algunos se reían, otros se indignaban, otros temían porque alguna vez hicieron lo mismo.

El intendente se hizo eco del episodio:
– “¡Quién robe plantas o flores de la vía publica será sancionado! ¡Si queremos ser la ciudad de las flores, debemos cuidar lo que nos pertenece a todos!”.

A partir de entonces, se afianzó un sentimiento de pertenencia y cuidado colectivo. Los intendentes que vinieron después, crearon en los organigramas administrativos un sector encargado del cuidado y mantenimiento de los paseos públicos y un vivero municipal para atender las necesidades inherentes al embellecimiento de plazas y avenidas.

Cada nuevo brote era motivo de elogio. Los visitantes comenzaron a referirse a Apóstoles no solo por su historia jesuítica o tradición yerbatera, sino también por la armonía de sus calles floridas.

Dicen los más viejos que aún hoy, cuando alguien pasa junto a los canteros de la avenida Sarmiento, siente que lo mira una margarita vigilante, para que nadie se acerque a arrancarla.

 La historia de las flores robadas en los jardines de Apóstoles, se convirtió con los años en algo contado con una sonrisa, pero quiérase o no, el episodio fue el disparador de una conciencia colectiva de amor hacia las flores.

La belleza de las flores de los jardines de Apóstoles, se comparan también con la belleza de las mujeres del lugar. Ese crisol de razas que siempre se ha destacado.

Dicen que cada vez que florecen los lapachos, las azaleas, los jardines en las veredas, aparece en la memoria una idea que dice:” en Apóstoles…, las flores no se arrancan…, se respetan…, como la memoria de un pueblo que aprendió a florecer consigo mismo…”

Ramón Claudio Chávez.www.ideasdelnorte.com.ar

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5 thoughts on “FLORES ROBADAS EN LOS JARDINES DE APÓSTOLES.

  1. El autor recuerda con su pluma a un pueblo rural que supo florecer en sus jardines y bulevares. La anécdota pinta a sus habitantes, celosos y orgullosos de ser la “Ciudad de las Flores”, aunque hoy, hay rotondas cuyas flores han sido reemplazadas por cemento pintado , violando la voluntad de la gente.-

    1. Que bueno recordar ese lugar tan bello. Lo vimos crecer de a poco. Y si darnos cuenta se convirtió en la ciudad de las flores. Con sus historias y sus altibajos, pero siempre con flores en sus calles.
      Una Señora, robo una flor, “no fue tan grave el delito, pero hirió el sentir de la gente del pueblo”, dijo mi padre. Recuerdo que fue el comentario de todas las reuniones de amistades y familias, y tengo la idea que hasta hubo un juicio.
      Muy bueno recordarlo a través de este relato. Me encantó!

  2. Si, como lo describe muy bien el autor, en “La Ciudad de las Flores” sus vecinos han asumido una conciencia colectiva de respeto y preservación de ese contexto florido que realza la belleza de la ciudad. Incluso, el municipio, a los efectos, dispone de un vivero propio. Curioso si, lo que señala el lector, lo de las rotonda cementadas…

  3. Creo que fue la única obra que continuaron los intendentes, supongo que más presionados por el sentir popular que por reconocer que fue algo bueno hecho por sus antecesores.
    Mi escasa memoria no me permite recordar si lo de ser la “ciudad de las flores” fue un logro de Gelabert o de Vera. Creo que fue de Edgardo.

  4. Completamente de acuerdo las flores y jardines público deben cuidarse entre todos.
    Recuerdo que en la plazoleta frente a la terminal, en dónde está la estatua de un presidente, plantaron, después de arreglar los canteros, ocho azaleas enanas, duraron cuatro semanas…

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