LA RAELA Y EL AMANECER DE CUATRO ISLAS.

Imagen ilustrativa de la Web.
LA RAELA Y EL AMANECER DE CUATRO ISLAS.
Las vacaciones de verano en Brasil se volvieron un clásico. Las ganas, la ventaja “del cambio” y del mar cálido.
El Renault 19 estaba tan preparado como nosotros para el viaje. Las maletas, ropa casual, ropa de baño, algún abrigo ligero, una carpa pequeña, dos frazadas y un calentador a gas de tres (3) kilos y la “bijou” de La Raela.
El alojamiento había que contratar en el destino, pagar con “reales” y guardar para los gastos. Salimos a medianoche; queríamos estar en Alba Posse para el primer cruce de la balsa hacia Puerto Mauá en Brasil. Desde allí a la ruta pasando por Santa Rosa, Ijuí, Santo Ángelo, Cruz Alta, Porto Alegre y al BR 101 con destino a las playas.
Llegamos temprano. Evitamos quedarnos en Camboriu y enfilamos para Bombas, Bombiñas…, repletísimo no había casas o departamentos disponibles. Sigamos me dice La Raela; arribamos a Cuatro Islas una playa agreste, pequeña, con vegetación.
Heriberto, un “alemao” de Passo Fundo, estaba inaugurando tres departamentos. Uno estaba libre…, era para nosotros; impecable, amoblado y con vista al mar. La Raela le convenció que nos alquile a un precio inferior al estipulado por diez (10) días.
Esa misma tarde nos fuimos al mar, a ciento cincuenta (150) metros del departamento, mi compañera se puso al sol y bebió cerveza hasta el atardecer. Regresamos y fuimos al supermercado por alimentos y bebidas.
La noche nos recibió cansados por el viaje, la ruta y el agua de mar; ella abrió los ventanales para cobijar a la luna en medio de besos intensos que nos dispensamos. Se quedó dormida con una pequeña tanga y los senos libres en medio de la brisa marina.
Siempre que salíamos de vacaciones buscábamos disfrutar los días, con buena onda, afecto intenso y cero stress. El lugar parecía ser el indicado para ello; ese paraíso escondido en Rio Grande do Sur, donde la arena dorada se mezclaba con el color inconfundible del mar cálido.
Nuestro color de la piel fue tomando ese tono propio del bronceado de mar especialmente en La Raela dejándola inmensamente bella. La sombrilla nos cubría un poco, pero los rayos del sol hacían el resto en el verano pleno.
Las cervezas y caipiriñas de la playa eran para nosotros energía positiva, mientras la música del Brasil nos trasladaba a lugares impensados. La Raela se sentía “libre”, “viva”, sus risas eran un murmullo en el mar.
El mar genera un principio de libertad inigualable. Quizás sea porque la gente anda con poca ropa o porque no nos fijamos como se viste el otro; posturas más osadas parecen invitar a lo más desprejuiciado.
¡La Raela se hizo trenzas en el pelo, parecía una brasileña! Quiso explorar algo más los días restantes.
– “¡Negro, tenemos que venir a ver el sol del amanecer en el mar!”.
Una mágica mañana fuimos a ver salir el sol desde la orilla. Temprano, justo antes del alba, caminó descalza por la arena mientras la frescura del alba acariciaba sus pies. Sintió una conexión profunda con la naturaleza. Nos abrazamos y besamos agradeciendo el momento hermoso.
Así fueron pasando los días a la vera del mar y en el departamento de Heriberto, que nos cobijaba los mediodías de sol y las noches de luna llena.
Faltaba poco para que las vacaciones se terminaran; con los cuerpos dorados, ella me sugiere quedarnos un rato más en la playa para ver cómo se escondía el sol.
Lo hicimos, la luna asomaba en el horizonte y cuando caía la noche la magia de Cuatro Islas se intensificaba. La Raela, sintiendo el calor del verano, ¡decidió que quería experimentar una libertad sin límites! Se quitó el corpiño del bikini y también la tanga. Cual Eva…, se dirigió al mar
completamente desnuda. El roce del agua sobre su piel iluminada por la luz de la luna, creaba un clima peligroso e invitaba a mi mirada inquieta totalmente excitada.
Pensé que iba a salir enseguida del agua, pero no; bailaba y cantaba como una sirena de mar, haciendo gala de ese juego sutil que ella manejaba muy bien.
Regresó y acaricié su cuerpo desnudo, excitado y pleno de una mujer hermosa que vive con pasión. No me importaba si alguna mirada indiscreta nos observaba.
La fiesta siguió en el departamento; las caipiriñas mantenían la adrenalina que comenzó en el mar y siguió intensamente en una noche de pasión “sublime”. ¡Inolvidable Cuatro Islas…!
Llegó el momento de volver. La pena era que lo lindo iba terminando. El “pago” nos esperaba y el “reno 19” tampoco quería regresar. La batería “jodió” un poco; La Raela tenía que empujar para arrancar, pero después todo en orden.
En el camino recordamos lo especial que estuvo el tiempo de las vacaciones. Entre risas y anécdotas entendimos que, a veces, la vida es tan simple como una caipiriña al atardecer y un cuerpo desnudo en el mar en una noche de luna llena…
Ramón Claudio Chávez.
www.ideasldenorte.com.ar
Seguramente ante tanta descripcion de lujuria, todos los mortales seriamos simples Parteners de esa exuberante mujer.Cada vez que el Doctor la “”libera”” de su magico escondite….UUFFF, nos hace revivir momentos bucolicos e increibles, agiganta mi mente.Confieso ser Fans de La Raela.Es Ella una…!!sin palabras!!.
Fiel a su estilo, la Raela se “sarpó”, en esta ocasión, pero evidentemente al Negro no le importó jajaja.
Compartimos un breve verano con la mítica Raela en un relato en donde las hormonas del amor destilan por los poros de los famosos protagonistas. Ponerle batería nueva al legendario reno que describe una época de vino y rosas…
Nuevamente sale la Raela para gloria de los mortales. Aleluya! Gracias Claudio!
Que maquina el R 19 ja ja , con ese relato uno quiere volver a tener 20 años ja ja
Brasil es un país enorme bendecido generosamente con varios escenarios tropicales, si a esto le agregamos una explosiva juventud, sin mayores compromisos, seguramente tendremos episodios como este, en el que dos jóvenes sublimados por la dicha, a través de la sensualidad, honran las leyes primarias de la naturaleza: en definitiva las leyes de Dios.
Vaya, vaya…mientras leía el relato pensé que era producto de la imaginación relacionada con La Laguna Azul, pero cuando terminé de leer me di cuenta que tenía demasiados detalles para ser solo imaginación. Comprendí que no era un relato verdadero, era una verdad relatada. Admiro la memoria de los detalles del escritor. Un abrazo!