COPACABANA,IPANEMA Y LEBLÓN.



COPACABANA, IPANEMA Y LEBLÓN.
Después de aquél interminable viaje en Bondi nos quedamos con ganas de volver a Río, disfrutar de sus playas, de su gente, de ese clima contagioso que te envuelve en las playas o en las calles.
Raela quería ir a los carnavales, pero no pude conseguir licencia para esa fecha.
Nos organizamos con tiempo y fuimos nuevamente en enero.
Había vuelos desde Foz de Iguazú a Río, eran más caros que el bondi, pero en una hora y media estabas en la ciudad maravillosa.
Compramos los pasajes y teníamos que ver el tema del alojamiento, que siempre “estaba lotado”. Raela comenzó a averiguar desde camping, hoteles económicos, departamentos e incluso en los denominados Hostel.
Eran nueve noches intensas en esa ciudad preparada para el turismo mundial.
Yo no sabía muy bien si Hostel y Hotel eran lo mismo.
– ¡No negro, en el Hostel tenés que compartir la habitación con cuatro personas!
– ¡Los baños son comunes, por ahí nos toca con una pareja, o con chicas o con dos chicos!
¿Con dos chicos?
– ¡Con dos vagos me decís, no me gusta esa idea!
¿Y si son dos chicas? me dice.
– ¡No sé no me cierra!
Medio a entender que en Hostel cada persona hace la suya, que vienen muchos europeos que pese a tener dinero, desean experimentar estos alojamientos de mente abierta.
Un amigo tenía la posibilidad de reservarnos hospedaje en uno de esos lugares y le pedimos que lo hiciera.
– ¡Raela sino conseguimos otra cosa nos quedamos allí!
Nos recomendaron que lleváramos reales, porque si íbamos con nuestra plata, perderíamos en el cambio.
Preparamos el equipaje y la cara de Raela parecía una juguetería, pura alegría.
Muchos besos, muchos abrazos y las ganas de unas vacaciones de primera.
Copacabana, Ipanema y Leblón van a ser nuestras en estos días.
Hay playas más lindas que esas, pero ninguna tiene ese sabor que le brinda la gente, que respira música brasileña y optimismo del más puro, aunque la economía del país diga lo contrario.
Aprendimos de la visita anterior las precauciones que se deben adoptar en medio de esas bellezas naturales, las cercanías de las favelas, obligan a que el turista concurra a la playa con lo indispensable, en la vestimenta y en dinero para los gastos.
Llegamos al aeropuerto El Galeao y nos subimos a un taxi con destino a Copacabana. Quedamos en un bar, para ver si alguien ofrecía un departamento pequeño en las cercanías.
Encontramos en el resguardo de un teléfono público un papel pegado que ofrecía un pequeño departamento a cuatro cuadras del lugar.
Llamamos por teléfono y nos dirigimos para ver si nos gustaba y no era muy caro.
El edificio era muy moderno, tenía cocheras para vehículos en el segundo y tercer piso, y nuestra búsqueda era en el quinto.
Nos atendió una señora mayor, a quién con dificultad entendimos que nos ofrecía la pieza de servicio. El precio era razonable, aunque el lugar un tanto pequeño.
¿Qué te parece?
– ¡A mí me gusta! me contesta
La doña no entrega las llaves de acceso al edificio y al departamento y nos dije que podíamos utilizar el refrigerador.
La Raela estaba ansiosa por ir a la playa para disfrutar del mar con sus colalesses, y regresar bronceada con ese color único que te brinda el mar.
Fuimos a Copacabana y entendió que tenía que cuidarse de no comerse todo el sol de golpe, el tema de los horarios, para evitar quemaduras que le iban a impedir disfrutar plenamente de las vacaciones.
Como decía Adelio Suarez en la “playa no cabe una aguja”, la música cautivante del Brasil, los vendedores ambulantes y las deliciosas “caipiriñas” que consumíamos como gaseosas.
En un momento de la tarde la flaca me tira una pregunta insidiosa:
¿Gordo como esas negras tienen esos cuerpos esculturales?
En ese tiempo la palabra negras no era considerada como discriminatoria, ni ofensiva.
– ¡Hay mucho de genética, no te olvides que ellas son descendientes de africanos!
– ¡No tienen un gramo de celulitis en la cola y encima tienen ojos claros!
– ¡Mi amor que te preocupas si sos hermosa, no tenés nada para envidiarle!
Al regresar al departamento, encontramos un muchacho, moreno, atlético y la señora nos dice que era su hijo.
Me puse un poco incómodo porque el vago mientras hablábamos no le quitaba la vista a mi novia.
Nos encerramos en nuestra habitación y la lujuria se apoderó de nosotros que estábamos felices de estar en Río.
Fueron pasando los días y no queríamos ir a recorrer la ciudad, nuestro deseo era disfrutar de las playas el mayor tiempo posible.
Estuvimos en Ipanema la famosa playa de Vinicius, fuimos al famoso restaurant, donde la inconfundible música del artista te transportaba a ese estado diferente que el mismo generaba.
Como mucha gente lo hacía nos pusimos a bailar, la flaca con gracia y yo con lo que podía.
– ¡Esta playa es más selecta!
– ¡Si es menor popular que Copabana, tiene esa bohemia de los artistas!
Regresamos caminando descalzos por la arena, tomados de la mano y besos furtivos.
– ¡Quiero venir a vivir aquí! Dice Raela.
– ¡Ya se ya me lo dijiste, pero no es tan fácil radicarse!
– ¡Una cosa es el turismo y otra quedarte, tenés que tener dinero o un trabajo!
En el octavo día fuimos a la exclusiva playa de Leblón, donde te sorprenden los edificios, el mar, el Hotel Sheraton y “la Favela Rocihna”, confundidos en un mismo paisaje.
– ¡Esto tiene otro nivel dispara la flaca!
– ¡Aquí vive gente adinerada y el Hotel negocia con la favela para que no bajen a robar en la playa!
Nos sentamos abrazados con dos “caipiras” observando el mar más bravío donde la gente hace surf en medio de las olas intensas.
Raela estaba preciosa con un bronceado perfecto, y colitas artesanales en el pelo que adornaban la belleza de su rostro.
Nuestro refugio nocturno, nos lleno de caricias, de besos interminables y pasiones intensas.
– ¡Negro querido mañana es el última terminemos donde empezamos!
– ¡Copacabana a full!
El último día fuimos temprano nos queríamos perder nada del tiempo que quedaba, el vuelo salía a las 22.
Nos cruzamos con gente que duerme en la calle, a veces en forma permanente y otras luego de noches interminables.
Río tiene ese contraste, un turismo permanente y personas sumidas en la pobreza, que transitan los mismos caminos de la ciudad que no duerme.
El hombre de la barraca al vernos inmediatamente nos trajo dos caipiriñas que tomamos despacio, como saboreando el día.
Ingresamos al mar desafiando las olas, ya sabíamos cómo teníamos que hacerlo.
Al mediodía almorzamos frutos de mar y la tarde nos sorprendió entrelazados en ese mundo de gente.
Mientras preparamos el equipaje para el regreso, la voz de Leandro y Leonardo en la canción “Eu juro” junta nuestros cuerpos enamorados
– ¡Escucha Negro!
Veo la luz de tu mirar
En esta noche sin final
Luz que me guía donde voy
Tú, mi motivo de vivir
Camino que debo seguir
Sabes que eres tú, mi verdadero amor.
– ¡No entiendo mucho el portugués, pero eso te quiero decir!
Ramón Claudio Chavez.
www.ideasdelnorte.com.ar
Que campeón Claudio!
Felicitaciones!
El autor – sin dudas desde la reminiscencia – describe la mirada de una joven pareja dispuesta a tomarlo todo, aún desde la frugalidad. El escenario es el ideal, la maravillosa Rio
Excelente¡¡Me encantó¡¡
Muy lindo relato!!
A la hita…diría un compinche
“Yo estuve alli”, nos comunica el autor en un relato en donde permea la nostalgia con un dejo de lujuria.
Buen día estimado Ramón Claudio. Tu relato me transportó por un instante a la ” Cidade Maravillosa ” .Disfrute y hasta soñé con ése pueblo lleno de alegría hasta para trabajar .Gracias por hacerme soñar un poquito cada fin de semana!! Te deseo solo lo mejor y que no dejes de soñar nunca. Pues rejuvenece el alma y tu andar se hace más suave para transportarte a esos lugares soñados!! Abrazos de oso del mismo Lupin de siempre pero más pensante y maduro .